Hace días que los políticos de la oposición han desaparecido de las pantallas de la televisión. Su lugar está siendo ocupado por “especialistas” de las más variadas disciplinas: cineastas, médicos, psiquiatras, economistas, etc., acompañados por los más conspicuos representantes del periodismo protagonizando la campaña de propaganda en forma directa, agresiva y total. Se han borrado de un solo mamonazo los personajes que inundaban los espacios mediáticos. No aparecen ni para remedio los Mendoza, Salas, Ledesma, Ramos, Borges, etc., ¿por qué?.
No es necesario ser una lumbrera para obtener algunas lecturas de este cambio en la estrategia comunicacional. La diferencia fundamental entre los antes señalados y l@s Colomina, Bravo, Fernández, Rodríguez, Giusti, Massó, Poleo, Salazar, Pacheco, etc., poco, tal vez nada, tiene que ver con los fines últimos de servir a la plutocracia criolla o al imperialismo en todas sus formas, en eso, medios y fines son idénticos. La diferencia entre estos dos grupos de servidores de la reacción está fundamentada en que, los primeros alcanzan sus púlpitos mediante delegación de autoridad a través del voto y los segundos sólo responden a sus amos. Los primeros son cancerberos por delegación en tanto que estos últimos por pura vocación y mandato crematístico, viven por el silogismo prostitucional: Me pagan luego me vendo.
Esto, desde luego, proporciona una luz para el entendimiento. Los políticos, obviando su catadura ética, están obligados a rendir cuentas a sus electores. Cobran por sus éxitos y pagan, con la dura moneda del olvido, sus fracasos. La mejor encuesta sobre la marcha de cualquier proyecto político se obtiene al observar el nivel de pescueceo. Cuando algo huele a fracaso desaparecen los padres y hasta los parientes más lejanos. Cualquier asomo de éxito es disputado a cuchillo. Este callarse y estar como ausentes es un perfecto fracasómetro. Los dueños de la conspiración tienen que ordenar a sus jornaleros dar la cara. Los políticos se hacen los holandeses. A los caraduras mediáticos no les queda más remedio. Miente, escandaliza, grita que el 15 cobras.
Se está ante la nueva fase de la conspiración. Los asalariados, con título de comunicadores sociales, -sólo algunos por cierto- más algunos otros “dignos” profesionales han recibido la orden: Destapar la caja de Pandora, prender el ventilador excrementero, ir a por la yugular del pueblo. La orden la dio Alberto Federico cuando, desencajado e iracundo, le enrostraba a los políticos “falta de carácter” y añadía: “hay que ir a fondo, hay que endurecer la campaña”. Al día siguiente, Marta Colomina pedía “acciones de protesta en la calle” y los corre po’el suelo del Bloque Democrático, atentos a las instrucciones, anuncian la Guarimba II.
Están desesperados, y el desespero es muy mal consejero. El pueblo venezolano debe prepararse para cualquier cosa por absurda que parezca. Los plutócratas mediáticos han decidido tomar la tarea en sus manos sin intermediarios. Usarán cualquier medio, por inmoral y criminal que este sea, para responder a los amos internacionales. No aceptaron la mano extendida tantas veces por el gobierno y ahora se sienten embarcados y a las puertas de una verdadera catástrofe. Están en el infierno y agitan a sus cancerberos.
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