Stevie la Rata tiene un plan siniestro para GM: usar los fondos de pensiones de la empresa para pagar los 6 mil millones de dólares que ésta debe a instituciones crediticias como JP Morgan y Citibank.
Atornillar a los trabajadores del automóvil
Puede que hoy [4 de junio] haya llantina general por la quiebra de GM. Pero enterrar en masa 40.000 de los últimos 60.000 puestos de trabajo con afiliación sindical no le estropeará el día a Jamie Dimon. Dimon es el presidente del consejo de administración del banco JP Morgan. Mientras que los trabajadores de GM pierden sus beneficios de asistencia sanitaria en la jubilación, sus puestos de trabajo, los ahorros de toda una vida; mientras que los accionistas se quedan sin nada de nada, y muchos acreedores, con un palmo de narices; un puñado de privilegiados acreedores de GM –encabezados por Morgan y Citibank—, en cambio, esperan recuperar el 100% de sus préstamos a GM, por un estupefaciente monto de 6 mil millones de dólares.
La vía por la que estos bancos conseguirán su premio de 6 mil millones de dólares es de todo punto ilegal. Huele a rata.
A Stevie la Rata, para ser precisos. A Steven Rattner, el “Zar-Zar” de Barak Obama, el hombre que esta mañana ha asumido esencialmente la responsabilidad de ordenar la quiebra de GM.
Cuando una compañía va a la quiebra, todos resultan perjudicados: justa o injustamente, los trabajadores pierden contratos salariales, los accionistas son borrados del mapa y los acreedores se hacen, a lo sumo, con algunos fragmentos. Es la ley. Lo que los trabajadores no pierden nunca son las pensiones (incluidos los fondos para asistencia sanitaria en la vejez), que ya han sido descontadas de sus salarios y retenidas a su nombre.
Pero esta vez no. Stevie el Rata tiene un plan diferente para GM: servirse de los fondos de pensiones para pagar a Morgan y a Citi.
He aquí el esquema: lo que Rattner pide al tribunal de quiebras es, sencillamente, que incaute el dinero que GM debe a los trabajadores en concepto de seguro de asistencia sanitaria en la jubilación. El dinero en efectivo del fondo de seguros sería reemplazado por acciones de GM. El porcentaje estaría entre el 17% y el 25% de las acciones. Sea lo que fuere lo que valgan el 17% o el 25% de las acciones, bueno… a ver quién es el guapo que paga su diálisis con 50 participaciones en el accionariado de una compañía automovilística en bancarrota.
Sin embargo, Citibank y Morgan, dice Rattner, deberían cobrar todo el pastón –6 mil millones de dólares ya, y en efectivo— de una compañía que no puede pagar ni los componentes automovilísticos ni las facturas oftalmológicas de sus trabajadores.
Detención preventiva para las pensiones
Y bien, ¿qué hay de malo en servirse del dinero de los fondos de pensiones en una quiebra? La respuesta, señor Obama, señor profesor de Derecho, es que es ilegal.
En 1974, tras una serie de escandalosas evaporaciones de fondos de pensiones y de retiro acontecidas en la era Nixon, el Congreso aprobó la Ley de Jubilación y de Seguridad Social del Empleado (ERISA, por sus siglas en inglés). ERISA dice que no se pueden tocar los fondos de pensiones de los trabajadores (ni los pagos mensuales, ni el seguro de asistencia sanitaria), del mismo modo que no se puede tampoco tocar el dinero de las cuentas bancarias particulares de los trabajadores.
La ley es jodidamente explícita al respecto: de ningún modo se puede tocar el dinero de las pensiones. Los ejecutivos de la compañía deben guardar esos fondos de jubilación en calidad de “fiduciarios”. Eso es lo que dice la ley, profesor Obama, según queda expuesta en el propio sitio web del Gobierno bajo el epígrafe “Planes y beneficios sanitarios”.
Cualquier empresa norteamericana que vaya corta de dinero en efectivo podría estar tentada de meter la mano en los fondos de jubilación, pero no es su dinero; es lo mismo que el banquero cuando va corto de dinero: no puede tocar tu cuenta bancaria. Los activos de un plan de pensiones son solo para los miembros del plan, no para el señor Dimon, ni para el señor Rubin.
