El doctor L. y la doctora V. El dilema entre la clínica y el hospital

Para aquellos hombres y mujeres que dedican sus talentos y conocimientos a la ciencia médica el juramento hipocrático debería ser sagrado para todos sin excepción porque en sus manos muchas veces está el destino final de sus congéneres. La vida y la muerte danzan a su alrededor reclamando el aliento de quienes llegan a sus consultorios esperanzados en la cura de sus heridas corporales o el alivio a las dolencias de la débil carne. Debido a un desafortunado accidente laboral tuve la oportunidad de conocer el mismo día a dos extraordinarios profesionales de la medicina, uno, ya con la veteranía que da la experiencia y la práctica y la otra con la plenitud radiante de su juventud a flor de piel y esas ganas hermosas de serle útil a su prójimo más allá de lo que el sistema le permite. En verdad, estas líneas están dedicadas a ella, mi salvadora doctora V.

Pero primero hablemos del doctor L. Cirujano de mano de larga trayectoria profesional, con un prestigio bien ganado aunque mal usado según mi parecer y el de mis familiares. Mi mano izquierda (tenía que ser la izquierda para bien o para mal) llegó en muy malas condiciones a la emergencia de la clínica S.A., una herida abierta y profunda entre los dedos meñique y anular amenazaba con separar al primero, del resto de sus cuatro hermanitos. Ante la gravedad del asunto, la médico residente de la clínica decidió llamar al doctor L. el cual se encontraba aparentemente en otra clínica debido a que tardó en llegar en más o menos una hora. Mientras llegaba, la administración de la clínica S.A. hacía los trámites para activar la clave del seguro médico de HCM. En tono laudatorio y perdonavidas la administradora me sugirió que fuese buscando más platica (dinero efectivo) porque el seguro probablemente no iba a alcanzar para cubrir los honorarios de la operación. Al fin llegó el doctor L., limpió la herida con agua oxigenada y jabón líquido antiséptico, limpió la escandalosa sangre de la piel, separó los guindajos de carne lacerada, tomó con su smartphone una terrorífica foto que envió vía email al mío como evidencia de lo grave de la herida (eso no le funcionó como verán más adelante) y afectadamente diagnosticó el “asunto”: HERIDA ABIERTA ENTRE DEDOS MEÑIQUE Y ANULAR DE MANO IZQUIERDA, RUPTURA DEL TENDÓN METACARPIANO Y NERVIOS SENSITIVOS DE AMBOS DEDOS. EL PACIENTE REQUIERE OPERACIÓN INMEDIATA... Antes de retirarse nuevamente de la clínica a la espera de la activación de la clave, ordenó placas radiográficas en la mano y el tórax (otro grave error para su bolsillo y el mío también) y me dio su número telefónico “por si acaso”. Llegaron mi esposa, mi suegra, mi cuñada, mis sobrinas, las compañeras de trabajo de mi esposa y no juego más y echo tierrita. Si mi esposa no fuese profesora sería doctora, de hecho siempre he dicho que ella es una doctora en el cuerpo de una profesora. Hizo su propio diagnóstico de la situación: “¿puedes mover los dedos?” ¡Sí! “¿sientes dolor palpitante?” ¡No! “enséñame la foto” “¿te tomaron placas?” Sí. Ya vuelvo, dijo dando media vuelta. De acuerdo a la administradora de la clínica S.A. la “operación” rondaba los 200 mil bolívares. El seguro de HCM no llegaba ni a la mitad de eso. El doctor L llamó. Le dijimos que no teníamos dinero para cubrir la operación, que viniera y me aplicara sutura. Dijo que no iba a hacer eso, que era un riesgo porque podía perder movilidad y sensibilidad en los dedos afectados. En todo caso, que fuéramos a su consultorio en la clínica S.J. que allí me operaría por 30 mil en efectivo y lo que diera el seguro. Esto terminó de confirmar las sospechas de mi esposa: este doctor nos quiere estafar. Que cobre caros sus honorarios (50 mil Bs/hora aproximadamente) es una cosa y otra muy distinta es que pretenda engañar a un paciente con un diagnóstico tendencioso. Eso es un robo. Una inmoralidad. Provoca denunciarlo con nombres y apellidos. Pero todos sabemos que saldrá bien librado de la denuncia. Así funciona la justicia en nuestro país.

Ahora hablemos de la maravillosa doctora V. No todo puede ser malo en este mundo, algo de bueno debe quedar por ahí para que Dios no nos olvide del todo. Después del incidente en la clínica S.A. decidimos ir al hospital H. Les confieso que no eran muchas las ganas que tenía de ir pero encomendados al Supremo Creador partimos al encuentro de la doctora V. Llegar a la emergencia de un hospital no es una experiencia agradable, pero llegar al consultorio y que el médico te atienda de inmediato según la prioridad del caso resulta en un regocijo sublime. La doctora V. después de las preguntas de rigor ordenó una placa radiográfica en la mano, no hacía falta una en el tórax. Ésta me la tomaron en cuestión de 5 minutos aproximadamente. Cuando regresé al consultorio de emergencia ya la doctora V. la estaba revisando en el monitor de una computadora. Honestamente creí que la pérdida de sangre y el dolor me estaban haciendo una mala jugarreta de ilusión. Pero no, todo era cierto. La doctora V. confirmó las sospechas de mi esposa, yo no tenía mi mano tan grave como lo había diagnosticado el inefable doctor L. Nada de tendones rotos o nervios sensitivos “volados”. Todo se resolvería con suturas!!!

