"Absentis est quos non anhelo"

Esta es una conocida máxima, traducida al latín clásico, formulada allá en el siglo VI antes de Cristo, por el renombrado filósofo de Tesalónica, Susphyros Kagadopulos, la que en su formulación original rezaba: "κατεστραμένος ποιόν αυτή αναπνέω".

La razón de ser de la misma no es otra más que la duda existencial que se amparó de Kagadopulos al interrogarse sobre el momento en que se podía determinar que un ser había muerto. Desechó los postulados del sabio Irinios Pajadulis, por considerarlos absolutamente fraudulentos, tanto más que Pajadulis sostenía que no podía fijarse un tope para determinar cuando un individuo estaba vivo o muerto, tanto más que después de haber escogido una muestra aleatoria de 150 vivos y 150 muertos, no tuvo la menor duda en sostener que estaba vivo el que vivía, y el muerto era aquel que no vivía. Tras más de veinte años de formular y reformular miles de teorías que lo aproximaran a la certeza del momento aproximado en el que sin duda razonable alguna se pudiera determinar el instante en el que un ser humano muere, logró pues estampar para la posteridad la frase ya citada, o sea:

"κατεστραμένος ποιόν αυτή αναπνέω".

Tan contundente resultó ser su formulación, que llegó hasta Roma y pocos meses después el insigne jurista de la escuela de Liguria, Minimus Prepucius Circuncisus, la tradujo al latín de esta guisa:

"Absentis est quos non anhelo"

Lo que traducido al español significa esto: "Muerto es quien no respira". La que por esta “Tierra de Gracia” a comienzos del siglo XX el ingenio, por no decir la joda, del pueblo venezolano la reformuló al latín macarrónico como: "Mortus est qui non resollat"

¿Y a qué viene esta larga disquisición histórico-lingüística?

Pues al silencio sepulcral que, este viernes 10 de septiembre, reinó en el valle de Caracas entre las ocho y las ocho y media de la noche. Justo a la hora y en el día que la nueva joven esperanza (*) de la Coordinadora Derrocrática (*), Pompeyo Márquez, había fijado para que se diera un descomunal cacerolazo para que el mundo fuese testigo de cómo el Pueblo venezolano levantaba su voz en contra del descomunal “frrrrraude” cometido por el Tirano de Sabaneta el pasado 15 de agosto.

Por lo que está visto, tras tan descomunal silencio, que Pompeyo, quien se conserva tan bien que hasta pareciera que está vivo (**), ha perdido su poder de convocatoria. Y eso por no decir que la oposición ha muerto, ya que si el muerto es aquel que no resolla, la no resollada de este viernes a las ocho de la noche es la más clara y palpable prueba de que la oposición es un cadáver que solo espera a que el sepulturero le eche tierra encima.

Y de nada sirvió que algunos exaltados de la Primero Justicia recorrieran las calles y avenidas de la Hoya de El Cafetal regañando a la gente por no estar en sus balcones haciendo sonar su cacerolas, con lo cual, les increpaban, le estaban haciendo el juego al tirano y convalidando el más grande fraude del que tenga conocimiento la historia de la humanidad.

De nada sirvió esa terapia de choque. Nada interrumpió el silencio, ni siquiera un tímido toque de corneta acompasando aquel pretérito grito de guerra de la escualidez criolla, ¿se acuerdan del?:

¡Ni un paso atrás!

¡Nada, de nada!

¡Silencio y más silencio!

Y no solamente en la Hoya de El Cafetal, sino en toda Caracas, en toda Venezuela.

Y Susphyros Kagadopulos, así como Minimus Prepucius Circuncisus, haciéndose presentes con esa lapidaria sentencia:

¡Muerto es quien no respira!

Juan Vicente


CRÉDITOS:

(*) y (**) Alberto Nolia, programa “Los papeles de Mandinga”, YKE Mundial (553 AM), viernes 10 de septiembre 2004.

(*) Juan Vicente Gómez Gómez, un día cualquiera de la primera semana de septiembre de 2004



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Juan Vicente Gómez G.


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