Quizás casi todos los venezolanos le dijeron a Maduro sobre su arbitraria y nefasta decisión en tratar de "recoger" los billetes de Bs. 100. Desgraciadamente, todos sabíamos en qué iba a terminar todo este desastre cambiario, menos los arrogantes del gobierno. El resultado está a la vista: muertos, heridos, detenidos, saqueos, bancos detenidos, comercios destruidos y un país destrozado en sólo tres días, además de un pueblo humillado pero que se resiste a perecer ante el deslave político, y más aún, en plena temporada navideña.
Hemos llegado al paroxismo político. No hay gobierno. ¿Quién en su sano juicio puede decir que estas son decisiones de un gobierno serio y planificado, el cual supuestamente escucha al pueblo? ¿Quién puede creer en algunas maulas de la política, las cuales generan un caos social, cambiario y hasta humano, para que después con su cara "muy lavada", vengan a decirnos que las medidas no se han ejecutado a la perfección por una conspiración internacional? ¿Es esto un Estado? ¡No! Manejar un país de esta forma es demostrar que no se tiene mínima sindéresis para gobernar.
Que hoy tengamos millones de bolívares en pérdidas para la República tanto por la absurda decisión de sacar de circulación el billete de Bs. 100, como por los daños económicos a la infraestructura social, incluyendo contra espacios públicos (hasta la imagen de Chávez fue destruida en diversos espacios), y más grave de pérdidas humanas, por culpa de una decisión que pudo ser revertida desde el inicio, sólo demuestra que Venezuela está gobernada por una satrapía ignominiosa, quienes irónicamente, hasta conmemoran la muerte del Libertador destruyendo su valor monetario, y decretando "toque de queda" en Ciudad Bolívar en tan histórica fecha, es parte de una comparsa ignorante no sólo de la historia, sino de los procesos políticos, económicos y sociales.
Hemos dicho hasta la saciedad que Maduro no va a terminar su período presidencial por la implosión social que se avecina. El hecho que haya tenido que recular su arrogancia en torno de la infeliz decisión sobre el billete de Bs. 100, cuando el pueblo está desbordando su arrechera, cansado de no encontrar alimentos, ni medicinas, y para colmo ser despojado de su dinero, como producto de su trabajo, en el medio de un empobrecimiento colectivo, revela que hemos llegado ante las puertas del infierno. Se pagan Bs. 100 para entrar al infierno. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea