Para derrocar el proceso revolucionario, se viene dando una devaluación inducida de la moneda venezolana desde el 2013 hasta la fecha, últimamente acelerada, después de tres procesos electorales (ANC, regionales y municipales) que han consolidado el chavismo: el precio de los productos se ha cuadriplicado, para crear una hiperinflación de mil por ciento, pactada desde los EEUU.
Como consecuencia de lo anterior, cada vez más personas, se ven afectadas económicamente de manera drástica, a pesar de que en 2017 se han hecho cinco aumentos salariales. Con esta alza buscan crear un ambiente electoral desfavorable a la Revolución antes de las presidenciales. Basta preguntarse: ¿Quiénes fijan los precios? La cúpula empresarial venezolana. ¿Quiénes la representan? Luego, ¿quiénes no cumplen los acuerdos y acaparan productos para extraerlos de Venezuela? Su destino predilecto es Colombia, hay otros, como ha pasado con la carne, según reportan algunos medios.
A pesar de lo anterior, esta situación no puede durar mucho. Lo único que la ha mantenido es que la gente tiene más dinero de lo normal por tratarse de la época decembrina. Esta subida anormal de los precios no es por mayor demanda, sino mera especulación con un fin golpista; igual a lo que EEUU le hizo al Chile de Salvador Allende. No obstante, como muchos dejan de comprar algunos alimentos perecederos porque no pueden, las ganancias mermarán por las deudas. Entonces, estarán obligados a venderlos lo más cercano a su costo real.
Aquí están aplicando un guión previo a un golpe de Estado, creando unas condiciones objetivas: vulnerando el poder adquisitivo para aumentar el índice de pobreza, disminuida significativamente: de 13,5 % a 5 % en 2013, según la FAO. Este logro, gracias a las políticas gubernamentales de protección de la familia, como el bono de alimentación y la dignificación constante del sueldo del trabajador y trabajadora.