Ustedes creen que hablo bonito de la doctora V. porque me suturó la herida y me atendió con prontitud. Se equivocan. A partir de aquí comienza la parte mala de la historia. En el consultorio de emergencias NO HABÍA un EQUIPO DE SUTURAS disponible y en el quirófano estaban interviniendo un paciente con el que había disponible. La doctora V. diligentemente subió hasta un 5to piso al área de Suministros Médicos a solicitar uno, pero era la hora del cambio de guardia del personal del hospital, le rogó a la jefe de turno saliente que se lo entregara, recibió un rotundo NO por respuesta. Tendría que esperar a la jefe de turno entrante. La doctora V. sabe por experiencia que ese cambio de guardia implica una hora y media muerta aproximadamente. Durante ese lapso de tiempo no saldrá ni una aguja de ese departamento. Bajó desconsolada al consultorio. Me pidió paciencia, que estaba tratando de resolver el problema. Me constaba. Mientras traían el equipo de suturas seguiría atendiendo a otros pacientes. Transcurrió la hora y media predicha. No hubo equipo de suturas de Suministros Médicos. Fue hasta el área de Quirófanos, allí “le prestaron” uno. Al fin me pudo suturar la herida. Durante el proceso conversamos ella, mi esposa y yo. Decía que eso era común en el hospital, que todo es puro adorno, pura apariencia, que no hay insumos médicos consumibles en suficiente cantidad, que la precariedad es normal. En un hospital público no se debería aplicar políticas de austeridad pero esa es la realidad. Si mañana va el Ministro de Salud le van a mostrar 20 equipos de suturas y los depósitos de suministros y medicinas completamente equipados y llenos. Están allí para eso. La apariencia solamente. Entre punto y punto la doctora V. nos cuenta que vive con sus padres porque no tiene casa propia, esta censada desde hace más de cuatro años en la Misión Vivienda y no tiene muchas esperanzas que se la otorguen. Igual mi esposa y yo. Nos dice también que gana 17 mil bs mensuales (el doctor L. cobra 50 mil/hora) que va a culminar su especialización de cirugía de mano y lo más probable es que se vaya del país en busca de mejores oportunidades de superación. Ella es joven y tiene sueños. Aquí difícilmente los verá realizados a menos que se convierta en un doctor L. Y antes de que eso ocurra la prefiero lejos aunque me duela decirlo. La doctora V. no tiene ningún problema con el sueldo que gana, sino fuera porque un kilo de carne cuesta mil bolívares, un pollo de dos kilos, 700, un kilo de leche 600, un cartón de 30 huevos 540, un kilo de harina de maíz 100, la harina de trigo está desaparecida desde hace meses, en las panaderías ya no hacen mucho pan y el poco que hacen lo venden carísimo, los artículos de higiene los debes comprar racionados al igual que las medicinas, y lamentablemente esa es la misma realidad que mi esposa y yo percibimos. La doctora V. tampoco está en contra del gobierno, pero no se puede hacer de la vista gorda ante tanta ineficiencia y burocratismo.

La crítica la asumen los líderes del proceso como ataques a la Revolución. Criticar es un anatema en estos tiempos de polarización. Pregúntenle a Ecarri. A mi me da igual lo que haga la oposición, ni los critico porque sería como decirles dónde lo están haciendo mal para que se corrijan los errores. Creo que ese es el propósito de toda crítica. Si yo digo que en el hospital me atendieron de maravilla, que todo fue atención y eficiencia, que la doctora V. contaba con todo lo necesario para atender cualquier tipo de emergencia, estaría mintiendo y daría la sensación que no hay que corregir nada. Pero sin dejar de reconocer las cosas positivas, como el buen estado de las instalaciones, el buen funcionamiento de la sala de rayos x y el excelente trato del personal médico, falta mucho para asumir que todo funciona correctamente. De toda esta experiencia, lo que más me duele no es la herida de la mano, es la otra herida que me abrió mi doctora V. en el corazón, saber que al igual que ella, miles de venezolanos talentosos se alejan de la patria buscando un mejor porvenir que se les niega en su propio país. Finalizando la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se llevó a su territorio a lo más granado de las ciencias y la tecnología de Alemania, no se los llevó a punta de pistola, ellos solitos se subieron al barco dispuestos a alejarse del holocausto. ¿Cómo convenzo a la doctora V. para que no se vaya? ¿Cómo convenzo al doctor L. para que no sea tan desalmado? Que alguien me diga. Se me hace urgente! Ando buscando entre la gente quién me quite este dolor... Así dice una canción...


matatigre68@gmail.com

@macfidelio2010


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Fidel J. Rodríguez


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