Nota: El presente artículo apareció en la revista New Internationalist Magazine (www.newint.org). Debido a su importancia en iberoamérica, su autor, el periodista de investigación estadounidense Greg Palast, ha publicado una traducción del mismo al castellano en su sitio web www.GregPalast.com Invitamos a nuestros lectores a visitar su sitio web, leer sus artículos referentes a la globalización corporativa, y leer su libro "La mejor democracia que el dinero puede comprar", donde Palast desenmascara el carácter anti-democrático del sistema electoral estadounidense, el nivel de influencia de las corporaciones, y el fraude electoral cometido en las mas reciente elecciones presidenciales. |
La revuelta de los rubios
El 1 de mayo, desde el Hotel Hilton, 200.000 rubios marcharon hacia el este a través del corredor de tiendas de Caracas a lo largo de la Avenida Casanova. Al mismo tiempo, medio millón de trigueños convergían hacia ellos desde el oeste. Podría parecer un comercial cómico de champú si dieciséis personas no hubieran muerto por disparos dos semanas antes cuando los dos grupos se cruzaron.
Los trigueños del 1 de mayo apoyan al Presidente venezolano Hugo Chávez. Bajaron desde los ranchos, las pústulas de grotescas casas de ladrillo rojo, encaramadas una sobre otra, que hacen erupción en las empinadas e inestables colinas que rodean esta ciudad de cinco millones de habitantes. Los ladrillos de muchos ranchos son nuevos, una reciente mejora en estas fétidas e improvisadas villas miserias donde muchos anteriormente se refugiaban tras paredes de cartón.
"Chávez les da ladrillos y leche", me dijo un reportero de televisión, "así que votan por él".
Chávez es redondo y oscuro, como una nuez de cola. Al igual que sus seguidores es un "indio". Pero los rubios, "los españoles", son los dueños de Venezuela. Un grupo cerca de mí en la marcha de los rubios gritaba "Out! Out!" en inglés (¡Fuera!), exigiendo la expulsión del Presidente. Una ejecutiva de aceites comestibles, con sus tacones altos, lentes de diseñador y sostén de media copa había acudido, dijo, "para luchar por la democracia". Agregó: "Trataremos de hacerlo institucionalmente", una frase que no significaba nada para mí hasta que una banquera con lápiz de labios rosa pálido me explicó que para eliminar a Chávez "no podemos esperar a las próximas elecciones".
Los antichavistas no equiparan la democracia con el voto. Con 80 por ciento de la población de Venezuela en el nivel de la pobreza o por debajo, las elecciones no son atractivas para los financieros que protestaban. Chávez ganó las elecciones de 1998 con un aplastante 58 por ciento del voto popular y eso no era probable que cambiara, a no ser a punta de pistola.
Así que el 12 de abril el liderazgo de negocios de Venezuela, apoyado por unos pocos generales "españoles", volvieron sus armas contra el Palacio Presidencial y secuestraron a Chávez. Pedro Carmona, el jefe de Fedecámaras, la confederación nacional de los negocios y la industria, se autodeclaró presidente. Este golpe, pudiera decirse, fue la última palabra en cabildeo corporativo. A las pocas horas se dedicó a echar atrás las 49 leyes de Chávez que tanto habían molestado a los capitanes de industria, ejecutivos de compañías petroleras extranjeras y latifundistas, los grandes propietarios de plantaciones.
El abrazo de los banqueros
Carmona se había adornado con cintas y lazos impresionantes para su toma de posesión. En el gran salón de Miraflores, repleto de la elite venezolana, Ignacio Salvatierra, presidente de la Asociación de Banqueros, firmó el documento de la autoelección de Carmona. Los dos se abrazaron emocionados y el público aplaudió.
Carmona decretó entonces la disolución del congreso de la nación y del tribunal supremo, mientras que la gente de negocios aplaudía y gritaba "¡Democracia! ¡Democracia!" Más tarde supe que el Cardenal de Caracas había llevado a Carmona al Palacio Presidencial, un toque digno de Genet en este drama alucinante. Esta fantasía se haría humo "al cantar el gallo", como me dijo Chávez en su poética manera.
