El Metro de Caracas juega a la desestabilización política, del mismo modo que la manipulación del dólar paralelo, con el fin de generar angustia en el ciudadano de a pié, pues cuando más necesario es su buen funcionamiento, aparecen los retrasos programados en horas pico.
Prueba de lo anterior, es que, entre abril y julio de 2017, cuando se produjeron las acciones terroristas, los retrasos del Metro causaron más malestar. No había excusa que los justificara: alguien que se suicidara lanzándose a sus vías y/o fallas eléctricas.
Ahora, ya ni se preocupan por decir que están presentando un fuerte retraso, así fue el pasado lunes 20 de noviembre: durante todo el día el subterráneo estuvo colapsado y no se anunció el porqué. La estrategia es retrasar. Un elemento más que se suma al caos económico también programado. Mandaron a los ciudadanos a tomar el transporte superficial.
Parto de la tesis de que el asunto es premeditado, ya que el 21 de noviembre, un día después, era la fecha de conmemoración del Estudiante Universitario. Es de suponer que esperaban que la oposición convocara a protestar. Recordemos en qué terminaron las protestas del segundo semestre del 2007 por la no renovación de la concesión del canal RCTV.
Igualmente, el que el Metro no funcione adecuadamente cuando las camionetas y los autobuses públicos no presten servicio, resulta algo bien planificado, destinado a ocasionar un colapso: el trabajador no puede llegar a la hora a su sitio de labores ni los padres llevar los niños al colegio; es otra manera de inmovilizar a la población, de modo similar al ocasionado cuando trancan las calles.
Finalmente, un porcentaje de los retrasos del Metro se dan en momentos como antes de los procesos electorales: inicio de campaña, específicamente, como ahora; protestas convocadas por sectores opositores y pronunciamientos internacionales en contra del Gobierno venezolano.