¡Adeco hasta que me muera!, más que un tenebroso slogan, es una realidad cultural política inocultable. Hemos sido más adeco por acondicionamiento social que por militancia política, y esto se ve, en un pocote de gente, en nuestra forma diaria de liderizar y gerenciar desde un consejo Comunal a una empresa de producción social. Un flagelo que no ha sido fácil de superar porque no se ha detenido a reflexionar conductas, vicios, egoísmos, yo ismos, envidias y temores sin dejar de nombrar incapacidad e ineficacia que todo lleva a la división, la corrupción, el compadrazgos, las traiciones y vacíos ideológicos sanos.
Se manifiesta en esa pésima forma de dirigir muchas veces una organización social cuando se cae en el grupismo, cuando se desenfoca de que el enemigo no es mi camarada sino los de afuera, los contrarrevolucionarios enemigos de este proceso. Se evidencia en el momento que se salta la talanquera, cuando en el nombre de la razón de la incomprensión se busca la independencia, se ofertan alianzas extrañas, se negocia con la oligarquía.
Es una cultura tan arraigada en mucha gente; hombres y mujeres, que poco se ponen a pensar y aún reflexionar para el cambio de las erradas decisiones, las directrices contrarias a un proyecto claro, profundo y determinante para el cambio en hacer política. Se manifiesta en los escondrijos, las reuniones incógnitas para despellejar al compañero, para la conspiración contra aquellos que con toda determinación impulsan maneras distintas a la Cuarta República, de gerenciar, liderizar, orientar. Todo por la flojera de leer, analizar lo del capitalismo y el socialismo bolivariano. Esa macabra actitud de pensarse sobrado, más inteligente que los demás, o de ir formando esas plataformas groseras y muy sigilosas para tejer la red social y grupal para el beneficio personal del ponme donde hay y el cuánto hay pa` eso.
Esa cultura adeca es la que más daño le hace al proceso, denunciado por el mismo Chávez quien se demarca de las practicas de siempre y el cual se ha determinado en lo posible de llamar a la población militante y participante de este nuevo proceso de cambios a hacer las cosas distintas, a no repetir los mismos errores, a sintonizarse con el clamor popular, de reencontrarse con la sabiduría popular más que por la mala cultura de hacer política.
A veces no nos damos cuenta de que el trabajo más difícil en la revolución es educar para la revolución. Como bien lo planteaba el profesor Aristóbulo Isturiz hace una década que era más fácil invertir en la cultura del concreto que en la transformación socio política y cultura de las personas. Y ese es una de las patas flojas de este proceso revolucionario, de cómo entender a profundidad sin una mínima de exclusión la conducta cultural adeca en nuestros camaradas. Esto explica la galopante corrupción de la que tanto se dice pero poco se demuestra en el gobierno, de personas que por voto popular y asignación presidencial de hombres y mujeres que terminan rayando el proceso por su ineficacia, por su apertura al cambio y por los entornos de corrupción que los salpica o salpica a otros.
Es la razón porque muchos de nuestros Consejos Comunales se estancan, o se dividen o se corrompen hasta el punto de su descontento y decepción, es el motivo por el cual muchas personas han preferido seguir a Chávez pero desconfiar de su entorno porque pensamos que una manzana podrida ha dañado a los demás. Desmotiva el avance popular en la organización cuando hay funcionarios que apenas huelen la tabiquería nueva de sus lujosas oficinas se les olvida que allá a fuera están los pata en el suelo. Es la razón por la cual muchos y muchas se desbocan a aspiraciones gubernamentales o mediáticas porque quieren comer de la gran torta con todo y refresco.
Sé que soy muy crudo en esto, pero lo he visto de cerca, de compañeros que gastan sus energías en señalar y culpar a su compañero de organización porque piensan que es de la oposición infiltrada, o porque ante el celo profesional y de liderazgo obvian al colectivo y se afanan por la dividir, injuriar, atacar en vez de orientar, corregir y consultar al dialogo y diagnóstico del por qué los errores y las fallas en un espíritu de madures y pedagógica.
Es triste cuando observemos o peor aún somos afectados por la intriga, el celo profesional y de liderazgo, la división de nuestra gente solo por figurar, por creerse sobrados o por el reconocimiento popular, en esa psiquis de frustración personal dónde peleamos espacios para ser alguien haciendo daño a los demás.
Una cultura que ha de cambiar desde lo más profundo de nosotros, en una actitud humilde de reconocer que no todo lo sabemos, que luchamos cada día por depurarnos de erradas conductas impuestas que tuvimos desde el modelo de hogar y comunidad que tantos hemos tenido sea por los modelos comunicacionales, por hogares disfuncionales o esa sed de poder y tener que nos ciega y no nos deja crecer.
Admiramos a Chávez porque sabe reconocer sus fallas, pero es un hombre inspirador que no se deja engañar tan fácilmente, que sabe entender y comprender que un proceso como el que vivimos no es fácil, que requiere de décadas de trabajo personal y colectivo, en un proceso a fondo de pedagogía política, social y cultura que se ha de invertir tiempo. Para eso están las distintas misiones educativas que se han creado para profundizar los cambios en la gente que cree o no en la nueva historia que cada uno escribe desde su tribuna social y colectiva, en la repetición de parte de Chávez con respecto a nuestra identidad, nuestra historia, nuestras raíces, nuestras luchas que no son de ayer sino desde hace 500 ó 200 años.
Entendemos que cambiar la forma de pensar de los que se oponen a la Revolución Venezolana hacia el Socialismo del Siglo XXI no será tarea fácil, porque por lo más que ellos conformen Consejos Comunales no lo harán convencidos en un marco socialista, pero peor aún que nuestras actitudes antirrevolucionarias hagan el mayor daño porque no queremos aceptar que seguimos igual en la forma de ver las cosas desde una óptica de vieja praxis política logrando crear divisiones, antagonismo y perdida de espacio que la oposición llenará de alguna forma.
Enfoquemos con sinceridad la manera de hacer radio comunitaria, no me refiero a la programación musical y contenido sino en la forma de gerenciarlas, fijémonos en la manera de administrar nuestras empresas y mercales donde se puede palpar en muchos de estos espacios esa cultura adeca por erradicar. Es un llamado a la reflexión porque no podemos dejar en Chávez solo quien dirija, que se consuma muchas veces en la esperanza de que de verdad esta Patria Nueva que se levanta tarde más de lo que la puedan derrumbar.
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