Liberen a Julian

Hermana Russian: "Entregar a Julián Conrado a Colombia significa su muerte"

HERMANA EUGENIA RUSSIÁN, MISIONERA DE CRISTO

HERMANA EUGENIA RUSSIÁN, MISIONERA DE CRISTO

Credito: Enrike Hernandez

Hermana, Misionera de Cristo: “En revolución no podemos darnos el lujo de entregar a este ciudadano a un gobierno como el de Colombia, que es el verdadero promotor del terrorismo en ese país."

    ENTREVISTA
    HERMANA EUGENIA RUSSIÁN, MISIONERA DE CRISTO

    —Estamos en Navidad y en revolución, pero los valores del capitalismo, el egoísmo, el consumismo parecen exacerbarse, ¿es así?

    21 de diciembre de 2011.-—El nacimiento de Jesús fue el surgimiento de un nuevo proyecto de ser humano frente al imperialismo de entonces. Ese proyecto era de justicia, solidaridad, paz, visibilización de los pobres. En tiempos de revolución la Navidad debe recordarnos que tenemos un compromiso con la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la unión familiar. Pero el capitalismo nos ha metido en la cabeza, a través de sus medios de comunicación, que Navidad es gastar dinero y consumir. Sufrimos el "efecto Sambil". Es impresionante ver la masa de personas que espera a que abran los centros comerciales para entrar a comprar como desesperados. Hasta en nuestro Metro, los avisos son del consumismo, la ropa tal, la marca tal. Qué interesante sería si tuviera mensajes de solidaridad, de que la Navidad es compartir.

    —Y, más allá de la Navidad, como cristiana de base que vive en un barrio emblemático de Caracas (Santa Ana, Carapita), ¿cómo ve la respuesta de la población hacia ese cambio de valores? ¿Avanzamos o predomina el asistencialismo, el clientelismo, el esperar la dádiva?

    —Avanzamos en el plano económico, en acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, con todas las debilidades que se puedan señalar. Pero me preocupan algunos síntomas. Por ejemplo, cuando se le acabó la concesión a RCTV, en un mes todo el mundo en el barrio tenía TV por cable. Preguntaba y me decían: "Es que tenemos que ver las novelas". Allí me convencí de que necesitamos un trabajo de formación más fuerte porque le hemos puesto el acento al dinero y una revolución no puede sostenerse sobre la renta petrolera. La primera misión que yo crearía sería la Misión Familia, porque cuando produces cambios en la familia, logras cambios en la sociedad. Por ejemplo, me parece muy peligroso eso de que el buen vivir signifique equipar tu casa con un plasma, un aire acondicionado, una nevera y una cocina. Mientras se fortalezca la idea de que el buen vivir es el materialismo, vamos a seguir en capitalismo.

    —¿Cómo lograr ese cambio?

    —Andando con la gente. No sirve que yo, desde una oficina, haga un análisis y pretenda explicar cómo es un barrio, tal como lo hacen los funcionarios del Ministerio de las Comunas.

    —Hablando de eso, ¿existe una iglesia popular y una iglesia corporativa o eso es un invento para dividir a los católicos?

    —El movimiento de Jesús no nace como una iglesia formal sino como una reacción contra un imperio que utilizaba a Dios. Los apóstoles comienzan a organizarse en comunidades y son los primeros que hablan de comunismo, en Hechos 2, 42, cuando decían que todo lo ponían en común. Luego, cuando Constantino legaliza el cristianismo y manda a todo el mundo a bautizarse, nos jodimos porque se mezcló el imperio con el proyecto salvador de Jesús. Hoy sigue existiendo una iglesia conservadora, que hace convenios con los imperios, que vende los sacramentos; y existe otra, comprometida con los pobres, que nos llama a la solidaridad. La venezolana es una iglesia jerárquica, machista y conservadora cien por ciento. Les molesta que las monjas estemos metidas en los barrios y que vayamos vestidas de civil. A los jerarcas les encanta estar en la catedral, no quieren nada con los barrios.

    —¿No hay excepciones?