Miguel Bustamante Madriz, un ministro de Chávez que había escapado de los golpistas, bajó con 60.000 trigueños desde el Barrio Petare hacia Miraflores. Mientras miles marchaban contra el golpe, las estaciones de televisión de Caracas, propiedad de los barones de los medios que apoyaron (y posiblemente planearon) el golpe, transmitían telenovelas. Los propietarios esperaban que la falta de cobertura impediría que creciera la manifestación chavista; pero aumentó al doble, y al doble, y al doble. El 13 de abril estaban dispuestos a morir por Chávez.
No fue necesario. Acabada de terminar su de toma posesión de fantasía, Carmona recibió una llamada del jefe del regimiento de paracaidistas pro-Chávez con sede en Maracay, cerca de la capital. Para evitar el derramamiento de sangre, Chávez aceptó ser "arrestado" y sacado por los "putschistas", pero no dijo a los complotados que varios cientos de soldados leales habían entrado por corredores secretos debajo del Palacio. Carmona, rodeado, podía escoger su forma de morir: balas desde dentro, cohetes desde arriba o ser desmembrado por la manifestación de "ladrillos y leche" que rodeaba la mansión presidencial. Carmona se quitó las cintas de disfraz y se rindió.
Contra los gigantes del petróleo
Entrevisté a Carmona inclinándome desde la ventana del cuarto piso de un apartamento en La Alombra, un complejo habitacional de muchos pisos. Le hablé en mi español enredado hasta su balcón a unas cuantas yardas de distancia en el mismo edificio. El que fue una vez importante ejecutivo de la petroquímica estaba bajo arresto domiciliario --suerte que tienen algunos. Si él hubiera intentado derrocar al Presidente de Kazahkstán (o al de Estados Unidos), a esa hora tendría una bala en el cráneo. Chávez, en un amable aunque tirante gesto a la máxima autoridad de los privilegiados, simplemente confinó a Carmona en su caro apartamento.
En respuesta a mi pregunta de quién le había dado la autoridad para autodenominarse presidente, el líder del golpe respondió: "la sociedad civil". Para él eso quería decir los banqueros, los jefes de la compañía petrolera y otros que firmaron su proclamación.
Lo más revelador fueron las leyes de Chávez que Carmona y los líderes del golpe objetaron. El mal mayor era la Ley de Tierras, la nueva ley que prometía entregar a los desposeídos la tierra ociosa, en particular las propiedades mantenidas fuera de producción por los grandes latifundistas durante más de dos años. Pero el cargo de Chávez no hubiera estado en peligro si no se hubiera atrevido también con los gigantes internacionales del petróleo. Los crímenes de Chávez contra los intereses de la industria petrolera incluyeron aprobar una ley que doblaba los impuestos de regalías pagados por ExxonMobil y otros operadores, de aproximadamente 16 por ciento a más o menos 30 por ciento sobre los nuevos pozos. También había dado pasos para controlar la compañía petrolera estatal PDVSA -- nominalmente propiedad del gobierno, pero al servicio de los operadores extranjeros.
Hasta aquí Chávez había reorganizado casi por sí solo la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) al prometer que Venezuela cumpliría sus cuotas de venta en la OPEP, lo que provocó que los precios del petróleo subieran a $20 el barril, casi el doble, Fue este dinero petrolero el que pagó por el programa de "ladrillos y leche" y puso a Chávez frente a frente con ExxonMobil, el extractor número uno de petróleo venezolano.
