La arenga fácil se esparce por el cielo de Llaguno y las notas de Alí, el eterno, brotan de la tarima y rebotan tres cuadras a la redonda ablandando el rumor de la defensa.
Abajo, en la Baralt, una columna de humo anuncia tempestad; calma chicha, dice un carajo que obedece a rumores y presagios – “Si nos arrebatan la patria, incendiamos el este...” – No en balde la patria ha sido amenazada tantas veces que ni el arco iris que adorna el concreto podría parar la adivinaza cierta del acto que ennoblece al excluido cuando se han logrado cosas... ¿Cosas?... ¡Qué va!... Esperanza, le dicen...
El ronroneo público, apenas audible, se llena de presunciones, de rumores, de vainas que pasan de boca en boca y se van mitificando o deformando o, quien lo puede asegurar, si es una verdad ineludible que deberemos enfrentar...
El cansancio no lo ocasiona la construcción de los ideales; proviene de las mentiras y el constante ataque de la reacción. Decía un amigo importante: “Tenemos la verdad en las manos, eso es lo que vale...” – Pero, el común de los mortales, ese que camina tenso en Puente Llaguno, ese que asume la plusvalía como un carterista corriendo por la esquina de Veroes, está cansado de las conclusiones políticas y del discurso conciliador con un frente que se mueve sinuoso y siempre borroso.
Lo percibo y no es difícil que me embargue el olor a guayaba; también estoy arrecho de tanto error pendejo. No es lo mismo creer en los avatares de la utopía que joder a sabiendas del daño que haces. La diferencia es gigantesca, ¡Coño!, porque yo actúo por amor y aquel que me confronta lo hace porque me considera un artículo en venta... Que difícil es arrastrar los pies plagados de trampas...
Me envuelvo en el sopor de la alegría que no permite la derrota, porque esta vaina no es una derrota y porque son muchos años de desencanto; muchos años de ser un segundón con el lastre de las miserias... Ahora ¡NO!, esa vaina se acabó... y me muevo entre sonrisas buscando una respuesta... Y, ¡Créanme!, la encontré en la sonrisa de la Chiche Manaure, más allá de Puente Llaguno, cuando reconoce a este humilde mortal que busca respuestas y explica respuestas y teoriza respuestas... y resulta que la única respuesta está rodeándome: Pueblo lindo, pueblo hermoso, que de tu sabiduría emergen esas respuestas ingenuas y a ti debemos la gloria de creer en las cosas simples... Al pan, pan y al vino, vino... ¿Cuánto más soportarás?
Eres como el Orinoco, como ese río que arrastra hacia el mar la fe de su riego; como corriente implacable que destruye las sombras y refleja plateada sus lazos de amor con el sol y la luna... Otra vez surgiste espontáneo resolviendo entuertos y rompiendo con tu manto la filosofía enmarañada de los que enredan lo simple; de los que no entienden que estás burlando a la historia...
Discúlpenme eruditos de la política, pero si quieren una fuente de risas cuando el enemigo pretende obtener una victoria, allí está ese pueblo hermoso sonriéndole a la vida... Basta el calor de su abrazo para sentir que estamos más vivos que nunca... Eso lo vi en Puente Llaguno cuando la reacción y el fascismo rompía copas en cofradía.
Y vi en tu sonrisa, Chiche Manaure, la respuesta que buscaba después de una arrechera... Es que siempre están ellos, vigilantes, ¡Pueblo Inmenso!, esperando la orden o convirtiendo sus ganas en espada, en fusil, en soldado ineludible que se atrinchera.
“¡Nos vemos en Santa Inés!” – es la consigna y el oligarca tiembla; poética, estructura de acero, marca indeleble de aquellos que están destinados por la historia a ser los protagonistas de una victoria que está cerca...
“Si nos arrebatan la patria, incendiamos el este...” – que lo piensen bien desde el fraude que hoy operan, pues esta tierra es de muchos y no de un sector que se hartó de robarnos la quimera.
Gracias, Chiche, por regalarme la certeza de un cuatro, siete estrellas y un pueblo tricolor que vencerá en Santa Inés por encima de la conspiración, el fraude y la mentira.
mario
aporrea.org
msilvaga
yahoo.com