Bienes, artículos de productos alimenticios y servicios privados, terminaron por ser cartelizados el fin de semana, al punto que en la avenida Urdaneta, un poco más abajo del Registro Principal, todo lo que puede ser fotocopiado tuvo un incremento bestial y ni hablar de aquellos que buscaban hacer fondo negro, porque en un local que anda por allí, estaban pidiendo casi medio millón de bolívares.
No podemos dejar de citar lo que han hecho supermercados como Unicasa. Eché un vistazo al que está frente a la plaza Candelaria y aquello era la locura total expresada en las calcomanías con los nuevos precios y las caras de las amas de casa que circulaban por los pasillos fisgoneando, intentando ver si se les olvidó etiquetar algún producto con los precios nuevos.
¡Ni eso!
Las personas iban esperanzadas al segundo piso, a ver qué encontraban y bajaban casi infartadas, nada más de ver el precio del arroz que estaba superior a los trescientos mil bolívares. Aquello era para coger palco, la gente subía con esperanzas y se retiraba desesperanzada.
Y lo más terrible que vimos en Unicasa, es que vendían unas latas de sardina, presuntamente con una salsa presuntamente especial y añadidas con una etiqueta que la ubicaban en Barquisimeto.¿Su precio? Nada más y nada menos que 126 mil bolívares.
¡La avenida Urdaneta da para todo!
Más abajo del despacho de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, en la misma acera y en las narices de los funcionarios, los dueños de un negocio no tenían paz con los transeuntes que se desplazaban por la acera sur, donde están instalados. Por un potecito de un producto que llaman riqueza o riquesa, que presuntamente contiene queso para untar, piden un dineral. No digo el precio para evitar las mentaderas de madre y los problemas cardíacos.
Mientras escribía, como una especie de cortina de fondo escuchaba al vendedor de helados, moviéndose de un lado a otro promoviendo sus productos y la voz de una dama que decía:
¡Ya el heladero tiene punto!
Recordando el caminar por la parroquia Candelaria, otrora sitio donde podíamos darnos el lujo de almorzar un domingo en La Cita, y desplazándome hacia arriba, como quien camina hacia la avenida Panteón, vemos al gentío que sube y baja, pero entrando muy poco a los negocios, porque -decía un señor- todo por aquí está de medio millón de bolívares hacia arriba.
Y aunque hayan diferentes negocios y vendedores, el costo para los compradores es el mismo.
-Nos jodimos -dijo una señora de la Tercera Edad estos diablos se cartelizaron. Todos venden al mismo precio y la diferencia, única que hay son los que tienen punto y los que carecen del mismo. El que no tiene punto cobra menos, pero en efectivo y como no somos empleados del panamericano de protección, andamos sin plata en los bolsillos.
El hecho de estar cartelizados no es un asunto nuevo, parece ser la orden que recibieron desde hace tiempo los comerciantes de los organismos donde están afiliados, independientemente de que los bachaqueros individuales manejan los precios a sus antojos y con puro efectivo porque así es que les venden.
Mientras, los compradores esperaban que lo que llaman superintendencia de precios o Sundee actúe a su favor, aunque nunca los ven por ningún lado. Igual ocurría con la Farmacla que está por esos lados. Mucha gente preguntando por medicinas y los empleados diciendo que no había. Aquí es donde uno piensa:
¿Y qué pasó con las toneladas de medicina enviadas por los rusos; y las que están en negociación con La India? En lo que todos parecen estar claros es que, lo que acontece tiene que ver con la guerra económica. No escuché a nadie que lo negara.