El capitalismo como depredador de toda la naturaleza, incluyendo a la humana, se ha encargado de sembrar desequilibrios en todos los ecosistemas. Desde su existencia, se podría establecer una larguísima lista de acciones cotidianas, selectivas, de corta o gran escala, en la que los dueños de los medios de producción, por su afán de no perder poder sino, por el contrario, de perpetuarlo, reproducirlo y acumular mayor capital, son capaces de sacrificar toda vida y todo futuro cierto.
En la actualidad parece haberse desatado en nuestro país una epidemia de chikungunya. Se trata de una fiebre de origen viral, transmitida por zancudos de los conocidos como “patas blancas”, que, en el caso de estar infectados, producen en los individuos humanos fuertes dolores articulares y otros síntomas, tales como dolores musculares, de cabeza, náuseas, cansancio y erupciones cutáneas.
Una manera sencilla de prevenir las picadas del mosquito, infectado o no, es ahuyentarlos mediante el uso de repelentes de los que se elaboran de forma artesanal con la incineración de la bosta seca de las vacas. En ciudades grandes y alejadas de los campos, ello no es muy práctico en la actualidad. De allí que, industrias de las mismas que se ocuparon de fabricar gases tóxicos a gran escala, para exterminar a judíos, a negros y, en general a pobres que no pertenecieran a la raza aria que tanto fue defendida por el nazi-fascismo, se hayan inventado unos repelentes en forma de espiral o unas plaquitas que se colocan en pequeños incineradores eléctricos para espacios reducidos, habitaciones y similares.
Que no se piense que el propósito de la Bayer nazi-exterminante es ahora favorable a la humanidad y que la quiere proteger del chikununya. Por el contrario, las benditas plaquitas y espirales repelentes de zancudos, no se consiguen por ninguna parte, ni en pulperías, bodegas, supermercados, mayoristas, farmacias o agroexpendedores. Están desaparecidas, sencillamente porque no se requieren para el uso que le dieron los Hitler o los Mussolini en las cámaras de “limpieza étnica”.
El hecho es que esos “repelentes de zancudos”, yo no creo que estén actualmente desaparecidos del mercado por razones casuales o porque “se agotaron” ante un sobreconsumo motivado por el terror al chikungunya. Desaparecieron porque la fiebre del chikungunya puede diezmarnos solita, en países en revolución socialista, como Venezuela, haciendo aparecer como inocentes a los imperios fomentadores de “guerras” o “bombardeos” biológicos y químicos.
Creo, sin desviaciones paranoicas, que debemos alertar sobre la conjunción, en un mismo escenario, de los fenómenos de proliferación de mosquitos infectados de chikungunya, el aumento de personas con síntomas de la fiebre del chikungunya, la desaparición en el mercado de los repelentes de zancudos y el terrorismo mediático en torno a los temas presentes. El capitalismo y el imperio estadounidense con su Pentágono y su CIA que no descansan, son enemigos de la humanidad, demasiado peligrosos para tomarlos con desdén.