Las recientes medidas asumidas por el gobierno nacional en la lucha contra la corrupción recogen el clamor tanto del mayoritario pueblo que apoya la Revolución Bolivariana y que sigue exigiendo su profundización ética, como por quienes adversan al proyecto político y la han acusado de corrupto, estando algunas veces a lugar tales denuncias y la inmensa mayoría de ellas, sin prueba alguna.
Luchar contra la corrupción es tan obligatorio como difícil, puesto que corruptos no son sólo quienes desfalcan decenas de millones de dólares del Fondo Chino Venezolano sino también quienes permiten los desfalcos, quienes “saltan” los mecanismos de seguimiento y control, quienes conociendo irregularidades se hacen de la vista gorda -ya por apatía, ya por interés- y en general, todos quienes por acción u omisión son cómplices de llevarse desde dineros públicos hasta una resma de papel de la oficina “para los útiles de los muchachos”, un rollo de algodón del hospital “por si se enferma un familiar” o de pensar a que amigo “pedirle el favorcito” cuando se debe cumplir con algún trámite burocrático.
Si, señalemos y enjuiciemos a los culpables de robar el dinero público, pero también veamos en nuestras prácticas cómo hemos permitido que la corrupción se haga cotidiana. Llevarse 84 millones de dólares o una carpeta manila para que el niño lleve la tarea a la escuela son actos de corrupción igualmente condenables. Esas prácticas están inscritas profundamente en nuestra cultura y es justo allí donde debemos afrontarla. Desde la escuela y el hogar, con gestiones públicas transparentes y eficientes e implementando castigos ejemplarizantes cuando se amerite, entre todas y todos cercaremos a la fiera de la corrupción.
Si algún decisor me lee, vaya una humilde sugerencia: si se obliga por ley a publicar periódicamente los estados financieros y las fases de ejecución de las obras y planes de las instituciones del Estado en sus páginas web, se facilitaría que las comunidades ejerzan su derecho contralor de la función pública, tal como lo señala el Artículo 62 de la Constitución Nacional.
Es el momento de expresar la firme voluntad de afrontar la corrupción. Seguir haciendo públicas las corruptelas y sus responsables y asumir medidas ejemplarizantes ante los delitos blindaría la lucha revolucionaria por transformar la República. Afrontémoslo todas y todos.