La cultura es la conciencia de marcha que tiene una determinada estructura social. ES su marcha, su vía elegida para su vivencia en esto. Bienhechora de los hechos que incuban y promueven su desarrollo, mortal o no lo incubado -simbiosis de circunstancias, contradicciones-, es siembra en campo, a la vez que el campo mismo. Su conocimiento es poder del (la) practicante. Y si impulsamos, cultura es la cosecha de esa siembra, a fertilización del suelo, fertilidad del suelo. Terapia más apropiada no se conoce para sostener la vida de los pueblos, el espíritu protector procede a fortalecer en dignidad, virtud que alarga la vida de los pueblos más allá de su muerte, eso es la cultura.
La relación entre los humanos, es una armonía tensa cuyas luchas por su mejoría, conllevan cambios de la concepción que se trae, por otras que intentan implantarse en miras al mejoramiento común; al provocarse, los cambios suscitan transformaciones esperadas, resistencia de la concepción que tiende a permanecer y la nueva visión que busca implantarse. Y la visión de justicia es trascendental en la interrelación humana. Lucha milenaria esa, aventurar un marco que justamente alimente los derechos de hermandad, implica nutrir de elementos que lubriquen y aceleren el proceso. La vía más expedita es abrir vías de conocimiento. O sea, Cultura precisamente. Es lógico que lo menos que ha hecho esto que juzga a ser un proceso revolucionario, es engranar a la maquinaria ejecutiva de la visión sesgada a una Visión Cultural Ejecutiva. Engranar dije, no exhortar.
No es que esto no se conociera. Pero al vivir en modo parcelado, cada cual a lo suyo, la cultura fue lo que más. Y sesgada pasó del proceso que se quiere eliminar a esto que pretende ser totalmente distinta. El punto es que en el devenir de este proceso, la propia forma de la Cultura acaeció maltrecha, parcelada en “actividades culturales”, como lo ha estado siempre, el mismo motor prosigue su anti-marcha revolucionaria, no conoce otra marcha. De ahí que vemos que cultores son los poetas, pintores, músicos, bailarines, etc., cuando tanto la alfabetización como tener conciencia de prevención de la salud, son ramificaciones culturales que se han atendido aisladas, separadas, puesto que aún no se ha asumido una Conciencia de Marcha Revolucionaria desde y hacia todas las ramificaciones ejecutivas y aleatorias que el estado integre.
Y si la miramos en sus fautores parcelados, “los activistas”, peor aún, esta forma cultural acaeció maltrecha para ser ejemplo, acostumbrada a ser orilla, no meollo, sus desarrolladores son una fuerza raquítica sin fuerzas ni conocimiento, veletas que lo menos que distinguen es opinión de resignación. Apenas han sido motores inclinados por su naturaleza desplegar casi instintivos tal o cual disciplina, sin la menor idea del campo en donde está metido, “apolíticos” del arma que posee, menos aún sin saber que “revolución es cultura”. Al cultor se le enseñó a ser sobreviviente; los concursos, salones, “castings”, son cepos antes que válvulas de escape. Aún su destino.
Al encasillarla, sin que ella misma se pronunciara como lo que debe ser, el alma de un nuevo modelo, se la maniata prácticamente para favorecer a los elementos alienantes disfrazados de culturales, para que la farsa prosiga una entonación de rémora: Cultura es Chávez. De ese modo, las misiones al ser acción del líder, dejan de ser parte de una confección largo rato más penetrante, la cultural. Se ha acostumbrado no a que cambie el pueblo, sino a que Chávez siempre exhorte y que es el círculo que lo rodea el que no funciona, de pasar algo no es culpa del líder. Mientras, el desdén, la flojera, el escalafón, la burocracia, el parasitismo, prosigue su estiramiento a la cultura como adorno prescindible que hala hacia el lado de la derrota de este proceso. Y lo hace bien.
Los cambios que se fomenten para la gestación de un nuevo hombre, DEBEN poseer un denso contenido cultural impregnado en la vida del formulador de esos cambios. Esa vida es pauta para la grey a concienciar. Su ejemplo es simiente de la cultura a poner en marcha. El ejemplo es fertilidad, su vida es fertilizar, y las siembras progresan.
Si revolución es cultura, está perdida. Esta por lo menos. Se le ha arrebatado la visión a partir de su naturaleza hacia los retos, de paso, los realizadores de las actividades no pueden estar en peor estado. Todos los reclutas de la nación están largo rato en mejor estado que los “cultores de actividades culturales”, el gremio peor tratado. No me extraña que el cultor sea el más maleable en cuanto a su opinión, el más fácil de “ensuciarle” las manos y su dignidad, a su propio instinto. Ejemplos sobran de obras canjeadas por una botella de licor. Al activista cultural es a quien más se le exige de paso que su obra sea altruista, ad honorem, cuando los reclutas de la nación –siguiendo el ejemplo-, por más virtuosos que sean sus actos tienen sus quincenas aseguradas, cuidado si no medallita por la virtud.
Conviene al modelo constituido que no se haga árbol este proceso y que aún permanezca como brizna en el campo, el incipiente logro cultural sin concatenarse. Que lo de la “incipiencia” no es por querer discriminar sus frutos, sino porque en su dispersión, el ataque se facilita, a pesar de los frutos –por más maravillosos- obtenidos. La integridad brilla por su ausencia en un proceso que lucha por ello en cuanto al nuevo ser a pretender. No existe ese concepto de vida que es básico y revolucionario. No existe porque tampoco lo vive el ser común. Excepto el motor empujado, no existe el ESTÍMULO que levante el ánimo, lo eleve a la certeza del momento que triunfa (¿o “triunfa”?), que lo del motor, lo simplifica el ejemplo del propio color rojito rojo para el cumplimiento convenido. Crea corrillo antes que revolución. Los aportes que supuestamente son apoyo del nuevo puente, son motores empujados, aprovechados para resolver lo inmediato, pero la convicción de que eso es fruto de gran esfuerzo, NO existe, antes bien, que es resultado de la buena suerte del petróleo, ES la cultura común, LA que marcha.
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