Si yo fuera paisano de Jorge Eliécer Gaitán o de Luis Carlos Galán, por nombrar sólo un par de los muchos que aspiraron a la presidencia de Colombia muriendo asesinados en el intento; si fuera paisano de tantos líderes populares nacidos en esa patria de escritores, poetas y gente culta, posiblemente el pasado 28 de agosto habría sentido algo de vergüenza.
Naturalmente soy venezolano, por más señas margariteño, y ello tal vez no me permite entender que en la alta sociedad civil de la hermana república existe un sector que ve en Álvaro Uribe Vélez el paladín que defiende sus negocios y demás privilegios inherentes a la oligarquía.
Sin embargo sólo la ceguera más absoluta habrá impedido que la mayoría de los colombianos decentes, así como otros latinoamericanos que presenciaron el desarrollo de la Cumbre Presidencial de Unasur en Bariloche, Argentina, hayan percibido el rechazo unánime que concitó la posición asumida por el inquilino del Palacio de Nariño.
No es que América del Sur esté cundida de cabezas-calientes, izquierdistas, socialistas y fanáticos de Fidel Castro. En Bariloche pudimos ver y escuchar a la presidenta Michele Bachelet, de Chile, que no es precisamente una Pasionaria. Estaba también el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, monseñor católico, obispo, además de padre (aunque esa es otra historia).
Además estuvo presente el inefable Alan García, presidente de Perú, insospechable de simpatizar con la revolución bolivariana o nada que se parezca.
Todos los Jefes de Estado, con excepción de Uribe Vélez, se pronunciaron ante el plenario de Unasur, en vivo y en directo ante las cámaras de televisión, instaladas a petición del mandatario colombiano. Todos, salvo el de Colombia, rechazaron la presencia en América del Sur de bases militares extranjeras pertenecientes a países ajenos a la región.
Sólo el presidente Uribe y su canciller lucían como un par de patiquines en una feria popular, donde participantes con la pinta de Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez elevaron sus voces en defensa de la soberanía continental.
Si yo fuera colombiano no me ufanaría ante nadie de tener soldados gringos en mi tierra.
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