La regulación de precios frente a la histéresis de los costos

Esta guerra económica parece estar girando alrededor de la “histéresis de los costos”.



A los comerciantes se les ha llamado como tales, como intermediarios, como distribuidores, proveedores y hasta como facilitadores de las mercancías con las que trafican desde hace milenios. Se trata de meros eufemismos muy bien alimentados por la propia clase burguesas. Su verdadera definición es la de ACAPARADORES NATOS.



Recordemos que primero fue el artesano, y este fungía de fabricante y vendedor directo o proveedor al consumidor final. Mal podía este fabricante abusar de sus clientes porque sencillamente los perdía, y se le estancaban sus propios inventarios y producción. El consumidor engañado buscaba otro artesano, y ya.



El comerciante de hoy “acapara” de hecho la mercancía fabricada por terceros, la coloca en inventarios durante semanas, meses, años[1]; les fija precios y costes a su arbitrio con la indispensable ayuda de técnicos graduados por el Estado para que lo ayuden y le respalden profesionalmente todas sus irregularidades contables de cara a optimizar sus ganancias comerciales. De poco sirven las regulaciones de precios[2] porque entonces este comerciante recurre a la minimización de costes ocultos. Recordemos que es usual la contabilidad paralela.



En la vieja Europa, y en general en los países templados los remates suelen practicarse aunque siempre el comerciante guardará parte de sus sobrantes fríos e invendibles para exhibirlos en el próximo año. Esto explica la alta demanda de profesionales de la moda, diseñadores que se encargan de provocar un rompimiento tajante entre ropa demodé y ropa al último grito de la moda que tanto atrae a hombre y mujeres.



En Venezuela y en los países tropicales en general en lugar del remate para limpiar los anaqueles y llenarlos con mercancía nueva, la guardan para las próximas temporadas, para Carnaval, Semana Santa, Navidades.



Como vemos, se trata de intermediarios que no sólo buscan ganar al máximo sin mayores esfuerzos de capital, sino que se han convertido en auténticos frenadores de la oferta fabril, de la demanda de mano de obra y afines. NO estimulan la producción, sino que la acaparan, y se allí su nombre verdadero.

[1] En la Venezuela diz que saudita y consumista e idiotizada se acabó la figura del REMATE. Este lo aplicaba el Mercado Libre de la calle Comercio, Valencia, antes de la llegada de los CADA, del mercado de los gringos que tanto hechizaron a esos consumistas idiotizados, mismos a quienes hoy se les conoce como escuálidos.

[2] Ciertamente, la relación de precios por parte del Estado, por lo menos, rebaja la especulación, pero esta sigue su curso aunque con menor fuerza. De aquí los precios exagerados que ha colocado a sus mercancías durante casi un año (2013-2014). Hoy ya empezamos a ver nuevos precios hacia abajo, pero altos todavía. Estos precios comerciales se comportan como los reclamos sindicaleros: Se solicita, digamos 1000% de incremento salarial, para que se consiga un tremendo 40 o 50%. Jamás antes habíamos sentido con tanta evidencia el efecto de la “histéresis de los costes”. Esperamos que una vez fijados los nuevos precios por debajo de los especulativos, entonces los inventarios vuelvan a sus niveles normales, se acabe el acaparamiento desbordado y extraeconómico, y entonces comience a privar la ineludible ley de la oferta-demanda que sí nos garantizaría precios inferiores y así esa maldita ley histérica sea eficazmente violada.

28/10/2014



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Manuel C. Martínez


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