Su Excelencia
Don Óscar Arias
Presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz
Apreciado Presidente:
Ante todo permítame felicitarlo por su eficiente labor de
mediación, encomendada por la Secretaria de Estado Hillary Clinton a
pesar del apresuramiento demostrado por los países de la OEA al
condenar prematuramente el supuesto golpe de Estado en Honduras.
Ahora resulta evidente que en Honduras se produjo una sucesión
constitucional y nadie puede negar que el Presidente Micheletti es el
mandatario legítimo.
Ante esta circunstancia aprovecho la oportunidad para solicitar su
indiscutible ecuanimidad como mediador, pidiéndole que ejerza la misma
función en el caso de Venezuela.
Como se sabe, en abril de 2002 se produjo un vacío de poder
reconocido por el Tribunal Supremo de Justicia. Ello impulsó al
Comandante del Ejército, general Vásquez y otros militares enemigos
del bochinche a pedirme que ocupara la Presidencia de la República, lo
cual acepté.
Los poderes Legislativo, Judicial, Moral y Electoral, así como
gobernadores y alcaldes, fueron temporalmente suspendidos de sus
funciones para evitar que cundiera el desorden.
En cambio las instituciones sólidas, como Fedecámaras y la
Conferencia Episcopal, junto a la CTV y Súmate, permanecieron intactas
y dispuestas a recomendar los funcionarios a ser designados entre
candidatos de reconocida solvencia moral.
Los partidos de la conchupancia estuvieron de acuerdo en aportar
voluntarios, bajo el visto bueno de la Embajada de los Estados Unidos
en Caracas, que colaboró activamente a la remoción del teniente
coronel (r) Chavez, cuyo antiimperialismo y odio hacia el modelo
capitalista eran públicos y notorios.
A diferencia del Presidente Micheletti, mi gobierno fue de inmediato
reconocido por el gobierno gringo y la Embajada Española. Casualmente
me había confeccionado la banda presidencial en una sastrería
madrileña, lo que confirma la bendición de los hispánicos.
Lo que le pido ahora es muy sencillo. Los mismo siete puntos que
redactó para vacilarse a Zelaya puede usarlos, con muy pocos cambios,
para siquitrillar a Chávez. Inclusive, si se modifican un pelín,
servirían más tarde en Bolivia y Ecuador.
Esta vez, sin embargo, debe ser enfático en la exigencia de reponerme
en la Presidencia de Venezuela (sin la denominación bolivariana). Todo
lo demás puede quedar como en Honduras. Gobierno de unidad nacional,
poner a los militares a cuidar los centros de votación para que no
estén ociosos, adelanto de las elecciones presidenciales, amnistía
para casi todo el mundo y algunas cosas más que se le ocurran.
Naturalmente las empresas estatizadas o nacionalizadas serán
devueltas a sus legítimos propietarios; pero es innecesario
mencionarlo.
Estoy dispuesto a viajar adonde se considere más conveniente,
empezando por una reunión con la Secretaria Clinton y, si es
indispensable, con el señor Insulza en la OEA. En lo personal el
gobierno de Colombia y el Presidente Uribe me han tratado de lo mejor,
pero el clima de Bogotá no me sienta.
Por si hace falta, todavía guardo la banda presidencial, lo que
ahorrará algunos gastos.
Permítame señalar que si Usted no tuviera el premio Nobel de la Paz
se lo deberían dar otra vez.
Atentamente,
Pedro Carmona Estanga.
augusther@cantv.net