La debemos sentir los neoespartanos y algunos navegaos a quienes les duele este pueblo. Más que vergüenza, pudiéramos decir indignación, estupor e impotencia.
Me refiero, como supondrá cualquier lector medianamente informado, a la crónica de una estafa anunciada con los créditos aprobados a Chana Uzcátegui, asociada con su hijo, el connotado Pedro Castillo, quienes acaban de ponerse en varios miles de millones de bolívares con la excusa de un hotel para El Tirano.
A tal efecto utilizaron, aparte de palancas poderosas que resultan indispensables en estos casos (incluyendo repartición de tajadas y comisiones al granel), a un grupo de vecinos de la población, quienes, inocentemente o sobornados con algunas migajas del botín, se prestaron para integrar cooperativas chimbas, absolutamente improvisadas y sin la menor intención o capacidad para cumplir los supuestos cometidos que les corresponden.
Quienes conocen a Pedro Castillo saben que se trata de una variante de aquel singular “Jeque sin fondos”, que, aprovechando el derroche de comisiones durante el gobierno de CAP, se presentó en el Hotel Tamanaco regalando Rolex y joyas costosas con cualquier excusa.
Naturalmente los pillos criollos acudieron como las moscas a la miel, buscando ponerse en los billetes. A la larga unos cuantos salieron estafados pues el dichoso “jeque” les sacó buenas cantidades a cuenta de las operaciones fraudulentas que supuestamente harían juntos. Eso ocurría, con toda lógica, en la Venezuela saudita y adeca, cuando la corrupción era un símbolo de status y una costumbre bien vista en las altas esferas del poder.
Que esto ocurra actualmente en Margarita no sería sorprendente si de por medio estuviera el Gobernador Morel Rodríguez, experto en otorgar concesiones sin licitación y reparticiones donde sus compinches salen forrados. Tampoco lo sería si se tratara de la alcaldía de Porlamar, donde opera un capo respaldado por su ambiciosa consorte.
Pero que ocurra en una alcaldía que se supone chavista, mediante créditos del Estado (Fonendógeno), con padrinos de alto nivel, eso no tiene perdón de Dios, ni de la revolución.
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