La guerra comenzó hace muchísimo tiempo. Cuando el primer hombre dijo “mío” y agarró un garrote para hacérselo entender a su vecino. Después comprendió que al ser que producía: recolectores, sembradores o cazadores y especialistas en el uso del garrote, él mismo era quien se los sembraba y apareció entonces la palabra “mía”. Nacieron así la propiedad privada y la familia. Se fueron desarrollando y creciendo las familias, ocupando cada vez mayores territorios o espacios para la caza, la agricultura o la pesca, se formaron las tribus, los clanes, hasta llegar a conformarse el estado. El estado nace no solamente para proteger el territorio costumbres y pertenencias de un determinado conglomerado de los eventuales enemigos externos. Su razón primordial es servir de herramienta por parte de los que mandan para someter a los que son mandados. O en otras palabras: de los explotadores sobre los explotados, de los pequeños grupos privilegiados sobre las grandes mayorías. Su esencia es represiva y sus instrumentos las armas. En la larga y matizada historia del desarrollo “civilizatorio” del hombre sobre la tierra ha ido evolucionando el concepto de estado, mas no su esencia. Del estado esclavista, cuya productividad se basaba en el empleo de las “máquina parlantes” pasando por las ciudades estado, el estado feudal hasta el estado capitalista y ahora su fase “final y última” imperialista, el estado ha mantenido su característica de instrumento de dominación de clase. El estado capitalista no es más que la dictadura de la burguesía, dentro de su amplia gama de estructuras gubernamentales, desde democrática representativa hasta fascista según las necesidades y las circunstancias. Simultáneamente y como contraparte a través de los tiempos la conciencia humana ha venido generando la rebeldía, el pensamiento y la acción revolucionaria contra cada uno de los estadios de la explotación. La sociedad capitalista, ahora en su fase final y última es una forma de organización social, política y sobre todo económica, que ha creado las condiciones para la transición hacia la creación de un estado al servicio de las mayorías. Se ha llegado a un nivel de desarrollo de la productividad que la humanidad dispone de las herramientas para la instalación de una sociedad de la abundancia para lo cual será indispensable que el estado ahora esté al servicio de las mayorías. Un estado diferente, al servicio también de una clase para someter a las demás, pero esta vez al servicio de los trabajadores de la ciudad y el campo. Para construir una sociedad de justicia social, ahora si verdaderamente democrática, donde la lucha por la paz, el más grande anhelo del ser humano deje de ser una entelequia y se convierta en pan de cada día. Hasta arribar en un futuro ojalá no tan lejano a la instauración de la sociedad sin clases sociales, en la que no sea necesario el estado, que todos seamos iguales y el ser humano se desarrolle pleno, creador, libérrimo. Donde florezca la individualidad como parte preciosa del conglomerado humano, plena, despierta, crítica, combativa, solidaria. La sociedad comunista.
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