Esto no fue cosa de poca importancia para Estados Unidos. Como dijo el secretario general de la OPEP Alí Rodríguez, "La dependencia de EE.UU. en el petróleo está aumentando progresivamente. Venezuela es uno de los más importantes suministradores de EE.UU., y la estabilidad de Venezuela es muy importante (para ellos)". Fue la nación sudamericana la que acabó en 1973 con el embargo petrolero árabe al incrementar la producción más allá de sus cuotas en la OPEP, a partir de sus enormes reservas. Es más, supe por Alí Rodríguez que el golpe del 12 de abril fue provocado por los temores de EE.UU. de un renovado embargo petrolero árabe. Iraq y Libia estaban tratando de hacer que la OPEP suspendiera las exportaciones de petróleo a EE.UU. como protesta del apoyo estadounidense a Israel. El acceso de EE.UU. al petróleo venezolano de pronto se hizo urgente.
En una entrevista Chávez me dijo: "Tengo la prueba escrita, tengo las horas de entrada y salida de dos oficiales del ejército de Estados Unidos en el cuartel general de los complotados. Tengo sus nombres, con quién se reunieron, lo que dijeron, todo en video y en fotos". Prosiguió: "Tengo en mis manos una imagen de radar de una embarcación militar que penetró en aguas venezolanas el 13 de abril. Tengo imágenes de radar de un helicóptero que despega de ese barco y vuela sobre Venezuela y de otros aviones que violaron el espacio aéreo venezolano".
Con enemigos tan poderosos, no parece probable que los intentos por derrocar a Chávez se queden ahí.
Excepción al Nuevo Orden
Aunque la causa inmediata de la necesidad de Estados Unidos por derrocar a Chávez fuera un inminente embargo petrolero, las quejas del administración Bush van mucho más allá. Miguel Bustamante Madriz, miembro del gabinete de Chávez, muestra un conflicto mayor con la agenda corporativa global.
"Estados Unidos no puede permitir que estemos en el poder. Somos la excepción al nuevo orden de la globalización. Si triunfamos somos un ejemplo para toda la América".
A pesar de toda la conmoción en los medios europeos y estadounidenses acerca de cómo Chávez ha "arruinado" la economía, en realidad en el último año el Producto Interno Bruto aumentó 2,8 por ciento. Y todo no se debió a la mejora de los precios del petróleo. Con exclusión del petróleo crudo, la actividad económico tuvo un aumento del 4 por ciento. Compárese la "arruinada" economía venezolana con la de Argentina. Esa vitrina del neoliberalismo terminó el año pasado en una depresión que desde entonces se ha convertido en una espiral económica de la muerte.
Chávez es un reformista en el viejo estilo social democrático: tierra para los desposeídos, inversiones crecientes en casa e infraestructura, control sobre los precios de exportación de productos básicos. Pero con Marx desacreditado como la filosofía de los "perdedores" de la Guerra Fría, el "chavismo" es tan radical como se puede. Su reformismo redistribucionista ofrece una alternativa creíble a las recetas de libre mercado a favor de las corporaciones que actualmente le brindan a Argentina el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Desde 1980 el Banco Mundial y el FMI han impuesto una agenda de libre mercado en cuatro partes: comercio libre, leyes laborales "flexibles", privatización y reducción del presupuesto estatal y de las regulaciones. Chávez rechaza todo esto de plano, comenzando por la falsa agenda de comercio "libre" bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (ALCAN), que los EE.UU. quieren expandir a Sudamérica bajo la égida del Area de Libre Comercio de las Américas. El comercio bajo esos términos es cualquier cosa menos libre para los pueblos del hemisferio sur. En su lugar él pide un cambio en los términos del comercio Norte-Sur, con un aumento del valor de los productos exportados a Europa y Estados Unidos. Las políticas a largo plazo de Chávez para reconstruir la OPEP y las mayores tarifas al petróleo deben verse en el contexto del aplastante desbalance de las relaciones comerciales resumidas por la OMC.
Las reglas del Banco Mundial y de la OMC también han forzado a naciones como Argentina a vender sus bancos y compañías de seguros propiedad del estado o de nacionales a gigantes financieros extranjeros como Citibank de Estados Unidos o el Banco Santander de España. Estos rápidamente han chupado las reservas de divisas del país con lo que han preparado el escenario para la bancarrota nacional al primer indicio de pánicos de moneda impulsados por los especuladores.
La anti-Argentina
Argentina aceptó la medicina económica de los cuatro pasos del Banco Mundial con fatal alegría. No tenía muchas opciones. He obtenido el informe secreto de junio del 2001 del Banco Mundial, "Estrategia de Ayuda al País", en el que se ordena a Argentina salir de la depresión por medio del aumento de la "flexibilidad de la fuerza de trabajo". Esto significa reducir programas de trabajo, destruir las reglas sindicales y rebajar los salarios reales. Compárese con el primer acto de Chávez después de la derrota del golpe: anunciar un incremento del 20 por ciento del salario mínimo. La protección por Chávez de la economía al aumentar el poder de compra de los trabajadores peor pagados, en vez de reducir los salarios, es anatema para los globalizadores.
Su Venezuela es la anti-Argentina, que toma un camino exactamente el opuesto a la orientación dada --y en última instancia impuesta. a Argentina por el Banco Mundial y el FMI.
Por ejemplo, en el documento de junio del 2001, el Presidente del banco Mundial James Wolfensohn expresó su satisfacción particular en el hecho de que el gobierno de Argentina había hecho "una reducción de $3 mil millones en gastos primarios". Reducir los gastos del gobierno en medio de una recesión es un suicidio económico, porque mata la demanda cuando más se necesita. ¿Quién pudo haber empujado a los bancos a exigir un programa tan loco? La respuesta está sugerida en el documento. Ese recorte de $3 mil millones "compensará el incremento de las obligaciones por los intereses" para pagar a los bancos extranjeros --Citibank, Chase Manhattan Bank, Bank of America, Credit Suisse y Lloyd Bank-- que después de desangrar a la nación de su capital, han prestado a Argentina su propio dinero a tasas que sólo pueden calificarse de usura. Los bancos extranjeros que trabajan con el FMI habían exigido a Argentina que pagara una colosal prima de riesgo del 16 por ciento por encima de las tasas de préstamo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Chávez quiere llevar a Venezuela en la dirección opuesta. Su plan es evitar la caída que puede provocar un embargo de la inversión corporativa en su país por medio de impuestos a las compañías petroleras y al gasto --la solución "Ladrillos y Leche", keynesianismo del viejo estilo.
Y mientras Chávez se dedicó a renacionalizar el petróleo y a rechazar la venta del sistema de aguas, Argentina vendió todo, incluyendo el tapón del fregadero de la cocina. El Banco Mundial se contenta: "Casi todas los principales servicios públicos han sido privatizados". Eso incluye la venta de los sistemas de agua a Enron de Texas y Vivendi de País, compañías que inmediatamente despidieron en masa a los trabajadores, dejaron que las tuberías se destruyeran y aumentaron los precios hasta 400 por ciento. Por alguna razón Wolfensohn se sorprende al descubrir que después de estas privatizaciones los pobres carecen de acceso al agua limpia.
Coup nouvelle
George W, Bush es petrolero; él era dueño de compañías petroleras, pero ahora parece que ellas son dueñas de él.
Ciertamente el complot al estilo de los policías de la Keystone contra Chávez por parte del complejo militar-industrial trabajó a favor de los grandes intereses del petróleo. Pero ese es un golpe al viejo estilo con posibilidades de fracasar. Los golpes de estado del siglo 21 seguirán el modelo argentino, en el que los bancos internacionales se hacen dueños de la sangre financiera de una nación, haciendo que el poseedor oficial del título presidencial sea inconsecuente, excepto como factótum de la agenda corporativa.
El libro más reciente de Palast es La mejor democracia que puede comprar el dinero: un reportero investigativo denuncia la verdad acerca de la globalización, las trampas corporativas y los embaucadores de las altas finanzas. Por medio de www.GregPalast.com usted puede leer y suscribirse a las columnas de Palast en el London Observer y de The Guardian y ver sus reportajes para el programa Newsnight de la BBC, incluyendo su entrevista al Presidente Hugo Chávez.