27 de septiembre de 2011.- El canciller venezolano, Nicolás Maduro, leyó este martes una carta del
presidente Hugo Chávez dirigida a la Asamblea General de la Organización
de Naciones Unidas (ONU), donde el mandatario hace un llamado a
refundar ese ente multilateral para que deje “de avalar unas veces por
acción y otras por omisión las más despiadadas injusticias”.
El discurso del jefe de la diplomacia venezolana se centró en tres
puntos fundamentales: El respaldo a Palestina para que sea reconocida
como un Estado Libre e independiente, en el seno de la Organización de
las Naciones Unidas, la necesidad del retiro de la OTAN de Libia, como
único camino para lograr la paz y la denuncia contra los nuevos formatos
de desestabilización aplicados por el imperio en Siria y Libia.
A continuación lea la carta enviada por el Presidente:
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MISIÓN
PERMANENTE ANTE LAS NACIONES UNIDAS
MENSAJE DEL PRESIDENTE DE LA
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
COMANDANTE HUGO CHÁVEZ FRÍAS
TRANSMITIDO POR EL MINISTRO DEL PODER
POPULAR PARA LAS RELACIONES EXTERIORES
S.E.
SR. NICOLÁS MADURO MOROS
debate
general del 66º PERÍODO DE SESIONES DE La asamblea general DE
LAS NACIONES UNIDAS
Nueva
York, 27 de Septiembre de 2011
Caracas, 26 de septiembre de 2011
Señor Presidente de la Asamblea General:
Distinguidos representantes de los pueblos del mundo:
Señoras
y señores:
Dirijo estas
palabras a la Asamblea General de las Naciones Unidas, a este gran foro
donde se encuentran representados todos los pueblos de la tierra, para
expresar las verdades de la Venezuela bolivariana y reafirmar nuestro
compromiso irrenunciable con la justicia y la igualdad, esto es, con
la paz.
La paz, la
paz, la paz… No buscamos la paz de los cementerios, como decía Kant
con ironía, sino una paz asentada en el más celoso respeto al derecho
internacional. Lamentablemente, la ONU, a lo largo de toda su historia,
en lugar de sumar y multiplicar esfuerzos por la paz entre las Naciones,
termina avalando –unas veces, por acción y, otras, por omisión-
las más despiadadas injusticias.
Siempre hay
que recordar que el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, se
habla de salvar a las generaciones venideras del flagelo de
la guerra... Pura letra muerta. Desde 1945 para acá, las guerras
no han hecho sino crecer y multiplicarse inexorablemente. Veamos, una
vez más, hacia Libia destruida y ensangrentada por voluntad de los
poderosos de este mundo.
Quiero hacer
un llamado a la reflexión a los gobiernos del mundo: desde el 11 de
septiembre de 2001, comenzó una nueva guerra imperialista que no tiene
precedentes históricos: una guerra permanente, a perpetuidad.
Debemos mirar de frente la aterradora realidad del mundo en que vivimos. Necesario es formular un conjunto de inquietudes a partir de los peligros y las amenazas que nos acechan: ¿por qué Estados Unidos es el único país que siembra el planeta con bases militares?; ¿a qué le teme para tener tan escalofriante presupuesto destinado a aumentar cada vez más su poderío militar?; ¿por qué ha desencadenado tantas guerras, violando la soberanía de otras naciones que tienen los mismos derechos sobre sus destinos?; ¿cómo hacer valer el derecho internacional contra su insensata aspiración de hegemonizar militarmente al mundo en garantía de fuentes energéticas para sostener su modelo depredador y consumista?; ¿por qué la ONU no hace nada para detener a Washington? Si respondiéramos, con absoluta sinceridad, a estas interrogantes, comprenderíamos que el imperio se ha adjudicado el papel de juez del mundo, sin que nadie le haya otorgado tal responsabilidad, y que, por tanto, la guerra imperialista nos amenaza a todos.
Washington
sabe que el mundo multipolar es ya una realidad irreversible. Su estrategia
consiste en detener, a toda costa, el ascenso sostenido de un conjunto
de países emergentes, negociando grandes intereses, con sus socios
y secuaces, para darle a la multipolaridad el rumbo que el imperio quiera.
Pero esto no es todo: se trata de una reconfiguración del mundo que
se sustenta en la hegemonía militar yanqui.
