-Algunas personas dicen: “Mira, la revolución no logró mucho, sólo un nuevo dictador.” ¿Valió la pena la revolución?
-Antes de nada, ¡la revolución no se ha acabado! La respuesta siempre será que sí, por supuesto, la revolución vale la pena, no importa cuál sea el resultado. Ninguna revolución termina en un par de meses o incluso años. Ya vemos los pequeños logros traídos por esta revolución, pero aún faltan por ver los ‘grandes’ cambios; eso es simplemente porque estamos tratando de deshacer más de 60 años de ataques. El logro más importante es que la gente ya no tiene miedo de los poderosos y nos está demostrando cada día que ni se rinde ni se da por vencida.
¿Son los Hermanos Musulmanes fascistas, como algunos sostienen?
-Primero tenemos que definir el fascismo y entender lo que es. Por desgracia, muchas personas suelen abusar de este término, subestimando su verdadero significado y contexto histórico. En la historia, podemos señalar algunos períodos en los que el fascismo fue en aumento como en la Alemania nazi, y siempre podemos señalar las condiciones que pueden convertir un régimen dictatorial en uno fascista. Los Hermanos Musulmanes, aunque dictatoriales, muy conservadores y de derechas, no son fascistas. Se pueden describir simplemente como un grupo político violento y organizado, neoliberal, conservador, dictatorial y reaccionario que tiene hambre de dinero y poder.
-Durante las protestas en Tahrir a principios de 2011, muchas mujeres comentaron que se sentían libres del acoso sexual, muy extendido anteriormente. ¿Cómo y por qué es diferente la situación actual y cuál ha sido la respuesta?
-Los 18 días en Tahrir fueron los únicos días en los que se puede afirmar con certeza que no se registraron casos de acoso sexual en absoluto en la plaza. Sin embargo, después del 11 de febrero de 2011, cuando Mubarak renunció, hubo muchos casos graves de acoso sexual e incluso violación.
El acoso sexual en Egipto, en general, es una epidemia en aumento —antes y después de la revolución— y ocurre por todas partes, no sólo en plaza Tahrir. La principal diferencia es que a partir de noviembre de 2012 empezamos a ver el acoso sexual y el terrorismo sexual sistemático —violaciones a manos de las turbas— utilizados como arma política por parte de la contrarrevolución. Éstos van dirigidos contra las mujeres en Tahrir, con la esperanza de asustarlas para que no acudan a la plaza, debilitando así la revolución.
Se ha respondido con fuertes campañas organizadas y grupos contra el acoso sexual; éstos se han convertido en guardianes de la seguridad y de la protección de todas las personas en Tahrir, especialmente de las mujeres. Se establecieron grupos como ‘Operación acoso sexual’ y ‘Guardaespaldas Tahrir’; miles de mujeres se manifestaron para protestar contra esta nueva técnica dirigida contra ellas. Estas acciones lograron un cierto éxito, al salvar al menos a algunas víctimas y alentar a otros a mantenerse firmes y a unirse a la acción callejera.
-¿Cuál es la situación de las protestas obreras y del nuevo movimiento sindical? ¿Las mujeres aquí también están activas?
-Las mujeres siempre hemos sido impulsoras de la revolución, por todas partes, y el movimiento obrero no es una excepción. En la actualidad hay más de 300 sindicatos independientes establecidos tras la revolución, y muchos de éstos incluyen a las mujeres en posiciones de liderazgo. También las huelgas continúan en diferentes industrias que se enfrentan a despidos y recortes en las prestaciones de los trabajadores, debido a los problemas económicos de Egipto. Vemos cada día como los y las trabajadoras realizan huelgas para impugnar a un burócrata corrupto, por una subida salarial, o para exigir un contrato. Se enfrentan al puño de hierro del Estado, que trata de marginar todas las demandas obreras, diciendo que “es hora de trabajar, no de hacer huelgas”, ya que Morsi trata de privatizar empresas y recortar las subvenciones en los productos básicos, con la esperanza de conseguir el préstamo del FMI. Prevemos que las huelgas y luchas obreras irán en aumento, cada vez más.
-La izquierda parece muy dividida en Egipto. ¿Por qué es así?
-¿No es un poco así por todas partes? [se ríe]. Creo que la izquierda tiene una enorme responsabilidad a la hora de ofrecer una clara alternativa que responda a lo que la gente espera de la revolución, lejos de la dicotomía de ‘la derecha islamista de los Hermanos Musulmanes’ o bien ‘la derecha del gobierno militar y una democracia estilo Mubarak’.
La izquierda es la única fuerza política que realmente puede ganar esta revolución y realizar cambios duraderos, pero alcanzar ese objetivo requiere un montón de trabajo duro, así como mucha disciplina, organización y tiempo. Debido a que la revolución egipcia ha sido, en gran medida, desorganizada y espontánea, hay muchos grupos por ahí que están muy comprometidos con la revolución y enamorados con la idea de ésta, pero políticamente son muy jóvenes. Así que la idea de reunir fuerzas y construir un partido revolucionario, que llegue y organice a las masas, suena a película de ciencia ficción para mucha gente joven que ha estado en la primera línea de la revolución.
Es decir, es mucho más fácil participar en las batallas diarias en la calle con cientos o miles de personas, que movilizar y organizar a millones en una sola acción de masas que realmente pueda poner fin a este régimen y conseguir un cambio real. Éste es el reto para la izquierda, es una cuestión de organización; de construir un fuerte brazo político para el pueblo. Hay que reconocer que los diversos grupos tienen ideas muy diferentes respecto a cómo hacer esto. A mi parecer sólo hay dos maneras: por el camino difícil, que requiere tiempo, construyendo desde la base, o por el camino fácil, desde arriba, que es rápido, pero sólo conseguirá un partido no cohesionado. Yo creo que debemos ir por el camino difícil.
-¿Qué puedes decir acerca de la situación de la primavera árabe en general, y especialmente en Siria? ¿Todavía tienes esperanzas?
-La revolución egipcia es crucial para la primavera árabe. Yo creo en el efecto dominó, por lo que una victoria en Siria sería una victoria para la revolución egipcia, y viceversa; toda la región está interconectada a muchos niveles. Yo creo que Egipto tiene la enorme responsabilidad de liderar la lucha, dado que cuenta con la clase trabajadora más grande de toda la región. Esto hace aún más urgente que la izquierda se organice para derrocar a este régimen corrupto.