Acaparar y vender especulativamente, si a ver vamos, no es culpa de las empresas, sino del sistema capitalista que las ampara. El bachaquerismo es un efecto, no una causa.
¿Bajo qué partida las empresas asientan sus pérdidas por concepto de las frecuentes confiscaciones a las que de hecho se exponen con sus acaparamientos con fines ya conocidos o, llamémoslos así, los de contraer la oferta y ganar con sus consecuencias, amén de otros “derivados” que nos reservamos por razones obvias?
¿Acaso se valen de alguna “per contra”? Por cierto, hasta donde recuerdo, esta figura la vi usar en la Contabilidad llevada a cabo por la antigua Petroquímica, antecedente inmediato de la actual Pdvsa, cada vez que al Director de Finanzas y a sus contadores no les cuadraban las cuentas en sus balances que oportuna o inoportunamente les requería el Ministro de turno, por ejemplo, quien solía hacerlo, más para cubrir las formalidades burocráticas que para “auditar” y controlar qué se hacía con los ingresos petroleros que entonces no eran del pueblo, sino de las mismas concesionarias y de sus privilegiados representantes criollos.
Si, pongamos por caso, las confiscaciones fueren cargadas a pérdidas, el Fisco también estaría perdiendo porque obviamente, contablemente, las ganancias imputables se verían afectadas. Si, en otro caso, las ignoran en sus estados financieros, ¿cómo se las arreglan para justificar los volúmenes ya asentados de las compras correspondientes o los costes de insumos para empresas importadoras o fabricantes, respectivamente?
¿Acaso, sobreprecian sus costes en el equivalente de las confiscaciones y derivados[1] con lo cual anulan las pérdidas sufridas, con el agravante para los consumidores de que a mayores costes precios mayores con tasas de ganancias fijas y ganancias crecientes? En este caso, tales confiscaciones podrían no perjudicar al Fisco nacional, pero sí hacerlo con cargo al bolsillo del consumidor.
¿Acaso, las ganancias derivadas de los elevados precios especulativos actuales, de verdad, están siendo registradas? , ¿acaso no sirven, tales elevados precios, para cubrir los comisos, con lo cual el pueblo está sufriendo tremendas y constantes inflaciones, o que, desafortunadamente, las medidas tomadas por el Estado, con toda su inmensa carga de buenas intenciones se están trocando en remedios peores que la enfermedad? No sería ni malo revisar tales medidas. ¡Ojalá! seamos nosotros los equivocados.
Esas son algunas interrogantes que el pueblo se hace y cuyas respuestas merecería recibirlas, porque una contabilidad siempre debe estar razonablemente equilibrada, y porque acaparar y vender especulativamente, si a ver vamos, no es culpa de las empresas ni de los comerciantes, sino del sistema capitalista que los ampara.
[1] Esos sobreprecios suelen conducirse, además, por el método UEPS, ya tratado en entregas anteriores. Es que, sencillamente, el criterio burgués capitalista así lo aconseja, no se trata, pues, de vivianerías ni de cosas que se les parezcan.