La humanidad
se está enfrentando a la amenaza cierta de la guerra permanente.
En cualquier escenario, y Libia lo demuestra, el imperio está
dispuesto a crear las condiciones políticas para ir a la guerra. En
la visión imperial del mundo, se está invirtiendo el célebre
axioma de Clausewitz: la política es la continuación de la guerra
por otros medios.
¿Qué hay
en el trasfondo de este nuevo Armageddon?: el poder omnímodo de la
cúpula militar-financiera que está destruyendo al mundo para acumular
cada vez más ganancias; la cúpula militar-financiera que está subordinando,
de facto, a un conjunto, cada vez más grande, de Estados. Téngase
en cuenta que el modo de existir del capital financiero es la guerra:
la guerra que arruina a los más, enriquece, hasta lo impensable, a
unos pocos.
En lo inmediato
existe una gravísima amenaza para la paz mundial: el desencadenamiento
de un nuevo ciclo de guerras coloniales, que comenzó en Libia,
con el siniestro objetivo de darle un segundo aire al sistema-mundo
capitalista, hoy en crisis estructural, pero sin ponerle ninguna clase
de límites a su voracidad consumista y destructiva. El caso de Libia
debe alertarnos sobre la pretensión de implementar un nuevo formato
imperial de coloniaje: el del intervencionismo militar avalado por los
órganos antidemocráticos de las Naciones Unidas y justificado en base
a mentiras mediáticas prefabricadas.
La humanidad
está al borde de una catástrofe inimaginable: el planeta marcha
inexorablemente hacia el más devastador ecocidio; el calentamiento
global lo anuncia, a través de sus pavorosas consecuencias, pero la
ideología de los Cortés y los Pizarro respecto del ecosistema, como
bien dice el notable pensador francés Edgar Morin, los lleva a seguir
depredando y destruyendo. La crisis energética y la crisis alimentaria
se agudizan, pero el capitalismo sigue traspasando impunemente todos
los límites.
Frente a
este panorama tan desolador, el gran científico estadounidense Linus
Pauling, galardonado en dos ocasiones con el Premio Nobel, nos sigue
iluminando el camino: Creo que existe en el mundo un poder mayor
que el poder negativo de la fuerza militar y de las bombas nucleares:
el poder del bien, de la moralidad, del humanitarismo. Creo en el poder
del espíritu humano. Movilicemos, entonces, todo el poder del espíritu
humano: es tiempo ya. Se impone desatar una gran contraofensiva política
para impedir que los poderes de las tinieblas encuentren justificaciones
para ir a la guerra: para desatar la guerra global generalizada con
la que pretenden salvar al capital de Occidente.
Venezuela
llama a la constitución de una gran alianza contra la guerra y por
la paz: con el supremo objetivo de evitar la guerra a como dé
lugar. Hay que derrotar políticamente a los guerreristas y, más aún,
a la cúpula militar-financiera que los auspicia y manda.
Construyamos
el equilibrio del universo que avizorara el Libertador Simón Bolívar:
el equilibrio que, según sus palabras, no puede hallarse en el seno
de la guerra; el equilibrio que nace de la paz.
Necesario
es hacer memoria y memoria inmediata: Venezuela, junto a los países
miembros de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América
(ALBA), estuvo abogando activamente por una solución pacífica y negociada
al conflicto libio. Así lo hizo, también, la Unión Africana. Pero,
a la postre, se impuso la lógica bélica decretada desde el Consejo
de Seguridad de la ONU y puesta en práctica por la OTAN, ese brazo
armado del imperio yanqui. La lógica bélica que tuvo su punta de lanza
en las transnacionales de la comunicación: recuérdese que el “caso
Libia” fue llevado al Consejo de Seguridad sobre la base de la intensa
propaganda de medios de comunicación, que mintieron al afirmar que
la aviación libia bombardeaba a civiles inocentes, por no mencionar
la grotesca escenificación mediática en la Plaza Verde de Trípoli.
Esta campaña premeditada de mentiras, justificó medidas apresuradas
e irresponsables del Consejo de Seguridad de la ONU, que abrieron el
camino para que la OTAN implementara, por la vía militar, su política
de cambio de régimen en ese país.
