Transcurre el tiempo y seguimos viendo, y en consecuencia padeciendo, largas colas en supermercados públicos y privados cuando de insumos básicos se trata. El tema es delicado, pero aún así, me la juego: esas filas ya no se justifican.
El ministro Carlos Osorio afirmó que la distribución de alimentos se había normalizado y que, en consecuencia, no se justificaba atender a los usuarios por el terminal del número de cédula. Los hechos parecen dar la razón a Osorio: nadie sale de los supermercados con las bolsas vacías y en los establecimientos, cuando uno finalmente ingresa, observa suficiente existencia de productos. Sin embargo las fulanas colas no desaparecen. ¿Por qué? Me la vuelvo a jugar: buena parte de la población fue perforada por el paramilitarismo económico y aunque vea que los mercados están repletos de pilas y pilas de harina, leche y detergente, pues, compra, compra y compra harina, leche y detergente así en casa aún tenga de la adquirida mercancía, hace un par de semanas.
Ciertamente, estamos ante una de las tantas consecuencias causadas por un paramilitarismo económico al que solo podremos derrotar con responsabilidad ciudadana. Compremos únicamente lo necesario. Abarrotar nuestras casas de lo que no necesitamos de manera puntual es convertirnos en bachaqueros contra nuestras propias familias y vecinos. Es, simple y tristemente, avalar la ola terrorista puesta en práctica por nuestros enemigos de clase. Dejarnos acorralar por el temor de que mañana los anaqueles estarán vacíos, es caer en una trampa muy boba porque, ¡los estamos vaciando nosotras y nosotros mismos!
Hagamos la prueba y evaluemos. De esa manera, con otras medidas que el ingenio popular proponga y con el apoyo de la Revolución que requiere más de nuestra sensatez que de nuestra emotividad, ganaremos la guerra económica. ¡Basta de colas!
¡Chávez vive…la lucha sigue!
