En estos días se desarrolla en el marco del 59 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU una Cumbre Especial sobre el Hambre y la Pobreza, convocatoria propuesta por el actual presidente brasileño. Mientras, en Venezuela, el debate “publicado” se centra en la escogencia de candidaturas y en la participación en las elecciones regionales. Curiosamente, el tema de la pobreza, más allá del amarillismo mediático, no es objeto de propuestas programáticas de los/as candidatos/as, partidos políticos y organizaciones de la llamada “sociedad civil”, actores que curiosamente han pasado de una condición “globalizada” a un estado en encerramiento e implosión, tras los resultados del referendo popular que ratificó al Gobierno Nacional y al Proceso Bolivariano.
Casi mil millones de personas en el mundo están crónicamente subnutridas y padecen de descolarización y deserción escolar igualmente crónicas.
Lo común es que esas personas padezcan también de baja esperanza de vida, mortalidad infantil y materna, desigualdad de género y proliferación de enfermedades transmisibles; que carezcan de servicios de salud, empleos formales, seguridad social, viviendas dignas, acceso a la justicia, agua potable, servicios eléctricos, apoyo crediticio, y, en general, de las condiciones propicias para superar el empobrecimiento en el cual han sido sumidas por la imposición de prácticas económicas y políticas contrarias a sus necesidades básicas e intereses colectivos.
Según cifras aportadas por el informe Banco Mundial/Indicadores del desarrollo mundial, 2004, la proporción de personas que viven en situación de extrema pobreza (menos de US$1 al día) en los países en desarrollo se redujo casi a la mitad entre 1981 y 2001, pasando del 40% al 21% de la población mundial. Sin embargo, esa significativa reducción de la pobreza está localizada específicamente en China, India y los países exportadores de petróleo del Cercano Oriente, donde el rápido crecimiento económico y, particularmente en China, las estrategias efectivas de redistribución del ingreso, han dado por resultado tal reducción de la pobreza. En la mayoría del resto de los países en desarrollo las estrategias de reducción de la pobreza han tenido impactos muy limitados -en América Latina y el Caribe ello se agravó por el decrecimiento de la década de los 80- y, en la mayoría de los casos, se observa un incremento de la pobreza en cifras absolutas y/o relativas.
Los organismos financieros internacionales argumentan que la reducción de la pobreza se lograría con:
· Más ayuda financiera
· Más apertura comercial
· Más reformas normativas de las economías
Tales incrementos deberían aunarse a:
· El desarrollo del capital humano
· El fomento de un clima propicio a la inversión
Sin embargo, los préstamos se traducen en deuda impagable, debido a las altas tasas de interés; las aperturas comerciales se traducen en quiebras masivas de pequeñas y medianas unidades de producción agrícolas e industriales y; las reformas normativas, que incluyen las condiciones más favorables al comercio y a la inversión, controlados por las empresas transnacionales, profundizan las asimetrías económicas y sociales y la desnacionalización.
Algunas medidas que contribuirían a solucionar el problema de la pobreza en el mundo serían:
· La condonación de la deuda externa -mayormente ilegal e ilegítima- o, en su defecto, su reconversión en inversión social.
· El otorgamiento de préstamos con bajas tasas de interés y mayores períodos de vencimiento de los pagos.
· Aperturas comerciales que contemplen la protección de las economías de los países más pequeños, especialmente a sus sectores económicos más estratégicos y/o vulnerables, aunado al cese de las prácticas proteccionistas de las grandes economías.
· Mejorar los términos del intercambio comercial.
· Facilitar la transferencia de conocimientos y tecnologías pertinentes.
Crecimiento sin desarrollo social
Tales medidas harían posible retomar el crecimiento económico sostenido de los países en desarrollo, sin necesidad de continuar endeudándose, ni “abriendo” sus economías indiscriminadamente y en condiciones desventajosas al mercado mundial.
Ya está comprobado que el crecimiento económico por sí solo no aminora la pobreza, ejemplo de ello es la contradicción que representa el hecho de que el notorio crecimiento económico de México, posterior a su incorporación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), tras más de una década, no se halla revertido en la reducción de la pobreza -la mitad de la población mexicana está por debajo de la línea de pobreza, tal como hace una década- y, por otra parte, se hallan profundizado las asimetrías económicas y sociales, generando un gran enriquecimiento del sector financiero y, la desaceleración, e incluso la quiebra, de amplios sectores de la pequeña y mediana producción agrícola, con el consiguiente empobrecimiento del campesinado y de los pueblos indígenas.
