Maracaibo no es sólo el Zulia, lo hemos comentado en varias oportunidades, al igual que Caracas no es sólo Venezuela. La gran tierra del sol amada, está desolada. Y esto no es un eufemismo ni un manejo de palabras o escritos que se utilizan para que de manera alarmista se pueda describir, lo que realmente sucede en esa tórrida tierra, que circunda nuestro padre lago.
El embate inhumano que sufren a diario las familias marabinas, maracaiberas o maracuchas por la ausencia intermitente o total de los servicios básicos de subsistencia como el agua y la electricidad, aunado al creciente incremento delictivo, no de rateritos o malandritos, sino de bandas armadas, hacen que vivir en Maracaibo es sufrir las peores desdichas en una ciudad que se preciaba de ser un territorio de bonanza no sólo económico, sino social. El bachaqueo (termino acuñado aquí) es para coger palco. Aquí se bachaquea la vida a plena luz del día y en la oscuridad de la noche. Es el paraíso descontrolado a la vista de la autoridad. Va desde los alimentos, el gas, el agua, los medicamentos, la ropa, los útiles escolares hasta el formidable contrabando de gasolina. El transporte público inexistente e impúdico y las innumerables "líneas" de taxi y mototaxis, se han alineado para conformar la enorme caravana de sustracción y venta de nuestro incompresiblemente barato combustible. Las estaciones de servicios resguardadas por los diferentes cuerpos de seguridad (muchos dicen con argumentos, que es como poner a los zamuros a cuidar la carne), es el ejemplo más parecido al clasismo social, ya que en ellas se discrimina de manera descarada a los que van por el preciado combustible, donde impera la ley del que más pague y esto es directamente proporcional para que se atienda más rápido y la cantidad de gasolina va en función de los pesos o dólares con que se realice la transacción, nada de bolívares de sospechosa soberanía.
Pero, la calamidad más grande para el grueso de la población, los de a pié (porque no tienen ni una bicicleta vieja para trasladarse por esas calientes calles) es la miseria que abate al zuliano en general (no sólo en Maracaibo) con el suministro (o mas bien, la ausencia de él) del servicio eléctrico que además incide directamente en el abastecimiento de agua (porque los motores no tienen plantas eléctricas y el tiempo para presurizar las inmensas bombas por los continuos apagones, no es suficiente) y la conservación de los alimentos perecederos que "justifican" el brutal incremento del valor de las proteínas que ya prácticamente no están en la dieta del zuliano. Dicho en pocas palabras, sed, hambre y aparición de enfermedades por consumo de agua de procedencia misteriosa, con colores y sabores que varían como infecciosos refrescos, porque ni para hervirla ya que las cocinas de gas no tienen ese halito combustible y las eléctricas, sino las ha dañado el vaivén eléctrico, no hay como prenderlas.
Los denominados horarios de administración de carga han generado, no precisamente electricidad, sino angustias y depresiones en los hogares zulianos. La noche y el día sólo las diferencia la luz del sol, porque las personas que laboran en sus hogares o en algún trabajo fuera de él, no pueden descansar desde hace más de seis meses, sin contabilizar las otras situaciones anteriores. Ministros van y vienen y cada información que dan al pueblo zuliano, no sólo genera más desesperanza, sino confusión. Estos "servidores del pueblo" siempre dan como información la pronta recuperación de la generación eléctrica para un incierto tiempo que nunca llega. Y lo peor, es que se molestan si los periodistas, o alguien a través de las redes sociales o la vocería comunal los apremian para saber cuando llegarán esos supuestos mejores tiempos eléctricos. La respuesta es la desinformación cantinflesca manida en cada visita a la tierra del "Brillante" Urdaneta, que hoy se encuentra paradójicamente a oscuras, no sólo por la luz, sino por la desatención de los que prestaron el juramento de gobernar para dar un buen vivir, que cada día se muestra inalcanzable por la desidia en hacerlo. Basta ver el histórico de información y noticias que sobre el tema ha emanado la boca de estos "voceros calificados" en incontables oportunidades y verán que en cada una de ellas, la solución "estaba cerquita, ya pronta", pero como dice mi vieja una cosa dice el burro y la otra, quien lo arrea. Y siguiendo en la tónica de máximas, tendríamos que tomar todas estas declaraciones oficiales positivas con saldos negativos y la conjugaríamos en la frase del genial bardo oriental uruguayo, Mario Benedetti "Un pesimista, es un optimista bien informado" Así estamos nosotros.
Sé que este escrito será convertido en otro más cargado de desazón que se perderá en las redes, porque un impertinente lo escribió. Otro más que se amontonará en el archivo de la irresponsabilidad, donde existe una de aquellas maquinitas para destruir hojas con artículos o información incómoda. Pero habrá más y más, hasta que se dañe la maquinita de destrucción de conciencia y aparezca en su lugar, un humano realmente sensato o simplemente, un humano. Si no pasa eso, diré con lacónica ironía como dice mi querida Marysol que cada día sufre en su apartamento de su amada Maracaibo lo relatado aquí: "Triste"