Vale la pena
preguntarse: ¿en qué se ha convertido la zona de exclusión aérea
establecida por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad? ¿Acaso
las más de 20.000 misiones aéreas de la OTAN contra Libia, muchas
de ellas con el fin de bombardear al pueblo libio, no son la negación
misma de esa Zona de Exclusión? Aniquilada completamente la fuerza
aérea libia, la continuidad de los bombardeos “humanitarios” demuestra
que Occidente, a través de la OTAN, impone sus intereses en el Norte
de África, convirtiendo a Libia en un protectorado colonial.
Es una burla
afirmar que se ha impuesto desde la ONU un embargo de armas en Libia,
cuando la misma OTAN introdujo miles de armas pesadas para apoyar a
la insurrección violenta contra el gobierno legítimo de ese país.
El embargo, por supuesto, solo debía impedir que el gobierno libio
defendiera su soberanía, validando una vez más ese cruel modo de funcionamiento
internacional según el cual la ley solo se impone al débil.
¿Cuál es
el motivo real de esta intervención militar?: recolonizar a Libia para
apoderarse de sus riquezas. Todo lo demás se subordina a este objetivo.
Nadie coloniza inocentemente, decía, con toda razón, el gran poeta
martiniqués Aimé Césaire en su extraordinario Discurso sobre el
colonialismo.
Por cierto:
la Residencia de nuestro Embajador en Trípoli fue invadida y saqueada,
pero la ONU hizo mutis por el foro, guardando un silencio ignominioso.
Exigimos
el cese inmediato de los bombardeos sobre territorio libio. Igualmente,
seguiremos exigiendo respeto al derecho internacional en el caso de
esta Nación hermana: no nos quedaremos callados ante la intención
perversa de destrozar las bases que le dan sentido y razón. Por eso
mismo, lanzamos la siguiente pregunta a esta Asamblea: ¿Por qué se
le concede el escaño de Libia en la ONU al autodenominado “Consejo
Nacional de Transición”, mientras se bloquea el ingreso de Palestina,
desconociendo, no sólo su legítima aspiración, sino lo que es ya
voluntad mayoritaria de la Asamblea General? Venezuela ratifica aquí,
con todas sus fuerzas y con la autoridad moral que otorga la voluntad
mayoritaria de los pueblos del mundo, su solidaridad incondicional con
el pueblo palestino y su apoyo irrestricto a la causa nacional palestina,
incluyendo desde luego la admisión inmediata de un Estado palestino
de pleno derecho en el seno de la Organización de las Naciones Unidas.
Y el mismo
formato imperialista se está repitiendo en el caso de Siria. A
no ser porque algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad
hacen muestra hoy de la firmeza que les faltó en el caso de Libia,
todo estaría definido para que el Consejo de Seguridad diera su aval
a la OTAN para disparar misiles y enviar bombarderos contra Siria.
Es intolerable
que los poderosos de este mundo pretendan arrogarse el derecho de ordenar
a gobernantes legítimos y soberanos que renuncien en lo inmediato.
Así sucedió con Libia, de igual forma quieren proceder contra Siria.
Tales son las asimetrías existentes en el escenario internacional y
tales son los atropellos contra las Naciones independientes.
No somos
quienes para adelantar un juicio sobre la situación interna de Siria,
primero, por la complejidad inherente a toda realidad nacional, y segundo
porque sólo el pueblo sirio puede resolver sus problemas y decidir
su destino en atención al derecho a la autodeterminación de los pueblos,
un derecho inalienable en todos los sentidos. Pero eso no nos impide
pensar que es cien veces mejor apostar por el éxito del amplio diálogo
nacional al que ha convocado el Presidente Bashar Al Assad, que imponer
sanciones y gritar como hienas por una intervención militar. Desde
la Venezuela bolivariana respaldamos, sin ambigüedades, los ingentes
esfuerzos que hace el Presidente Bashar Al Assad por preservar la unidad
y la estabilidad de su patria, ante el asedio del imperialismo voraz.
Señor
Presidente,
Dirijamos
nuestra atención ahora al Cuerno de África y tendremos un ejemplo
desgarrador del fracaso histórico de la ONU: la mayoría de agencias
de noticias serias sostienen que entre 20 mil y 29 mil niños
menores de 5 años han muerto en los últimos tres meses.
