Entre Venezuela y Colombia las diferencias son nimias; en cambio, los parecidos son enormes. Con razón tantas personas cruzan las fronteras sin caer en cuenta de que están en otro país.
Aquí tenemos adecos y copeyanos que se han repartido el poder y sus prebendas durante muchos lustros. Allá existen liberales y conservadores, con la ventaja de que son más cultos y cuando hablan usan palabras más refinadas y certeras. Además, llevan mucha ventaja en lo que se refiere a zamarrería y son capaces de cometer atrocidades que hacen ver como juegos de párvulos.
Aquí tenemos una clase empresarial reaccionaria, dispuesta a promover golpes de Estado para conservar sus privilegios cuando los políticos que tienen a sueldo se antojan de hacer experimentos. Allá los miembros de la élite empresarial son igualmente celosos de sus fueros, incluyendo los beneficios de la venta de drogas, que si bien no aparecen directamente en el PIB, de todas maneras algo queda.
Aquí existe una Conferencia Episcopal que apoya a los militares golpistas. En Colombia, por fortuna, los obispos no necesitan que haya un golpe, pues los gorilas tienen la sartén por el mango.
En Venezuela, existe una alta sociedad civil de lo más sifrina, con damas elegantes y bien vestidas y jovenzuelos que hasta cuando asaltan una embajada lo hacen con modales apropiados, aunque uno que otro tal vez profiera una grosería.
En Colombia, por fortuna, la crema y nata no anda por las calles tocando cacerolas, pues para eso tienen cachifas. Además, hasta ahora no han tenido necesidad de caer tan bajo. Aquí, los medios de comunicación luchan contra una feroz censura, pero a diario se salen con la suya y dicen lo que quieren. Allá, los medios disfrutan de absoluta libertad de prensa siempre y cuando no mencionen lo que ocurre con las guerrillas que controlan una parte del país y tampoco hablen del narcotráfico, que se supone no ocurre sino de este lado de la frontera.
Los medios colombianos alaban a su Presidente y a sus narcoparlamentarios mientras denuncian al nuestro como el diablo. Aquí ocurre exactamente lo mismo: ensalsan a Uribe y difaman a Chávez.
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