El Banco Mundial (BM) reconoce en el prenombrado informe que “El crecimiento, por sí mismo, no es garantía de que la pobreza se reduzca con rapidez, ya que sus beneficios tardan demasiado en llegar a los pobres.” Habría que decir que incluso, en algunos casos, especialmente en países de América Latina y el Caribe, hablar de la supuesta “tardanza” del “efecto goteo” postulado por la ideología neoliberal no es más que un intento de animar a los desprevenidos y encubrir el fracaso del neoliberalismo en la redistribución del ingreso. Baste revisar los informes que sitúan a países como Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, México y Venezuela entre las sociedades más desiguales del mundo, evidenciando que las medidas neoliberales no sólo no han reducido la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, sino que las han mantenido intactas y, en algunos casos, las han profundizado, proceso que tiene implicaciones estructurales en el largo plazo, dificultando el alcance de los programas sociales “compensatorios” de las medidas de ajuste estructural y/o de reducción de la pobreza en el corto y mediano plazo.
El elevado desempleo y la institucionalización del empleo precario -mal remunerado, con bonificación de los salarios, con contratos de corta duración, sin reconocimiento de la antigüedad en el cálculo de las prestaciones sociales, sin acceso a la seguridad social en términos universales y solidarios, sin contrataciones colectivas, sin programas efectivos de seguridad industrial, sin plenas garantías a la sindicalización, etc.- han deteriorado las condiciones de vida de los pueblos. Asimismo, la reducción de la producción y/o su des-materialización, ha generado en algunos países crecimientos económicos ficticios, afincados en la especulación financiera, las privatizaciones indiscriminadas, la maquila, la informalidad y, la recepción de remesas desde el exterior, entre otras fuentes de riqueza, no sostenibles ni sustentables.
El BM habla de aumentar la seguridad de los pobres mediante estrategias nacionales de reducción de la pobreza que satisfagan sus necesidades inmediatas de consumo y protejan sus activos garantizando el acceso a los servicios básicos, en particular la salud, la educación y la nutrición.
Sin embargo, entre el discurso y la realidad tangible hay una enorme brecha: para ejemplificar la afirmación basta citar el mencionado informe del BM que evidenció que en 20 países en desarrollo, las tasas de mortalidad infantil del 20% más pobre de la población bajaron sólo la mitad que en el conjunto nacional. Estas cifras demuestran que existe una POBREZA CRÓNICA en el mundo, que implica elementos políticos, institucionales, jurídicos, económicos, educacionales, sanitarios, ambientales, psicológicos y culturales. El “efecto goteo” neoliberal no sólo tarda en llegar, además, en la mayoría de los casos nunca llega, por tratarse de un enfoque reduccionista (centrado en lo económico y, dentro de lo económico, en el afán de lucro y en la competitividad). La tendencia del conjunto mundial y, particularmente de América Latina, es la profundización de la pobreza entre los grupos más pobres de la sociedad.
Quítennos las manos de encima
Un decir indígena de Nuestra América reza: “No nos den una mano, quítennos las manos de encima”. Esa frase sabia recoge la exigencia de los pueblos oprimidos por los poderes del capital. Durante milenios la pobreza fue un mal desconocido para los pueblos, hasta que se impuso el capitalismo. Además de imponer modelos económicos a los pueblos oprimidos, los poderes mundiales generadores de la pobreza, determinan e imponen a través de sus organismos multilaterales los “remedios” a los males que han causado. Veamos algunos ejemplos:
1. La sequía persistente deteriora la vida en muchos países de África, el continente con mayores índices de pobreza en el mundo. La sequía en África está relacionada directamente con los desequilibrios ecológicos provocados por los colonialistas europeos, que talaron miles de kilómetros cuadrados de bosque tropical húmedo para abrirle espacio a SUS prados y pastos, tras masacrar, esclavizar, desterrar y desplazar forzosamente a los pueblos nativos. El resultado es el cambio climático, con la reducción del caudal de agua aportado por el régimen de lluvias, y, la consiguiente sequía.
Ahora Occidente presta dinero a países como Etiopía o Chad para combatir la pobreza que ellos mismos han generado por siglos. Cabe destacar que el dinero prestado a África no alcanza para pagar la deuda ecológica y social de Occidente con esos pueblos, tampoco alcanzan las “ayudas para el desarrollo”. Esa deuda es literalmente IMPAGABLE, porque su costo a sido el de vidas humanas asesinadas y/o empobrecidas. Sin embargo, un intento justo de resarcir en parte los daños causados a África es devolverle el control sobre sus enormes riquezas naturales, históricamente saqueadas por los colonialistas, neocolonialistas e imperialistas occidentales, que aún las controlan, asimismo, contribuir a elevar los precios de las materias primas -principales productos de exportación africanos-, estableciendo precios justos en el mercado mundial.