Ello es que ahora, en efecto, la administración Obama está pidiendo que el dinero destinado al bazo envejecido de un trabajador del automóvil sea bombeado para alimento de las criaturas del Programa de Alivio para los Activos en Dificultades (TARP, por sus siglas en inglés). Los trabajadores se quedarán sin trasplantes pulmonares para que Dimon y Rubin puedan seguir zascandileando. Este es otro momento “Guantánamo” para la administración Obama: sintonizar a Nixon para aceptar la detención preventiva de los seguros de salud de los jubilados.
Trocar los dineros en efectivo del fondo por acciones de GM no convierte en legal la acción de ratear los activos destinados a pensiones de GM. Porque el Congreso, preveyendo trucos de este tipo, dejó sentado que las compañías, en tanto que fiduciarias, deben “actuar prudentemente y están obligadas a diversificar las inversiones del plan, a fin de minimizar el riesgo de grandes pérdidas”.
Por “diversificar” en aras a la seguridad no entiende la ley colocar el 100% de los fondos de los trabajadores exclusivamente en las acciones de una compañía quebrada.
Mal y peligroso negocio: el plan de Rattner abre las compuertas para que cualquier compañía bien conectada políticamente –o en trance de desgracia— entre a saco en los fondos de asistencia sanitaria para los jubilados.
La Casa de Rubin
Resulta que se entra a saco en las pensiones, ¿y los bancos, de rositas? ¿Por qué no se pidió a los bancos, como se hizo con los trabajadores y con otros acreedores, que aceptaran acciones de GM?
Como dijo Butch a Sundance, ¿Y quiénes son estos tíos? Recuerden, Morgan y Citi. Son las reinas corporativas del bienestar que se han tragado ya cerca de un tercio de un billón de dólares en ayudas del Tesoro norteamericano y de la Reserva Federal. No por azar, Citi, el gran ganador, ha pagado más de 100 millones de dólares a Robert Rubin, el antiguo secretario del Tesoro. Rubin fue el hombre que le hizo el puente a Obama con los bancos, para atraerse la aceptación y las donaciones de los mismos a su campaña electoral (es, con diferencia, la mayor fuente de las ayudas empresariales que recibió).
Con los últimos céntimos de GM a punto de caer en un bolsillo y con el Tesoro de Obama en el otro bolsillo, lleva razón Jamie Dimon, el hombre de Morgan, al decir que los últimos doce meses probarán que los bancos “están mejor que nunca”.
Lo que nos lleva a una cuestión: ¿no será que la quiebra forzada de GM y la consiguiente eliminación de decenas de miles de puestos de trabajo no son sino una acción de recolecta para financieros favorecidos?
Y ha sido un gran año para Rattner. Mientras que la administración Obama lograba un buen acuerdo merced a toda una juventud de Rattner dedicada a los Sindicatos de Trabajadores del Acero, trataban de ocultar bajo el chasis que Rattner era uno de los privilegiados del selecto grupo de inversores en Cerberus Capital, los propietarios de Chrysler. “Propietario” es aquí un término vagaroso, porque Cerberus era “propietario” de Chrysler en el mismo sentido en que puede decirse que un caníbal es tu “anfitrión” en el almuerzo. Cerberus no pagó nada por Chrysler; al contrario, recibió miles de millones que la empresa alemana Daimler pagó para desprenderse de Chrysler. Cerberus se hizo con el efectivo, para luego cargar al contribuyente norteamericano el muerto de la quiebra de Chrysler. (“Cerberus”, dicho sea entre paréntesis, es un nombre elegido en honor del perro tricéfalo que, en la mitología romana, guarda las puertas del infierno, el Can Cerbero. Sutiles no son estos tíos.)
Aunque Stevie la Rata, al tomar posesión de su cargo como Zar del automóvil, vendió los intereses que tenía en el Can Cerbero, guardián del infierno, nunca renunció a puesto en el negocio de buitres llamado Quadrangle Hedge Fund. La fortuna personal neta de Rattner se estima en unos 50 mil millones de dólares. Tal es el héroe obrero de Obama.
Si diriges un negocio y juegas a toda leche perdiendo los fondos de tus trabajadores, puedes terminar en la cárcel. El plan de Stevie la Rata no es otro que el del Gran Robo de las Pensiones de los Trabajadores del Automóvil. Y no es menos delictivo por el hecho de que sea el mismísmo Presidente quien está al volante del automóvil en fuga.
* Greg Palast es economista y periodista. Fue negociador sindical, y es autor de varios superventas, entre los que destacan La mejor democracia que se puede comprar con dinero y Manicomio armado. Es accionista de GM y miembro del sindicato de los trabajadores norteamericanos del automóvil.
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