De entrada algunos dirán, con toda razón, que no se debe mezclar la
gimnasia con la magnesia, o, como decía Luís Sandrini: “Una cosa es
una cosa y otra cosa es otra cosa”. Los más filosóficos podrían añadir
que el béisbol es algo demasiado serio para ponerlo en manos de los
políticos. En ambos casos me quito la cachucha para mostrar respeto y
discreción.
Lamentablemente en este momento tanto las pasiones políticas como las
beisboleras están a toque de bola, como para que se forme un
zafarrancho de marca mayor. Por una parte connotados líderes de masas
se han involucrado en la tradicional rivalidad que mantiene entre la
pasión y el delirio a caraquistas y magallaneros. Por la otra,
estrategas publicitarios de oposición, incluyendo la gente de ARS,
Súmate y la embajada que ustedes conocen, recurrieron al ambiente y al
argot del béisbol para acosar al gobierno.
Los estadios de la pelota rentada se han utilizado como cajas de
resonancia para lanzar consignas tan insulsas como malintencionadas,
buscando tal vez que se formara una bronca televisada a todo el país,
transmitida en vivo y en directo por los canales nacionales e
internacionales debidamente permisados por Conatel.
Los jóvenes estudiantes de las manitas blancas y demás protestantes
de laboratorio compraron las entradas más costosas al Estadio
Universitario para desplegar letreros con la leyenda “tas‘ ponchao”,
la cual simultáneamente apareció en franelas, stickers o letreros en
los vehículos particulares y ahora forma parte de las consignas
infaltables en cualquier acto de repudio al Presidente Chávez.
A partir del juego final del campeonato criollo se han publicado
algunos escritos teñidos por la tristeza marina de los navegantes
derrotados. Uno de ellos, en una conmovedora reflexión, anotaba que
buena parte de la culpa la tiene el manager Carlos García, del equipo
de la nave hundida. Creo que el problema se agudizó al llamarlo
“Almirante García”, mezclando no solo la política, sino la jerarquía
militar, con el juego de pelota.
Ciertamente el Magallanes es un equipo popular que cuenta con
simpatizantes en todas las regiones del país y ser magallanero
representa una forma de ser venezolano. Pero nadie puede reclamar la
titularidad de nuestra idiosincrasia. Igualmente criollos y populares
en diversas localidades son los caraquistas. Ser simpatizante de uno u
otro equipo no implica pertenecer a una clase social o a determinada
tendencia ideológica, pues nada tiene que ver una cosa con la otra o,
como dice el dicho, tan conchudo es el cachicamo como el morrocoy.
Por lo demás, los que afirman que Chávez está ponchao no se dan
cuenta, o peor aún, ignoran que un ponche no representa más que un
out, que ni siquiera implica la derrota en el ining correspondiente y
mucho menos la pérdida del partido. Chávez se puede ponchar y
probablemente le ocurrirá algunas veces, pero este juego sigue hasta
el ining final, en diciembre de 2012, cuando se verá quién canta
victoria.
Finalmente y hablando como los locos, cuentan que en estos días una
agraciada estudiante margariteña le preguntó a su progenitora: “¿Mamá,
cómo hacen el amor los leones?”
La madre le contestó con un dejo de amargura: “No lo sé, mija. Tu
papá es magallanero.”
augusther@cantv.net