2. Aproximadamente el 70% de los pobres del mundo viven en zonas rurales y dependen directa o indirectamente de la agricultura, pero dos tercios del comercio agrícola mundial es controlado por los países que se benefician del modelo de desarrollo consumista/depredador -llamados “desarrollados”-, lo que en gran parte es debido a que esos países gastan entre 300.000 y 400.000 mil millones de dólares anuales para subvencionar a sus productores agrícolas. Según el BM, “la reducción de la protección a la agricultura representaría dos tercios de los beneficios de la plena liberalización mundial de todo el comercio de mercancías, y muchos de estos posibles beneficios irían a parar a los agricultores de ingreso bajo de los países en desarrollo.” Por otra parte, las manufacturas de uso intensivo de mano de obra han sido el segmento más dinámico del mercado en la mayoría de los países periféricos, que enfrentan obstáculos para comerciar sus productos en el mercado mundial por la imposición de aranceles elevados, cuotas, derechos específicos y estructuras arancelarias.
3. Los gastos militares mundiales alcanzaron $794 mil millones en 2002, más de diez veces la cantidad neta destinada a asistencia a los países periféricos. Estados Unidos representa más del 40% de tales gastos y, el conjunto de los países ricos representan una mayoría sólida de los mismos. ¿Para qué se gasta tanto en armas? Es evidente que la principal motivación no es defensiva sino OFENSIVA, tiene que ver directamente con el intento de controlar las riquezas del planeta, ubicadas principalmente en los países de la periferia capitalista.
4. En la V Reunión Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebrada en Cancún en septiembre de 2003, los ministros de comercio del mundo -y los gobiernos que ellos representan- no pudieron avanzar en las conversaciones sobre el comercio mundial, debido a que los países ricos se opusieron –y continúan oponiéndose- a aceptar cambios sustantivos en varias esferas de suma importancia para los países en desarrollo: la agricultura, el comercio de productos no agrícolas, los textiles, el acceso a medicamentos patentados para países que no tienen industrias farmacéuticas nacionales, el trato especial y diferenciado, y la solución de diferencias, así como respecto a la inversión, la competencia, la facilitación del comercio y las compras del sector público.
La Cumbre de la ONU sobre el Hambre y la Pobreza propone:
La consigna llevada a Nueva York por el presidente brasileño "No hay paz sin justicia", fue desoída por los gobiernos de Estados Unidos, Rusia y Japón, que rechazaron la propuesta de establecer tasas impositivas a las transacciones internacionales y al comercio de armas. Entre tanto, 110 mandatarios/as firmaron un tratado de desarrollo y asistencia social.
El documento suscrito, Declaración sobre Acciones contra el Hambre y la Pobreza, contempla la necesidad de mejorar los niveles de asistencia al desarrollo, "un cambio importante en los flujos financieros provenientes de los organismos multilaterales internacionales", la necesidad de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) dé garantías y liquidez para inversiones productivas -especialmente en infraestructura, vivienda y sanidad- y de restaurar la capacidad de pago de los países pobres.
Lamentablemente, tales propuestas no atacan las causas estructurales generadoras de la pobreza, principalmente la asimetría económica impuesta a los pueblos del mundo producto de la aplicación del modelo de desarrollo consumista/depredador.
El combate a la pobreza en Venezuela
Las políticas económicas y sociales de la Revolución Bolivariana se basan en la concepción humanista que centra los esfuerzos corresponsables del Estado y la sociedad en elevar la calidad de vida de las personas, familias y comunidades, priorizando la atención en los sectores más desfavorecidos en la redistribución del ingreso y de mayor vulnerabilidad
Además de impulsar el crecimiento económico, dentro de una estrategia de desarrollo armónico, equilibrado, sostenible y sustentable, que implica entre otras políticas una efectiva re-distribución del ingreso nacional, se ejecutan programas sociales dirigidos a “darle poder a los pobres”, cambiando radicalmente la ubicación de éstos grupos en la sociedad:
1. Reconociéndoles como ciudadanos/as, sujetos de las transformaciones sociales.
2. Prestándoles servicios educativos, generando espacios proclives a la formación de conciencia ciudadana y, capacitándoles para el trabajo productivo.
3. Garantizándoles las necesidades básicas (agua potable, alimentación, salud) que les permitan emprender nuevos derroteros en su desarrollo integral individual y colectivo.
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