(a Olguita Noriega, con quien comparto este dolor)
Tuve la suerte de conocer a Otilio en los 90 en Maracay, donde trabajé como
diarista. Lo entrevisté en más de una oportunidad y me daba un placer y un
orgullo hacerlo, sabía que estaba frente a alguien que expresaba-
musicalmente hablando- la identidad del venezolano de manera excepcional, de
esa Venezuela profunda que muchos desconocen.
Escucho sus canciones desde tiempos inmemoriales. Guardo como un tesoro el
libro “Las canciones de Otilio Galíndez” que Elecentro publicó en Aragua en
el año 1992, el cual me dedicó con su grafía ingenua y sencilla, que lo
retrata de cuerpo entero. Allí están las letras y los pentagramas de sus
canciones, gracias a la tesonera labor de Luis Ochoa. El bautizo fue en el
Museo de Maracay y Otilio respiraba felicidad y agrado por ese pequeño
homenaje.
Con frecuencia lo recordaba y con frecuencia oía sus canciones, si bien me
gustan todas, hay dos por las que tengo debilidad: Caramba en la voz de
Cecilia Todd (con la cual he pasado más de un guayabo) y Pueblos tristes
cantada por Lilia Vera y Pablo Milanes, que me (re) ubican siempre en mi
realidad, cuando a veces otras cosas me distraen… Por supuesto, no me
imagino la navidad sin sus aguinaldos ni parrandas, ni el aleteo de las
mariposas en el estomago, sin sus canciones de amor.
“Con Otilio hemos aprendido a dormir las tristezas” escribía Alberto
Hernández en la contratapa del libro reseñado y agregaba “Hemos conquistado
las caricias. Hemos navegado en mares sorprendidos (…) digamos hemos
encontrado la perdida magia. La ancestral alegría, el mundo que nos
quitaron”
La Restinga, una parranda de aguinaldo, fue su primera composición, la cual
fue grabada por el Orfeón Universitario de la UCV, por Rafael Montaño y
muchos más, hasta llegó a convertirse en una famosa gaita que disfruté mucho
cuando era niña. Luego vendría “ Luna decembrina” y el “ Poncho andino”
dando inicio a una extensa obra musical, compuesta por diversos géneros que
incluyen la danza, el vals, canciones de cuna, tonadas, parrandas
orientales, merengues, joropos, serenatas, danzones, aguinaldos de
parrandas, aguinaldos a lo divino, entre otros, por lo que es difícil
encontrar parámetros severos en una producción tan variada en cuanto a
géneros, aires, formas, etc, puntualiza Luis Ochoa, estudioso de su obra.
Escribió incluso temas políticos o de protesta, no tan divulgados, como la
canción que le dedicó al Che: “Remedaron su canto/ los pajarillos/ y la
lluvia/ le dispuso al follaje/ en su nombre/ el color verde oliva” y el Son
de los no descubiertos. Imposible no mencionar el aguinaldo “Dime si es
Pascua” como una de los mejores argumentos en contra de la mercantilización
de la navidad.
Escucho Caramba en la voz de Cecilia, cierro los ojos y le doy gracias a la
vida y a Otilio por sus canciones, que son sobre todas las cosas, poemas
musicalizados que nos hace la vida más llevadera y con más dulzura:
Caramba mi amor caramba
Lo bello que hubiera sido
Si tanto como te quise
Así me hubieras querido.
Caramba mi amor caramba
Las cosas que nos perdimos
Los chismes que sólo escucho
Entre las piedras y el río
Caramba mi amor caramba
El viento con las espigas
Aroma de caña fresca
Y amargos de mandarina
Será entonces su nombre, el recuerdo permanente de la Venezuela musical que
todos llevamos por dentro. Seguiremos cantando sus canciones como el mejor
homenaje que podemos hacerle al gran Otilio Galíndez , porque gracias a él
aprendimos que, no hay dolor ni tristeza, que no pueda ser disipada por una
de sus canciones. Caramba, Otilio, Caramba…
Maracaibo, junio de 2009
mgonzalo@cantv.net