    —Bueno, tenemos a monseñor (Arnulfo) Romero en El Salvador; a monseñor (Leonidas) Proaño, en Ecuador; a monseñor (Pedro) Casaldáliga, en Brasil, quienes están con la base, con el pueblo.

    —¿Y en Venezuela?

    —En Venezuela no hay obispos comprometidos con el pueblo. Hay obispos instalados en los palacios arzobispales, comprometidos con los poderosos.

    —¿Ha tenido conflictos por opinar así?

    —Lo que puedo buscarme es que me excomulguen, no sólo por mis opiniones, sino porque defiendo el derecho de la mujer a ser sacerdotisa. Creo en una iglesia en la que las mujeres no estén para hacer servicios y estar calladas. No es fácil porque son valores que están muy metidos en la cabeza de todos. Por ejemplo: el Ministerio de la Mujer me llamó para pedirme un sacerdote para la misa del Día de la Mujer. Les dije que los pocos sacerdotes comprometidos con el proceso se la pasan muy ocupados, pero yo me ponía a la orden para un compartir religioso. Y en el ministerio que debe velar por la igualdad de género me respondieron: "No, hermana, nosotras necesitamos es un cura". ¡Coño, qué se puede esperar para el resto de la sociedad!

    —Usted no parece temerle a la excomunión, pero otros curas y monjas sí se han doblegado

    —Al padre Roy Bourgeois (Estados Unidos), quien ha luchado toda su vida por el cierre de la Escuela de las Américas, lo excomulgaron por ordenar sacerdotisas a cinco monjas. Él se arriesgó y rompió el miedo y así debemos hacer nosotros. Yo no tengo rollo en hacer mis misas. Doy misa, no sé si el cardenal se ha enterado, pero no me importa. ¿Hasta cuándo vamos a seguir en eso de que Dios habla sólo a través del cura?, ¿quién dijo?, Dios habla a través de la comunidad, desde el barrendero hasta el Papa.

    —En su capilla tienen la imagen de nuestro frustrado santo nacional: José Gregorio Hernández, cosa que tampoco acepta la jerarquía. ¿No la han regañado?

    —Carapita es la única iglesia que tiene una imagen de él. ¿Por qué?, porque la comunidad lo quiso así, porque es un santo del pueblo, aunque Vaticano no lo reconozca. El obispo vino una vez a unas confirmaciones y me preguntó qué hacía esa imagen ahí. Yo le dije que la metió el pueblo y que si yo lo saco, me linchan.

     

    En defensa de Julián Conrado

    Eugenia Russián, la hermana Jenny, es la heredera del padre Juan Vives Suriá y por ello preside la Fundación Latinoamericana por los Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin). Esta entidad tiene a su cargo la defensa de Guillermo Enrique Torres Cuéter, conocido como Julián Conrado, el cantautor de las FARC.

    "En revolución no podemos darnos el lujo de entregar a este ciudadano a un gobierno como el de Colombia, que es el verdadero promotor del terrorismo en ese país. Venezuela tiene derecho a no otorgarle asilo, pero podría facilitar las cosas para que se lo den en otro país. Entregarlo a Colombia significa su muerte", dice Russián, quien nació en Puerto Ordaz y tiene 20 años como monja de las Misioneras de Cristo.

    Russián ha pasado este tiempo con comunidades campesinas, indígenas y barrios de Caracas. Por eso, tiene una visión muy clara de la realidad. "Tenemos que fortalecer a los consejos comunales, pero no puede ser que la gente asista a las reuniones porque les van a dar plata", dice.

    Tiene otras críticas a factores del proceso. "Vemos a gente gritando 'fuera el imperio', que luego van a comer en McDonald's. Coño, si estás en contra del imperio rechaza esa cultura gringa".

    La experiencia caraqueña tiene momentos en los que bastante ayuda la mano de Dios. "Me toca ir a rezar en la exequias de malandros. Eso sí, les digo que me den un casco porque empiezan a disparar al aire y yo todavía tengo muchas cosas que hacer en esta tierra".


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