El desastre de la tele oposición venezolana no es casual ni huérfano. Tiene un grueso número de causas y padres, aunque estos últimos brillen por su irresponsabilidad para reconocer su hijo. El arribo al gobierno del Presidente Chávez, y con él la revolución bolivariana, se produce sobre las ruinas de un sistema de partidos políticos absolutamente desprovisto de valores filosóficos e ideológicos, junto a una frondosa corrupción oportunista y pragmática, consecuencia natural del vacío de esencias.
Desde la década de los ochenta y hasta finales del siglo XX resultaba inútil esperar una respuesta de cualquier militante socialdemócrata (AD & bros.) o socialcristiano (COPEI & los mismos bros.) acerca de la ideología de su partido o la razón de su militancia que no fuesen tan profundas como estas: “En mi familia todos somos..”; “Me gusta”; “adeco es adeco hasta que se muere”; “yo soy así…”; o cualquier otro rosario inimaginable de contundencias parecidas. Por esa cañería insondable se fue el sistema político que gobernó a Venezuela durante cuarenta años.
Ante la emergencia arrasadora de un movimiento como el bolivariano, armado de contundencia ideológica, proyecto y mensaje, la vacante y el vacío fueron presurosamente llenados por los sempiternos amos de estos partidos: La oligarquía criolla. Lo hicieron a través del instrumento que consideraron más apto y solvente: Los medios de comunicación. Estos se dejaron de tonterías, apartaron la mañosa estrategia de apoyar políticos a cambio de espacios y cuotas de poder y emprendieron el protagonismo directo. A por el poder, sin anestesia y sin intermediarios.
Apoyados en una inocultable cuota de credibilidad, -ver las encuestas de la época- que les permitía actuar sobre una población que daba por hecho y verdad cuanto saliera en una pantalla de televisión o un titular de prensa, e inexistente cuanto allí no se reseñara se dieron a la tarea de trabajar sobre un mundo absolutamente virtual. Sociedad civil de pantalla, economía de pantalla, encuestas de pantalla, problemas sociales de pantalla, derechos humanos de pantalla, política de pantalla, movilizaciones de pantalla, y a todo esto: país, misiones sociales, aspiraciones, logros, ilusiones, cultura, historia y pueblo sin pantalla, es decir inexistente.
El resultado es evidente. Al modo de Tántalo, el rey de Lidia, los políticos tradicionales dieron a comer a los dioses, oligarcas y dueños de medios, la carne de su hijo Pélope, su propia naturaleza como actores políticos, y estos les han arrojado al Tártaro virtual condenándoles a ser presa de hambre y sed inextinguibles. Alentados por consignas publicitarias como: “Ni un paso atrás”; “ahora o nunca”;”la batalla final”;”llegó la hora”; “de hoy no pasa”; "fuera ya"; "elecciones ya", y que se yo cuantas otras estupideces elaboradas por publicistas, propias más bien del mercadeo de polvo para lavar que de una campaña política, han devenido en partidos políticos huecos, cascarones vacíos, sin líderes, sin proyectos, sin programas, sin ideas, autistas vocacionales y ciegos ante la realidad. Absolutamente incapaces de llegar a nadie que no esté bajo el influjo condicionante de estos medios. No pisan un barrio, no tocan una persona, no hablan con nadie, no piensan en nada, no hacen nada, sólo pescuecear por un espacio en el Olimpo mediático. Entregados a los medios en cuerpo y alma, son estos los que les marcan la agenda, la tarea diaria el objetivo inmediato. Se cuidan mucho de airar al amo, saben que la consecuencia es la extinción, la desaparición del medio, su fin.
Bien, es hora de soltarse de la noria, deben dejar de perseguir la zanahoria mediática, deben asumir responsabilidades, deben elaborar plataformas ideológicas, en fin, es hora de que salgan a la calle, se mojen y pisen el suelo, no hacerlo dejará a este país y la revolución bolivariana sin la necesaria presencia de una oposición contralora, estimulante y correctiva. Los políticos de oposición tienen que desmarcarse de la oligarquía y sus medios. El barranco hacía donde estos “dioses”, enceguecidos por su propia soberbia y arrogancia ilimitada los conduce terminará por aplastarlos. Tanta brutalidad sólo puede acarrearles la extinción, pero no sólo a los políticos sino a sus actuales mentores, la oligarquía y sus medios. Un rayo de luz debe llegar a las mentes de la clase política, al menos a un sector de ella por su bien y el de sus amos. Algunos entre ellos, acaso los más inocentes, debe gritarle a la oligarquía y los dueños de medios que están desnudos, que el traje no es de oro invisible sino de excremento hediondo. Ya empiezan a verse algunos signos. El editorial de Teodoro Petkof en su diario Tal Cual el día 18 de agosto es un poema. Las declaraciones de Albis Muñoz, presidenta de la organización empresarial FEDECÁMARAS, en la cual reconoce que: “la política que hemos seguido nos ha apartado de importantes espacios empresariales”, es un buen signo. Ahora le toca a los políticos sin vocación suicida, por más que en estos momentos no abunden. Por eso hemos decidido colocar un aviso clasificado con caracter de urgencia: SE SOLICITA OPOSICIÓN CON MOTO PROPIA.