Miguel Henrique* y la razón pura

Hay momentos en la vida en los cuales la irradiación del saber descarga golpes crueles sobre nuestras opacidades. Se debate uno entre el embeleso y las ganas de salir corriendo. El dilema CAPiano en todo su esplendor nos abate: “Ni esto ni lo otro sino todo lo contrario”. Sentimiento de pérdida infranqueable. ¿Dónde estuve todo este tiempo? Como reconocía el Obispo de Hipona al descubrir el Espíritu Santo: “¡Oh Belleza siempre antigua y siempre nueva que tarde te conocí!”, yo, de hinojos ante ti repetía, -así lo sugería la divina histérica de Ávila- una y otra vez: Miguelito, Miguelito, Miguelito,…en intento inútil por conectar con tu espíritu, me ayudaba contemplando con fervor y recogimiento tu divina imagen en la pantalla de Globovisión, alabado seas Miguelito.

Verte desarrollar tu análisis epistemológico, tu discurso sensocrítico y en fin, el encaje de bolillos de tu fina dialéctica hegeliana para demostrar la verdad verdadera del cruel acontecimiento terrorista acaecido en la Rusia putinesca, sus causas profundas, sus razones y esencias es una experiencia parusáica, una teofanía pues. ¿Dónde se meterán ahora, -abatidos por tu luz- los menesterositos “eruditos” (A partir de hoy si no les firmas una constancia nadie les quita las comillas, ¿OK?), Roberto Hernández Montoya, Luís Brito García, Gustavo Pereira o el desterrado en las lejanas tierras del sol naciente, buscando la salida del sol, Manuel Brito? No se, hay mamonazos en la vida que…Yo no se. (vallejandito q.a.q.)

Trataré de reproducir tu análisis, ¡vano intento! sin tu finura discursiva, -¡que atrevimiento!-:

Primero: El problema en Chechenia viene de lejos. (Observen la profundidad y conmuévanse). El asunto adquiere proporciones graves cuando el comunismo estalinista aplastó el derecho a tener patria de la sociedad civil chechenia. ¡Cómo está ocurriendo en Venezuela!, añadiste. Verónica al paso que dejaría sin aliento al propio Joselito El Gallo.

Segundo: Cuando se derrumba la Unión Soviética, Chechenia, al igual que Letonia o Estonia, alcanzó la oportunidad de ser autónoma. Se celebró una elección en la que el candidato a presidente, respaldado por el imperialismo, gana con fraude y desconoce la voluntad de la sociedad civil chechenia, dando origen a esta larga y dolorosa guerra entre un pueblo que quiere ser libre y la imposición imperialista. Véase el peligro de desconocer unas elecciones, unas ansias de libertad, una determinación de tener patria y la ceguera del imperio imponiendo su modelo y sus intereses, ¡como ha ocurrido en Venezuela! Dejaste caer al boleo. Esto, adorado Miguelito, es de un sublime tan lindo, tan cuchi, que dejó las Cuatro Estaciones de Vivaldi reducidas, por ti, Miguelito, sólo por ti, a mi tío Francisco charrasqueando el cuatro. Eres poderoso Miguelito.

Tercero y desgarrador: Putin, es un individuo ciego, soberbio y arrogante, incapaz de entender la naturaleza del pueblo chechenio, sólo podía esperarse de este individuo una solución grotesca. Putin, por su altanería, conducirá este conflicto a un largo baño de sangre. Lo más parecido a Putin es Bush y son los republicanos. La solución imperialista que Putin pretende para el pueblo chechenio es la misma que le ha aplicado Bush a la heroica sociedad civil venezolana. El fraude y el desconocimiento de su voluntad. El resultado será el mismo. No se podrá frenar el amor libertario, la pasión soberana y el ansia de justicia del pueblo chechenio como no lo podrá hacer el régimen y sus protectores imperiales, con el pueblo venezolano. Yo empiezo a sacar de mi biblioteca a Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Carlitos Marx, Vladimiro Lenin, Trotsky, Sartre, etc., y por supuesto arrojo al fuego, donde deben estar, a Ludovico y todo su combo, ¡ya!. ¡Ya está bien de coleccionar gacetas hípicas! ¡Faltaría más!

Como menudo chichero, -verdadero capital para ignaros miserables como yo- dejaste esta margarita: “Allí como aquí hay un enfrentamiento de civilizaciones, de razas, de religiones, de cosmovisiones”. ¡Vaya pa’la auyama! Quedé temblando. Tengo horas intentando recuperar la visión, -cegado por el haz de luz- y logro distinguir nada. ¡Ayúdame Miguelito!, ¡Hoy, quiero estar contigo en tu reino! Amen.


(*) Miguel Enrique Otero. Editor del Diario El Nacional


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J. Martín Guédez


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