–¿Papá tú sabes para qué sirven las banderas?
preguntó mi hijo próximo a cumplir cuatro años.
– No sé mi amor, creo que no sirven para nada en particular.
–¡Sí sirven papaaá! Las banderas sirven para que el viento las sople.
Hace 200 años los niños y niñas que vivían en este continente todavía no podían llamarse como tú, niños americanos. Se llamaban niños españoles, niños indios, niños negros, niños pardos y hasta niños esclavos. Y fue en medio de ese paisaje de niños tristes cuando llegó a Suramérica un barco llamado Leander. No era un barco de guerra, pero era un barco armado: Venía con una bandera azul que tenía un sol que significaba el amanecer de la libertad en América y una luna que representaba el fin de la noche colonial. Y en el palo mayor ondeaba el arcoiris convertido en bandera amarilla, azul y rojo. Ese fue el primer símbolo patrio continental.
Venía con libros, mapas y un proyecto de constitución latinoamericana. Venía con muchos metros de tela para confeccionar banderas y uniformes militares. Y venía también con dieciocho cañones, un puñado de pistolas y espadas, unos cuantos barriles de pólvora y municiones. No hay duda de que ese Leander venía bien armado, pero su mayor poder de fuego era de sueños, pensamientos y ardientes deseos de libertad. Venía también con una máquina de pintar las palabras con las que se escribieron proclamas libertadoras de alcance continental. Esa fue la primera imprenta que llegó a Venezuela.
A bordo del Leander se formó un ejército que juró fidelidad y lealtad al pueblo libre de Suramérica. Un ejército amigo de los niños y niñas de América y enemigo de los reyes que mandaban sin que nadie los hubiera elegido para mandar. Algunos soldados de este ejército, dirigidos por un soldado sastre, se la pasaron haciendo uniformes y banderas casi todo el viaje porque no querían que los confundieran con piratas. Otros tenían la encomienda de poner la vieja imprenta a funcionar. Otros reparaban las pistolas y las espadas del viejo y oxidado arsenal y otros se turnaban para preparar la comida de todos los demás. Otros leían, escribían y estudiaban, y otros, que nunca antes habían navegado, se la pasaban mareados aguantando las ganas de vomitar. Ese fue el primer ejército libertador de Suramérica.
Al mando de todos estos soldados venía un general. Un general de mucha experiencia, muy sabio y muy valiente que pensaba como filósofo, hablaba en varios idiomas, tocaba flauta, leía y escribía todo el tiempo, pero peleaba como un valiente soldado de esos que sí saben pelear. Se llamaba Francisco de Miranda ese general. Francisco de Miranda, sabía que esta expedición no estaba fácil, pero después de muchos años buscando apoyo supo que no podía esperar más.
Con el Leander venían otros dos barcos llamados Bee y Bacchus, pero fueron capturados en combate por los barcos españoles que custodiaban las costas de Venezuela. Allí cayeron los primeros mártires de la Independencia suramericana. Sin embargo, muy pronto el general Miranda consiguió refuerzos, más hombres y más barcos, y el 3 de agosto de 1806 logró desembarcar en tierra firme, derrotar en combate la resistencia española e izar la bandera de los colores primarios. Esa fue la primera victoria por la Independencia continental.
Casi nadie se dio cuenta, pero fue en ese preciso instante que América Latina se comenzó a descolonizar. Los pocos pobladores que vieron la bandera tricolor soplada por el viento de Coro no alcanzaron a comprender la importancia de lo que vieron; pero, en ese histórico día, trescientos años de ocupación extranjera se empezaron a derrumbar.
Diez días después, el general Miranda se vio obligado a regresar al mar. Pero ya el bien estaba hecho. Al conocer la hazaña del Leander, los patriotas de toda América Latina compartirían la misma certeza: “Ya sabemos que no es invencible el reino de la desigualdad. Si Miranda, desafiando un imperio, logró desembarcar en Venezuela, librar la primera batalla victoriosa, izar la bandera del arco iris,, está cerca la hora de la Libertad”. Y tanta verdad había en estas palabras, que en menos de dos décadas se declararía, se pelearía y se ganaría la Independencia en toda Latinoamérica.
Es por eso hijo mío, aunque mucha gente todavía no lo sepa y sigan repitiendo que Miranda fue derrotado en 1806, que la llegada del Leander a la Vela de Coro fue el comienzo de la liberación continental. Es por eso que todos los niños y niñas de Nuestra América deben conocer la importancia del Barco de la Libertad.
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