Nos cuenta Don Francisco Herrera Luque:
¿Saben ustedes quién fue la negra Matea?: Por supuesto. La haya del Libertador…
Pues eso es más falso que las pretensiones de Colombia sobre el Golfo de Venezuela. La verdadera aya del Libertador era la negra Hipólita. Su madre negra, como él tantas veces lo dijo; la esclava que hizo de padre y madre, del doblemente huérfano, niño Simón. Lo de la negra Matea es una falacia de Guzmán Blanco, como está ampliamente probado. Para echárselas de, taquititaqui, cuando el centenario del nacimiento del Padre de la Patria en 1883, agarró a una pobre vieja y sin más ni más le dijo:
Guzmán: Ya Sabe Matea de hoy en adelante usted será la cargadora del Libertador.
Matea le dice: ¡Ay, General!; pero si yo era una carricita de diez años, cuando entró el Libertador en Caracas en 1813. Que en la Plaza Mayor me agarró y me lanzó al aire ¿Cómo puedo ser su aya?
Guzmán le dice: ¡No importa! ¿Quién se va acordar de si es verdad o mentira? Ya han pasado cien años.
Matea: (Respondona) ¡Por eso mesmo, General!; para haber cargado al Libertador como usted quiere, tendría que tener por lo menos ciento quince años, cuando apenas tengo setenta y cinco que aquí entre nos no los represento…
Guzmán: (Impositivo) ¡Tú te callas la jeta y haz lo que te digo! El Dr. Pulido tiene órdenes de encerrarse contigo por un mes, para que te aprendas los más mínimos detalles de cómo era el Libertador, no vaya a ser cosa que algún historiador o periodista, de los tantos que vienen, comience a preguntarte cosas y descubra el embuste.
Guzmán, rodeado de los enviados plenipotenciarios del mundo entero, entre ellos el hijo del Rey de Prusia, departe grandilocuente en la casa de gobierno.
Guzmán: Excelentísimos señores… Os deparo una sorpresa para este gran día en que celebramos el onomástico del Padre de la Patria… ¡Que venga la negra Matea! Señores, tengo el alto honor de presentarles a la Negra Matea, la aya del Libertador.
(Expresiones de asombro entre los presentes)
Pero no se ve tan vieja como para haber cargado al Libertador, dice el Condestable de Borbón, primo del Rey de España. Para mí que el Libertador la cargó a ella.
No se equivoca amigo. Todo esto no es más que frasquiterías del farsante de Guzmán Blanco. Frasquitería y todo, el caso fue que la negra Matea, por disposición del autócrata, farsante y ladrón, ya casi le ha robado a la noble Hipólita, a quien tanto amó el Libertador, la gloria de haber sido más que haya. ¿No creen ustedes que debemos reparar lo más pronto posible tamaña injusticia?
De omisiones y tergiversaciones como ésta rebosa nuestra historia.
Rojo:
Veamos otra: los colores de nuestra bandera.
A ver ¿Quién dice el significado de nuestro tricolor?
Voces: Amarillo, por nuestra riqueza; azul, por el mar que nos separa de España; rojo, por la sangre derramada durante nuestra Independencia.
¿Están seguros?
Bueno, eso, por lo menos, fue lo que nos enseñaron en la escuela…
Déjenme hacerles una pregunta: ¿Cuándo flamea por primera vez la enseña tricolor?
Voces: Cuándo Miranda, en 1806 a bordo del Leander intentó desembarcar en Ocumare de la Costa.
Cabe, sin embargo preguntarles: Si Miranda hizo flamear su bandera en aquella primera expedición quiere decir, entonces, que ya la tenía concebida antes en su simbolismo, ¿no es así? Y si todavía no se había disparado ni un tiro, y aún faltaban seis años para que comenzara la guerra de Independencia, ¿cómo se explica, entonces, la sobada interpretación de que el rojo significa la sangre derramada para emanciparnos de España?
Voces a coro y con sorpresa: ¡Es verdad, no nos habíamos pasado por eso!
De modo que esa no puede ser la explicación.
¿Y cuál puede ser?
Yo he oído otra muy bonita.
A ver, cuéntela.
Dicen que cuándo Miranda andaba por Rusia hablando de libertad, la emperatriz Catalina quien, además de profesarle a Miranda admiración y simpatía, amaba los símbolos, dizque le preguntó a quemarropa:
Catalina de Rusia: Decidme general, ¿y cuál habría de ser vuestra bandera?
Y Miranda, que no se había pasado por ese problema, viendo los hermosos ojos azules de la Emperatriz le respondió:
Miranda: Amarillo como vuestro pelo; azul, como vuestros ojos; rojo, como vuestros labios, Majestad.
—Hace ya más de sesenta largos años, era vecino de San Agustín del Sur, vivía en una casita de unos familiares, por la misma acera del cine San Agustín, (hacia el este) al lado de un comercio italiano llamado Alisette, que vendía hornos a las panaderías y cocinas industriales para cuarteles y hoteles. Para esa época estudiaba en la Escuela Técnica Industrial, clausurada por el “santón Caldera”. Me acuerdo del puente de madera sobre el Guaire con agua “cristalina” (hoy una cloaca) por el cual nos comunicábamos con la urb. El Conde.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!