El reciente escándalo que ha sacudido a la llamada Federación Internacional de Futbol Amateur (FIFA) en relación con la detención de 14 altos miembros en distintas ligas y países, incluyendo a parte de su junta directiva y el presidente de la Federación Venezolana de Futbol (FVF), Rafael Esquivel, era una explosión que en cualquier ocurriría dentro de un organismo que mueve miles de millones de dólares cada año, pero que además se ha convertido (aún tienen ese poder) es una especie de coloso at supra que es capaz de tener decisiones sobre los gobiernos de los distintos países.
En efecto, la FIFA, especialmente después de la segunda guerra mundial, se recompone por la ayuda de las élites financieras del mundo, apoyada fundamentalmente en la unión de las ligas europeas y sudamericanas quienes comienzan en ese nuevo transitar del capitalismo, una praxis generadora y poderosa de ingresos a través del deporte. Entonces, en ese conglomerado de acciones, surgió una FIFA que toma impulso sobre todo luego que Brasil obtiene el tricampeonato en México 70, y con el destello de Pelé, y la entrega a ese país de la copa Jules Rimet, todo se monopoliza para que esa organización diseñe la FIFA World` Cup con más de cuatro kilogramos de oro puro. Se establecen sendas componendas entre el poder político y empresarial para explotar económicamente el talento de miles y miles de jóvenes, en su mayoría provenientes de los más bajos estratos sociales de los países, casos Brasil y Argentina, o de los países que habían sido devastados tras las destrucción bélica de Europa.
En ese recorrido la FIFA con la anuencia de los Estados (“democráticos” o dictatoriales) crean directivas en casi todo el mundo; verbigracia, los futbolistas pasaron a ser “propiedad” directa o indirecta de la FIFA a través de cláusulas jurídicas permitidas por leyes aprobadas con “traje y medida” en cada uno de los países que se asocian con la FIFA en sus distintas representaciones a escala planetaria a través de los equipos de liga quienes a su vez se convirtieron en ramificaciones del poder económico y político de tal organización imponiendo sanciones, bien sea por descenso de ligas por puntuaciones o suspensiones del ámbito deportivo, o premios de clasificaciones a otras “copas” que a su vez serían extensiones de las campañas de los equipos.
En consecuencia, desde el fútbol se encontró la mejor manera de mantener activos los campeonatos durante todo el año, es decir, poder venderle entradas y más entradas a las fanaticadas o “hinchas” deseosas de ver a sus equipos triunfar; y cuya maquinaria empresarial del deporte se multiplicó con los llamados “derechos” por transmitir los partidos (radio, televisión y ahora Internet). También se registraron “marcas” deportivas con el propósito de explotar al máximo económicamente el nombre de los equipos o de los jugadores (especialmente lo que más destacan en este deporte) que incluso hasta álbum de barajitas recorre el mundo. Por supuesto, de todo ese caudal de dinero, la FIFA es su principal receptora.
De ese capitalismo deportivo surgió una monstruosa reglamentación interna de la FIFA cuya principal aberración fue el permitir perpetuamente la reelección de sus directivas, por no decir presidentes tanto en el ámbito mundial como en los diversos países. Directivas que en muchos casos, por citar a Joseph Blatter (FIFA) o Rafael Esquivel (FVF) son ejemplos de mantenerse por décadas en el poder; situación que se agrava cuando los propios mecanismos de control sobre los ingresos y egresos de la organización de fútbol quedó en manos de las mismas directivas, lo cual originó un poder omnímodo en esa organización. ¿Quién(es) podía(n) proponerse como directivo(s)? ¿Quiénes podían pedir auditorias sobre semejantes ingresos?
Pero como nada queda oculto entre cielo y tierra, esa misma FIFA hoy es acusada por el servicio federal de investigación de los Estados Unidos con delicadas acusaciones sobre los directivos mencionados en relación con fraude, corrupción y legitimación de capitales al punto que imagino, así será el peso de las pruebas, que faltando escasos días para que la FIFA (re)elija su directiva, que Suiza (país “neutral” y llamado paraíso fiscal) ha entregado o permitido en su jurisdicción la detención de los ciudadanos presuntamente inmersos en sendos delitos, lo cual ha puesto de relieve, además de lo descrito, la posible designación fraudulenta de las sedes para los mundiales 2018 y 2022 en Rusia y Qatar.
La aberración del poder, en este caso de la FIFA, ha traído consigo quizás el mayor escándalo de corrupción que sobre organización “no gubernamental” se refiera, pero que en la praxis son todo un capital imperial (incluyendo con financiamiento de los Estado) que mueve, compra y vende a su antojo desde jugadores y entrenadores hasta mafias “corporativas” del deporte quienes no tengo duda, también están vinculados con altas esferas del poder político en muchos países, y a decir verdad, no creo que Venezuela sea la excepción, al punto que tenemos en la Isla de Margarita más de 10 años de construcción de un llamado “centro de alto rendimiento” con aportes millonarios en dólares de la FIFA y el Estado que no han visto feliz término para el deporte nacional, pero cuyos contratistas y benefactores hace tiempo cobraron su grandilocuente tajada.
Ignoro si tanto el gobierno como la oposición dirán que la detención de Rafael Esquivel es otro “ataque a la patria”, pero sería muy lamentable para la FVF y el fútbol nacional que el máximo representante burocrático de este deporte tenga que cambiar su uniforme vinotinto por el de rayas blancas y negras. A propósito de ser ciego. La FIFA es el espejo de gobernar sin control. Quien tenga ojos que vea, en especial los corruptos.