Ya el señor Bush lo reconoció; no lee ni las facturas de servicios, menos podemos esperar que tenga alguna referencia de la historia, la vida y lo digno. Sin embargo, no están demás esos parámetros cuando de contextualizar los hechos se trata.
En los inicios de los tiempos, Caín mata a Abel porque en su mirada enceguecida por la envidia no cabe valorar la magnitud de su ofrenda a Dios; de allí que arremete contra Abel creyendo acabar con el sencillo presente de éste. Herodes, acorralado por el temor y la arrogancia, se afanó en asesinar indefensos niños. España, Portugal e Inglaterra serán pioneras en la brutal arremetida contra la humanidad, azotando por los cuatro costados a la naciente América: La historia, esa vieja matrona inventariando actitudes , guarda en cada surco de su rostro la comprensión necesaria ante hechos inexplicables .
La era Hitleriana inaugura "maneras racionales" de acabar con la sonrisa o la tristeza de los pueblos. Desde la inhospitalidad de los campos de concentración se abre el túnel que conduce a Vietnam, al suelo Palestino, a la ardiente Africa y a la doncella América Latina. Se conjuga la persecución, violencia y cinismo desde la frontera sur del poder; ejecución de golpes de Estado y crimen en un arcoiris de pueblo, siempre bajo la guía del poder del norte.
Esa señora entrada en años -la Historia- también relata lo inexplicable desde la sabia sensibilidad con la cual recorremos una vez mas los rostros congelados de niños judíos a las puertas del crematorio nazi, la frágil figura de una niña vietnamita quemada por el napalm estadounidense o los niños palestinos -en este 2004- aterrorizados ante la metralla judía. Todo ello nos conduce a los ojos de Abel, a los gritos de niños judíos perseguidos por la banda de Herodes al asombro de la lluvia de bombas sobre el suelo iraquí.
¿Qué tamaño tendrá la soberanía que los jefes del imperio "donarán" a Iraq para que sus métodos se asemejen tanto al mazo de Caín o a las cuchillas de Herodes ?
El amor y el odio, la vida y la muerte se convidan en el seno de la historia. Pero siempre se impondrán el amor y la vida, a pesar de que las bombas que hieren o matan hoy en Iraq están asesinando poblados enteros, teniendo como únicos contrincantes a puñados de niños, hombres, voluntad y cantos religiosos.
¿Justificación para tal acto? Cualquiera en mentes preñadas en perversión como la de Bush y sus aliados. Pués, así como nunca fue suficiente la motivación desde Abel hasta Vietnam, la del señor Bush tampoco lo es más cuando está en juego la eliminación sistemática de la vida humana, de pueblos que estorban a la absurda lógica del imperio.
Lógica ruin, incapacitada de entender que la mirada de los niños iraquíes, como la de todos los niños del mundo, es para arropar de curiosidad la vida y no para el llanto producido por las bombas del imperio. Que sus manos son para jugar con la arena del mar o del desierto, para arrimar gestos de cariño y no para ser despedazadas y separadas de sus cuerpos por el efecto de los “jefes del bien". ,
Pensamiento que no comprende que las cabezas de esos niños iraquíes están para hilvanar sueños, ilusiones, esperanzas y fantasías, no para ser voladas por los proyectiles de la "libertad". Así también el cuerpo de esos niños, mujeres, hombres y ancianos son para disfrutar la vida, el clima, la alimentación, el deleite; pero el amo yanqui se empecina en vestirlos de hambre, penuria y muerte. Perversa en verdad esta "civilización" anglosajona, al extremo de demostrarnos que el museo de Bagdad y la biblioteca de Alejandría son objetos de saqueo y no construcciones para albergar el saber humano y la memoria colectiva de la humanidad.
Es tan absurda esa lógica que hasta una sencilla boda la acaban con bombas y cohetes, sellando el rostro de los asistentes con dolor ¿Quién acaso le acaba al discípulo de Hitler (Bush) sus fiestas y saraos en su rancho de descanso?
Plagada está la historia de hechos y anécdotas sistematizadas tardíamente donde los malos protagonistas apenas pagan sus culpas con el desprecio de las generaciones venideras. Cierto es que si el imperio llega a terminar su tarea en Iraq, en términos satisfactorios para él, inmediatamente hincará sus garras en otro pueblo en otra región (léase Cuba, Venezuela, etc.).
Sin embargo, es nuestro convencimiento que ésta -la de Iraq- es una de las últimas hazañas de los amos del norte. Pués los ojos de los pueblos no mienten y el recuerdo no olvida que no es por la gesta de los Caín, Herodes y Hitler que la humanidad ha llegado hasta hoy. Todo lo contrario, pesa más en la confrontación de la especie humana un hombre predicando amor y otro enderezando entuertos cual brújulas que entusiasman a dar cada día un paso más por un mundo digno generoso y en paz.
La historia no termina aún a pesar del salvajismo yanqui, pues como bien reza en el imaginario mundial: ¡Cristo y el Quijote viven, ¡carajo!