Stiglitz defiende nuevo régimen propiedad intelectual equilibre desigualdades

El premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, dijo en Madrid que defiende la creación de un nuevo régimen de propiedad intelectual que equilibre más los intereses de usuarios y productores de conocimiento y contribuya a cerrar 'la brecha del conocimiento'Norte-Sur.

Stiglitz se pronunció así durante la presentación de su libro 'Comercio justo para todos' en el transcurso de una jornada sobre migraciones y culturas organizada por la Fundación Atman, durante la que señaló que 'en algunas áreas, es incluso necesario que las leyes de patentes sean más débiles para proteger la salud pública', refiriéndose al caso de los medicamentos más esenciales.

El Nobel de Economía insistió en que él 'no está en contra del derecho de propiedad intelectual, pero la cuestión sería crear un sistema de innovación eficaz, de forma que el derecho de propiedad intelectual en el caso de los medicamentos fuera diferente al que pueda afectar al de los libros o cultura en general'.

Stiglitz, catedrático de Economía en la universidad de Columbia y asesor económico del gobierno de Bill Clinton, se mostró en contra de la política que practican los grandes monopolios farmacéuticos porque, dijo, gastan miles de millones en publicidad e investigación sobre estética en vez de invertir en medicamentos que curen las enfermedades de los países más pobres.

Contrario a la guerra de Irak, Stiglitz puntualizó que este conflicto, además de la pérdida de vidas humanas, le ha costado a EEUU más de 400.000 millones de dólares y se calcula que el coste total estará entre 1 y 2 billones de dólares.

'O mentían o eran incompetentes los que querían convencernos de la necesidad de esta guerra', añadió el Nobel refiriéndose al conflicto, 'ya que todos sabíamos que no existían armas de destrucción masiva en Irak'.

En el libro 'Comercio justo para todos', el Premio Nobel de Economía Joseph E.Stiglitz y su coautor, Andrew Charlton, presentan un nuevo modelo para gestionar las relaciones comerciales entre los países más ricos y los más pobres.

Tras una breve introducción a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y sus acuerdos, el autor analiza primero el supuesto teórico de que la liberalización del comercio aumenta, en general, el bienestar social, y defiende que hay un territorio intermedio entre las posiciones extremas de los defensores del libre comercio y los detractores de la globalización.

Este punto medio reconoce que, incluso, si uno acepta que en última instancia es deseable el libre comercio, apresurar la liberalización puede ser perjudicial.

Respecto a la polémica sobre el papel del Estado, Stiglitz sostiene que la existencia de estos fallos del mercado indica la necesidad de la intervención del gobierno.

Stiglitz, autor del 'best seller' internacional 'El malestar en la globalización', dijo que con la globalización 'algunos trabajadores ganan y otros salen perdiendo'.

Sobre esta reflexión, el Nobel resaltó que los trabajadores más cualificados están obligados a competir con los menos cualificados de otros países y si los sueldos bajan no pueden competir.

En China, explicó, la globalización ha desarrollado un papel muy importante, y aunque los salarios siguen siendo bajos son mucho más elevados de lo que eran antes, en cambio, en Africa hay países que no han sido capaces de desarrollar su propia industria.

Sobre el fenómeno migratorio, Stiglitz consideró que la inmigración no acarrea un mayor gasto social para los países de acogida, aunque reconoció que la llegada de nueva mano de obra genera una competencia que puede bajar los salarios de los trabajadores nacionales y extranjeros.

Para Stiglitz, que fue presidente del Banco Mundial, la solución a los desequilibrios que genera la globalización no pasa 'por construir muros', como el que se está haciendo entre la frontera de México y Estados Unidos, sino por incrementar los sueldos en los países en desarrollo y favorecer la integración en los países ricos.

En cualquier caso, insistió en que la migración puede ser positiva tanto para los países que reciben a los inmigrantes como para los de origen.

En este sentido, apuntó que las remesas que envían los extranjeros a sus familias se han convertido 'en un motor de desarrollo' que en muchos países latinoamericanos superan en cuantía a la inversión extranjera.



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