Si algo reconozco al actual Gobierno Nacional, desde sus más altos voceros es que la mayoría, tal vez, sin saberlo, se han convertido en “tanatólogos”. Así, es común escuchar que “Barrio “Adentro”, supongo que con todo y los módulos cerrados, pasó de 1000 millones de consultas, razón por la cual, esta misión habría salvado la vida a innumerables compatriotas. También, por analogía, comprendo que el Programa de Alimentación Escolar (PAE) o vender en la red de Mercados de Alimentos (Mercal), han salvado la vida de otro buen número de personas, al permitir el Estado, acceso gratuito, o la compra de alimentos subsidiados. Sin duda, hasta allí, el Gobierno Nacional aplica una tanatología en términos positivos, porque según ellos, ha sido gracias a efectivas políticas públicas que la gente o el pueblo pueda vivir. Incluso, si la FAO (siglas en inglés del órgano de la alimentación de las Naciones Unidas) aprueba la veracidad de tales cifras, el propio gobierno las enarbola como parte de su gestión. ¡Excelente!
Ahora bien, no siempre se “salvan” vidas. Por eso cuando la muerte se hace adversa ese mismo Estado, responsable en garantizar la vida en todos los espacios de la sociedad y no en algunos, entonces recurre a una especie de dialéctica tanatológica. Por ejemplo, si volvemos al tema de la salud, sea cual fuere la razón, por la cual muere un venezolano, como por ejemplo, por escasez de medicamentos, o por fallas en la atención y déficit de equipos en los hospitales, la tanatología apelará que esas muertes son culpa de la “economía criminal”. Y si la muerte se debe a una “enfermedad” en un centro asistencial público por diagnósticos no precisados, los asesores en tanatología dirán que esa muertes son culpa de la oposición, porque ésta habría comenzado la “guerra bacteriológica”.
Asimismo, si la Organización de Naciones Unidas (la misma de la FAO) revela en sus informes que Venezuela tiene una alta tasa de homicidios, esos informes son ignorados, y los expertos tanatológicos afirmarán que esas muertes son culpa del “capitalismo”, o simplemente se afirma que la mayoría de esos muertos son “delincuentes”, es decir, tenemos un Estado que aparece cuando pueden “salvarse” vidas, pero cuando aparece la muerte, es simple, ese mismo Estado no existe en ninguna institución y menos en acción de gestión pública. Y si llega a ocurrir un asesinato que impacte sobre la opinión pública, la respuesta de los voceros del gobierno es patética: “no politicen el tema”. Y uno pregunta: ¿Exigir una investigación porque alguien murió al no encontrar medicinas o no hubo asistencia hospitalaria adecuada, o exigir justicia por el asesinato de un ser querido, eso significa “politizar la muerte”?
La tanatología, como “ciencia de la muerte” está ocupando un espacio peligroso y degradante en la sociedad venezolana. No sólo por las razones en que éstas ocurren, como pueden suceder en cualquier país del mundo. El problema es que la polis, en el caso venezolano, ha sucumbido entre una seudoizquierda (por quienes gobiernan) que cada vez se parece a la más recalcitrante derecha, y una oposición que divaga sin peuma ni planteamientos en su mensaje “ideológico”.
Pareciera que el país sufre una enfermedad incurable en su moral y ética, lo cual agrava los problemas de crisis política, económica y social. Esperemos que nuestra historia contemporánea no tenga que registrar una nueva clasificación de la tanatología porque tengamos que llegar a la eutanasia política.