De esta guerra económica, en fase crítica[1], ya conocemos del acaparamiento logrado mediante el cierre parcial de la producción u operaciones a media máquina. Sabemos del almacenaje en depósitos ocultos, del retardo de la fábrica en el cumplimiento de los pedidos y el de los intermediarios entre sí, de las alzas indebidas de precios. Son muchos los empresarios que se han abstenido de contratar suplentes para reemplazar el día de asueto semanal previsto en la LOTTT.
Ahora señalamos la reducción de cajeros en los grandes supermercados, y la de personal de atención al cliente en oficinas privadas, y, sobre todo, en las públicas que siguen en manos de gente de la llamada 4ta. República, suerte de quinta columna dejada allí y manejada por el viejo liderazgo que se niega a morir y aprovecha toda la carga de alienación que le inyectó al servilismo político de dicha república.
Hemos estado observando largas y permanentes colas cada vez que estos mercados privados se abastecen de productos básicos como leche, azúcar, café, aceite, papeles, etc. Todos esos expendios, cuya estructura administrativa dispones de hasta 8 y + cajeros, sólo activan una parte de ellos.
Lo mismo suele hacer la banca. No ha habido forma de que improvisen nuevos cajeros ni activen toda su capacidad de caja. La banca no refuerza su persona de atención al cliente durante los días críticos de 15, último y de pagos de pensiones varias; todo lo contrario.
La idea es acaparar la mercancía habida cuenta de que mientras menos cajeros se activen, menos ventas y menos clientes podrán ser atendidos durante el día. Muchas son las familias que se abstienen se hacer dichas colas por razones personales.
Esto supermercados y bancos lo hacen con regularidad, son reincidentes natos por lo que La Superintendencia de Precios Justos tiene la palabra, y no ya para invitarlos decentemente a que esas empresas se ajusten a derecho, sino para aplicarles las correspondientes penas porque se hallan en flagrancia notoria.
[1] Toda mercancía forma parte de la inmensa artillería con la que cuenta la clase burguesa para enfrentar las protestas e indisciplinas laborales. La mercancía acaparada ha reemplazado el látigo del verdugo esclavista.