Cuando el país se debate entre
los gritos histéricos de la adolescencia política oposicionista y
sus respectivos abultamientos mediáticos nacionales e internacionales,
la nación, como otras del hemisferio, es afectada por el fenómeno
de calentamiento climático y una continua y persistente
desaparición de bosques por efecto de la tala y la quema indiscriminada,
especialmente en zonas altas, cuyos árboles siguen cayendo hacia
la aridez de una tierra cada vez más desolada.
Para muestra las estadísticas
de la FAO ofrecidas hacia el año 2001 daban cuenta de que “durante
la década de los 70, los bosques de Venezuela fueron talados a razón
de 245.000 hectáreas por año (FAO, 1988).. En la década de los 80
la destrucción aumentó en forma dramática, para alcanzar un promedio
de 600.000 hectáreas por año (FAO: FOREST RESOURCE ASSESSMENT 1993).
Sólo en esta década años se destruyeron en el país 6 millones de
hectáreas de bosques”.
¿Quiénes eran los responsables
entonces? Ya lo sabemos pero ¿cuál nuestra responsabilidad hoy?. Definitivamente
diseñar políticas impactantes conducentes a neutralizar la desaparición
de bosques con especial atención sobre zonas altas serranas que es
donde se desarrolla el mayor ciclo de evaporación, densificación
y enfriamiento de las nubes que nutrirán las fuentes acuíferas para
el consumo humano.
Por experiencia propia conocí
la sordera de algunos funcionarios medios de ambiente en este proceso
revolucionario sobre proyectos y propuestas destinadas a neutralizar
este fenómeno en regiones puntuales como la Serranía Maestra del Interior,
tan agravante como el calentamiento global es la indiferencia oficinesca,
luego me di cuenta que algunos eran los mismos burócratas que durante
las décadas de la Cuarta República nada hicieron para asumir posturas
de responsabilidad para la conservación ambiental.
Centros ecológicos de desarrollo
endógeno combinando la acción socioproductiva que apliquen programas
técnicos con rubros como el plátano concertadamente con la siembra
de especies perennes, un paso más allá de la Misión Árbol,
permitirán una recuperación lenta pero progresiva de suelos afectados
por talas y quemas anuales especialmente en zonas serranas. Por ello
la producción intensiva en vez de la extensiva es una acción revolucionaria
urgente impostergable para la defensa estructural de este Proceso Bolivariano.