Un poquito de historia para desmemoriados



Esta misma mañana, 12 de abril de 2004, ha sido inevitable la nausea que me produjo la presencia de un lechuguino y petimetre (Ramos dixi), de cuyo nombre no quiero acordarme, pero cuyo papel en aquel memorable aquelarre fascista del Salón Ayacucho hace hoy dos años no puedo, -no obstante la repugnancia- hacer a un lado junto a los trastes del desecho. Lo recuerdo pues, ofreciendo emocionadas declaraciones a los medios de comunicación como flamante Ministro de Finanzas del restaurador de la democracia, Pedro Carmona Estanca.



Aparte de un vergonzoso método discursivo según el cual, estaba pero no estaba allí, era pero nunca fue, porque el nombramiento no estaba en Gaceta, conocía pero no era amigo de Carmona, sabía pero no sabía que lo iban a nombrar, encabezaba la marcha pero no sabía el objetivo de ésta y otras menudencias para paladares exquisitos, inició una defensa del sistema democrático perdido a manos del asesino y dictador huésped de Miraflores hoy, manifestó la imposibilidad de que Chávez pudiera solidificar su autocracia represiva dada la cultura libertaria y democrática de este pueblo venezolano aprendida durante más de cuarenta años y culminó con esta perla montada al aire: “ya la historia se encargará de reivindicar el heroísmo de quienes actuamos, cuando esa historia sea escrita de verdad”.



Conocedor, por mi oficio, de esta proclamada “historia de verdad” por haberla sufrido y combatido a lo largo de varias decenas de años, se me ha ocurrido desempolvar algunas de las páginas escritas por el “fundador y padre de la democracia venezolana”: Rómulo Betancourt, con la confesada intención de ver cuales fueron las fuentes cristalinas de democracia en las cuales abrevó este remedo de dirigente social. Así que veamos cuales fueron estas acciones democráticas de pureza inmaculada, advirtiendo que, por ser éste un artículo condenado al olvido y no un ensayo, así sea en diminutivo, sólo haré referencia a algunas acciones angelicales del propio primer año de gobierno del “brujo de pacairigua”.



A raíz de la juramentación del “padre de la democracia” ante el Congreso Nacional, su primera acción de trascendencia social fue eliminar el Plan de Emergencia, instrumentado por Larrazábal para atenuar la crisis económica y de empleo de los sectores populares. Pero veamos la estrategia democrática del demócrata irreprensible para tomar esta medida. El día 4 de agosto de 1959, suspendió todo derecho a reunión pública mediante Decreto N° 107 y en el mismo día y acto, promulgo el Decreto N° 108 eliminando el mencionado Plan. Con tal motivo se registraron algunas reuniones de pueblo las cuales fueron violentamente reprimidas con centenares de presos y varias personas muertas a balazos por la policía de la democracia, ese mismo día y para sellar las acciones represivas se dirigió al país expresando: “En el curso del día de hoy se han producido en la ciudad de Caracas motines promovidos por individuos descalificados…digo categóricamente que se trata de actos promovidos por gente sin responsabilidad política, ni sindical y por tanto intolerables”. Más adelante manifestó: “Debo ser enfático al decir que el gobierno no tolerará paros, y que no se limitará en el futuro a declararlos ilegales, sino que a sus promotores se les aplicarán las disposiciones punitivas pautadas en las leyes de la República. Así como el gobierno no tolerará que un empresario clausure su fábrica o su empresa, tampoco lo tolerará cuando la actitud provenga de los trabajadores”. Supongo que en esta fuente aprendió este mariposón esperpéntico a “encabezar una manifestación para sacar al delincuente de Miraflores” o quizás sería en esta doctrina democrática en la que aprendieron a paralizar durante 67 días la industria petrolera y otras industrias productoras de bienes y servicios de primera necesidad.



Esta misma actitud fue sostenida por Betancourt a lo largo de los siguientes días y semanas contra lo que, en su peculiar administración del verbo llamaba: “la fauna de añoradores del paraíso perdido el 23 de enero de 1958”, reprimiendo a plomo limpio todo intento de reunión o manifestación política. El 21 de enero de 1960 fueron detenidos y salvajemente golpeados 23 civiles acusados de reunirse ilegalmente para “conspirar” contra el gobierno nacional. Ese mismo día se dirigió a la nación llamando a los jóvenes de su propio partido “cabezas calientes” y en esa misma exposición al referirse a las medidas de seguridad tomadas para resguardar el orden y la ley, expuso: “Contra este bandidaje ya no cabían medidas civilizadas. Y por eso se impartieron a las Fuerzas Policiales y a las Fuerzas Armadas de Cooperación (Guardia Nacional) para que dispararan, y no al aire, contra cualquier persona o grupo de personas que se localizase en el momento de lanzar o depositar explosivos (bombas molotov) en cualquier sitio de la ciudad. No se ha encontrado a nadie con las manos en la masa, pero debe quedar claro ante el país que las órdenes impartidas continúan… La orden es esta: sobre quien sea ubicado por un cuerpo armado lanzando una bomba (molotov) se aplicará la última ratio de una descarga”.



¿Qué sería de esta gente si sus recientes GUARIMBAS se las hubiesen hecho al Padre de la Democracia?, ¿Qué habría pasado si en la marcha del 27-F pasado en lugar de enfrentar, escupir, disparar, apredear, lanzar molotovs y otros etc., se hubiesen encontrado con las democráticas Fuerzas Armadas de Cooperación en lugar de la cruel, asesina y represiva Guardia Nacional de la actual dictadura del régimen?.


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Martín Guédez


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