La gran periodista
Frida Modak, en su artículo Morir en Somalia, deja al descubierto
toda la miseria que, peor que la que devasta la extensa región del
Cuerno de África, carcome a las principales organizaciones internacionales,
en primerísimo termino a la ONU: Lo que se necesita para hacer frente
a esta situación son un mil 400 millones de dólares, no para solucionar
el problema, sino para atender la emergencia en que se encuentran Somalia,
Kenia, Djibouti y Etiopía. Según todas las informaciones los próximos
dos meses serán decisivos para evitar la muerte de más de 12 millones
de personas y la situación más grave es la de Somalia.
No puede
ser más atroz esta realidad, si al mismo tiempo no nos preguntamos
cuánto se está gastando en destruir a Libia. Así responde
el congresista estadounidense Dennis Kucinich: Esta nueva Guerra
nos costará 500 millones de dólares solo durante la primera semana.
Claro está que no tenemos recursos financieros para eso y acabaremos
reduciendo la financiación de otros importantes programas domésticos.
Según el mismo Kucinich, con lo gastado en las tres primeras semanas
al norte del continente africano, para masacrar al pueblo libio, en
mucho se podría haber ayudado a toda la región del Cuerno de África,
salvando decenas de miles de vidas.
Las razones
que motivaron la criminal intervención en Libia para nada son humanitarias:
se fundamentan en el postulado maltusiano de que “sobra gente en el
mundo” y hay que eliminarla, generando más hambre, destrucción
e incertidumbre. Generando, al mismo tiempo, más ganancias financieras.
En este sentido, es francamente lamentable que en el mensaje de apertura
de la 66 Asamblea General de la ONU no se llamó a la acción inmediata
para solucionar la crisis humanitaria que padece el Cuerno de África,
mientras se asegura que “ha llegado el momento de actuar”
sobre Siria.
Señoras
y Señores,
Clamamos,
igualmente, por el fin del vergonzoso y criminal bloqueo a la hermana
República de Cuba: bloqueo que, desde hace más de cincuenta años,
ejerce el imperio, con crueldad y sevicia, contra el heroico pueblo
de José Martí.
Hasta 2010,
ya van diecinueve votaciones en la Asamblea General de la ONU que confirman
la voluntad universal de exigirle a los Estados Unidos que cese el bloqueo
económico y comercial contra Cuba. Agotados todos los argumentos de
la sensatez internacional, sólo resta creer que tal ensañamiento contra
la Revolución Cubana es consecuencia de la soberbia imperial ante la
dignidad y la valentía que ha mostrado el insumiso pueblo cubano en
la soberana decisión de regir su destino y luchar por su felicidad.
Desde Venezuela,
creemos que ha llegado la hora de exigirle a los Estados Unidos no solo
el fin inmediato y sin condiciones del criminal bloqueo impuesto contra
el pueblo cubano, sino la puesta en libertad de los 5 luchadores antiterroristas
cubanos secuestrados en las cárceles del Imperio, por el único motivo
de buscar impedir las acciones ilegales que grupos terroristas preparan
contra Cuba, bajo el cobijo del gobierno de los Estados Unidos.
Señor Presidente de la Asamblea General y distinguidos representantes de los pueblos del mundo:
Queremos
reiterarlo: es imposible ignorar la crisis de Naciones Unidas. Ante
esta misma Asamblea General sostuvimos, en el año 2005, que el modelo
de Naciones Unidas se había agotado. En aquella ocasión, planteamos,
también, la necesidad impostergable de su refundación.
Desde entonces
hasta acá, nada se ha hecho: la voluntad política de los poderosos
se ha impuesto. Claro: la ONU, tal como hoy funciona, sirve dócilmente
a sus intereses. Para nosotros, es claro que Naciones Unidas no mejora
ni va a mejorar desde adentro. Si su Secretario General junto con el
Fiscal de la Corte Penal Internacional, participan en un acto de guerra,
como en el caso de Libia, no hay nada que esperar del actual formato
de esta organización. Y ya no hay tiempo para reformas: la ONU no acepta
reforma alguna; la enfermedad que lleva por dentro es mortal.
Resulta intolerable
que exista un Consejo de Seguridad que le dé la espalda, cada
vez que quiere, al clamor mayoritario de las naciones, desconociendo
deliberadamente la voluntad de la Asamblea General. Si el Consejo de
Seguridad es una suerte de club con miembros privilegiados, ¿qué puede
hacer la Asamblea General, cuál es su margen de maniobra, cuando éstos
violen el derecho internacional?
