Los escándalos sexuales por parte de hombres que dicen estar consagrados al celibato en nombre de Dios tienen de rodilla al Vaticano, un grupo de teólogos de esta Fe piden la renuncia del actual Papa porque no tiene la edad ni la capacidad para afrontar las miles de acusaciones que bañan a la Iglesia Católica tanto en Europa como en los Estados Unidos. Es triste lo que sucede en el seno de esta religión, una de las más numerosas del mundo cristiano.
Hay iglesias y religiones que muchas veces quieren ser más santo que Dios mismo, a igual que en la época de Jesucristo, muchas de estas religiones y credos, ponen cargas pesadas (éticas y morales) sobre sus seguidores, esa morbosa actitud de que la Santidad es lo externo en la gente, lo que se ve cuando la Biblia plantea que lo que a Dios más le agrada es el corazón de las personas, es decir un corazón limpio, es decir, una actitud ante la vida de amor, respeto e innegable servicio a los demás. Pero Iglesias y religiones han confundido santidad con obras en vez de fundamentar una sana relación con Dios en libertad, en la paz interna en las personas, en que los seres humanos entiendan a profundidad el carácter amoroso de Dios que no necesita sacrificios humanos o autoflagelaciones ni mucho menos leyes y normas que más que libertarlos los condena.
Este problema de pedofilia en la Iglesia Católica, por no hablar de los otros abusos no solo de esta religión sino de otras, se debe a un total y errado concepto y entendimiento del Creador, de su obra Salvadora, de su inmenso amor por la gente, ya que al reglamentar el celibato como requisito para el servicio a Dios, ahora el celibato en latín (caelebs, caelibis) se refiere al estado de aquellos que no se casan o que no tienen una pareja sexual, para los sacerdotes es un celibato religioso, sobran las razones para esta actitud ante la vida de parte de lideres religiosos, no es mala en sí, pero el problema está en que la Iglesia Católica debería de dar la cara ante esta enorme necesidad dentro de los cientos de miles de religiosos y religiosas que deciden servir a Dios para que tales personas puedan servir a Dios aún con pareja, casados, en familia.
No hacerlo ha traído como consecuencias estos delitos de lesa humanidad que ha perjudicado la vida de miles de personas entre adultos y niños, sin que se hable de los escandalosos abortos, homosexualismo y perversión que se cubre con el manto de lo sagrado. Todo demuestra que el verdadero Vicario de Cristo EL ESPIRITU SANTO y no el Papa, no tiene el control de esta Iglesia. Lea la Biblia, en especial las Cartas Paulinas, y allí se notará de cómo el Espíritu Santo a través de la labor apostólica del San Pablo fue efectiva ante la naciente Iglesia cuando dentro del seno de la misma comenzaba a surgir escándalos sexuales, indisciplina, hipocresía, cualquier tipo de abuso. Pablo en amor pero sin temblor corregía, orientaba y hasta pedía la exclusión de todos aquellos que por desviaciones inmorales o de doctrina hacía daño a los demás miembros.
Pablo fustigo hasta al mismo Pedro en un momento en que éste manifestó cierta hipocresía, el reclamo fue duró pero necesario. La Alta Jerarquía de la Iglesia Católica ha desviado desde hace siglos su camino al casarse con el poder mundial, con el reino de este mundo. Desde entonces esta Iglesia ha estado de espalda a los principios bíblicos revelados por el Espíritu Santo donde el humanismo filosófico la mantiene en la más triste postración; por un lado de espalda a Dios, y por el otro de espalda a los pueblos del mundo, aquellos excluidos por los sistemas sociales del mundo y por la misma Jerarquía Católica.
El poder político y económico corrompió la Iglesia Católica como estructura, varias veces se ha tratado de renovarla pero ha podido más los privilegios económicos y políticos que esta religión pierde alrededor del mundo cientos de miles de seguidores. Lo único que salvará como institución esta religión es que aplique la justicia en términos de fe cristiana y fundamento bíblico dentro de ella, que rompa con los poderes del mundo y se vuelve a la plena voluntad del Espíritu Santo, al reconocimiento único de Jesucristo como Señor resucitado, que renuncie a las estructuras politiqueras dentro de ella, que renuncien a tanto poder económico en el mundo y lo repartan entre los más necesitados, que hagan a fondo una revisión de sus doctrinas y dogmas a la luz del Nuevo Testamento.
Si la Iglesia Católica persiste en su actitud del poder mundanal, su corrupción será más manifiesta al mundo y ante los ojos del Dios que dicen servir y seguir. Dios mismo los vomitará de su boca ante tanta injusticia cometida en toda su historia de corrupción y apego al poder mundanal.
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