Zurulandia es un pequeño país del tercer mundo cuya ubicación geográfica
carece de importancia. Con inmensas costas marinas, grandes lagos,
caudalosos ríos, montañas hermosas, desiertos, selvas, fértiles tierras
y grandes riquezas naturales debería ser un paraíso terrenal; pero
por siglos ha sido un país sin destino, sumido en la pobreza y la
corrupción que caracteriza a los países colonizados.
Sus habitantes, una mezcla hermosa de diferentes razas, fueron poco a
poco cayendo en el abismo del analfabetismo, el hambre, el desempleo, el
rancho, la carencia de servicios médicos, la violencia y la droga.
Sin embargo era un país inmensamente feliz, donde no había odio y
los pobres amaban a los ricos que se habían apropiado de lo que era de
todos.
Ellos vivían de lo más contentos en sus ranchos insalubres y
entendían que la muerte de sus hijos en la cola de los hospitales,
era voluntad divina.
No aspiraban los pobres de Zurulandia un trabajo? ¿Para qué? si trabajar
es tan malo que te pagan para que lo hagas. Ninguno de ellos
quería perder su tiempo estudiando; eran felices con su futuro de
buhoneros, prostitutas, mesoneros, limpiadores y para usted de contar.
Adoraban a sus líderes políticos y estaban plenamente satisfechos
con el camino que estos habían elegido para el país; amaban a sus
empresarios, quienes sufrían por no poder pagarles mejores salarios.
Era tanto el amor con que se vivía en Zurulandia que cuando
los empresarios decidieron apropiarse de las prestaciones de
los trabajadores, estos entendieron que ello era beneficioso para el
país ylo festejaron ruidosamente con sus mujeres y muchachos.
Pero la felicidad nunca es eterna y para dolor de los
zurulandeses, al gobierno llegó un dictador.
Este malvado hombre ha sembrado de odio el país y ha causado grandes
divisiones entre ellos. Lo primero que hizo fue cambiar la Constitución
y plasmar en ella que la empresa más grande de la república no podía
ser privatizada. Esto causó un gran malestar en millones de zurulandeses
que soñaban con que dicha empresa pasara a manos de los empresarios
privados que tanto se habían sacrificado por la patria y de un imperio que
siempre había estado pendiente de ellos para ayudarlos.
El perverso dictador crea odios irreconciliables cuando se trae médicos
extranjeros para que laboren en los barrios pobres. Niega con esta acción
la oportunidad a miles de médicos zurulandeses que estaban dispuestos a
vivir entre los pobres, en poblaciones alejadas y entre los indígenas
con tal de prestar un servicio a su amada Zurulandia.
En los últimos tres años y medios el malévolo ha creado 3.500 escuelas
donde los niños asisten todo el día y reciben tres comidas; pretende
con esta acción alejarlos de la diversión que significa fumarse un tabaco de
marihuana o arrebatarle la cartera a un distraído peatón.
Como si no le bastara con ello, ha creado un programa para atender a
más de un millón de niños en edad maternal y preescolar. No entiende
que los niños zurulandeses son felices jugando en sus barriadas y se
empeña en que tengan que hacer tareas y estudiar para los exámenes.
Es tan perverso el dictador que le está dando tierras a los
campesinos y para que no tengan excusas les brinda asistencia técnica y
crediticia, condenándolos irremediablemente al trabajo, cosa que los
zurulandeses siempre han odiado.
Siembra la envidia entre los humildes, al construir casas decentes
para cientos de miles de ellos, sin comprender que cuando se le da casa
a un pobre, se siembra odio en quien no la recibe.
Maquievélico como nadie, está enseñando a leer y a escribir a
millones de adultos que eran analfabetas y que a partir de esa acción
tendrán la desdicha de leer en los periódicos todas las cosas malas que
ocurren en el mundo; y como si no le bastara con todo el mal que ha hecho,
aspira a que miles de jóvenes pierdan su tiempo asistiendo a una universidad
que ha creado; quitándoles con ello la oportunidad de la diversión
tan necesaria en esa etapa de la vida y formando unos profesionales que
a lo mejor no conseguirán trabajo.
A los pobre empresarios los ha obligado a incrementar el salario
mínimo en trescientos por ciento desde que está en el gobierno lo
que ha generado un profundo malestar en una ciudadanía que
históricamente a adorado a sus sacrificados hombres de negocios.
Como todos los dictadores este niega que lo sea, y argumenta a su
favor que ha ganado ocho procesos electorales en menos de seis
años. La realidad, sin embargo, es otra; los zurulandeses lo odian tanto
que lo eligen sólo para castigarlo con el trabajo que significa
dirigir un estado.
El perverso dictador se niega a cerrar los medios de comunicación
sólo para que los zurulandeses sufran viendo la mala programación que en
ellos se transmite y para mantener niños en la calle vendiendo periódicos.
Alguien tiene que hacer algo para ayudar a los zurulandeses,
pues la oposición del país es tímida y poco dada a salirse de los
límites democráticos; y bien es sabido que con una oposición tan
bien intencionada como la de Zurulandia poco puede hacerse contra
dictadores tan perversos.
Alexis Arellano