Parafraseando
a Bolívar –cuando se refería concretamente al naciente imperialismo
yanqui en 1818- basta ya de que las leyes las practique el débil y
los abusos los practique el fuerte. No podemos ser los Pueblos del Sur
quienes respetemos el derecho internacional, mientras el Norte nos destruye
y saquea, violándolo.
Si no asumimos,
de una buena vez, el compromiso de refundar Naciones Unidas, esta organización
perderá definitivamente la poca credibilidad que le queda. Su
crisis de legitimidad se acelerará hasta la implosión final.
De hecho, así ocurrió con el organismo que fue su antecedente
inmediato: la Liga de Naciones.
Un primer
y decisivo paso para que comencemos a refundar Naciones Unidas sería
eliminar la categoría de miembros permanentes y el derecho a veto en
el Consejo de Seguridad. Igualmente, habría que maximizar democráticamente
el poder de decisión de la Asamblea General. También se impone, en
lo inmediato, la revisión a fondo de la Carta de Naciones Unidas con
el objetivo de proceder a la redacción de una nueva Carta.
Pueblos
del mundo:
El futuro
de un mundo multipolar en paz, reside en nosotros. En la articulación
de los pueblos mayoritarios del planeta para defendernos del nuevo colonialismo
y alcanzar el equilibrio del universo que neutralice al imperialismo
y a la arrogancia.
Este llamado
amplio, generoso, respetuoso, sin exclusiones, se dirige a todos los
pueblos del mundo, pero muy especialmente a las potencias emergentes
del Sur, que deben asumir con valentía el rol que están llamadas a
desempeñar en lo inmediato.
Desde América
latina y el Caribe han surgido poderosas y dinámicas alianzas regionales,
que buscan configurar un espacio regional democrático, respetuoso de
las particularidades, y deseoso de poner el acento en la solidaridad
y la complementariedad, potenciando lo que nos une y resolviendo políticamente
lo que nos divide. Y este nuevo regionalismo admite la diversidad y
respeta los ritmos de cada quien. Así, la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América (ALBA) avanza como experimento de vanguardia
de gobiernos progresistas y antiimperialistas, buscando fórmulas de
ruptura con el orden internacional imperante y fortaleciendo la capacidad
de los pueblos de hacer frente, colectivamente, a los poderes fácticos.
Pero esto no impide que sus miembros den un impulso decidido y entusiasta
a la consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR),
bloque político que federa a los 12 Estados soberanos de Suramérica,
con el fin de agruparlas en lo que El Libertador Simón Bolívar llamó
“una Nación de Repúblicas”. Y más allá, los 33 países de América
Latina y el Caribe nos preparamos para dar el paso histórico de fundar
una gran entidad regional que nos agrupe a todos, sin exclusiones, donde
podamos diseñar juntos las políticas que habrán de garantizar nuestro
bienestar, nuestra independencia y nuestra soberanía, con base en la
igualdad, la solidaridad y la complementariedad. Caracas, la capital
de la República Bolivariana de Venezuela, se enorgullece desde ya en
albergar, los próximos 2 y 3 de diciembre, la Cumbre de Jefes de Estado
y de Gobierno que fundará definitivamente nuestra Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Los venezolanos
ciframos nuestras esperanzas en una gran alianza de los ensambles regionales
del Sur, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la CARICOM,
el SICA, la Unión Africana, la ASEAN o la ECO y, muy especialmente,
en las instancias interregionales de articulación de potencias emergentes
como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que debe convertirse
en un polo de atracción articulado con los pueblos del Sur.
Quiero finalizar
recordando al gran cantor del pueblo venezolano: a Alí Primera. En
una de sus canciones nos interpela así: ¿Cuál es la lucha de/
los hombres, para lograr/ la paz?/ ¿Y cuál paz?/ Si
quieren dejar/ el mundo como está.
Hoy más que nunca, el peor crimen contra la paz es dejar al mundo
como está: si lo dejamos como está, el presente y el porvenir están
y estarán determinados por la guerra perpetua. Por el contrario, lograr
la paz supone revertir radicalmente todo lo que impide, para decirlo
con el mismo Alí Primera, que sea humana/ la humanidad.
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela