“Grupo Folklórico y Experimental Madera”, historia, pueblo y tradición

   

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Hermanos y Hermanas:

A las 5 de la mañana del viernes 15 de agosto de 1.980, los pasillos del "Elisa Delia" experimentaron una inusual algarabía. Eran los muchachos del Madera que salían a esperar el autobús para viajar hasta la vecina Samariapo. En aquella población se reunirían con miembros de "El Chichón", grupo de teatro universitario que como ellos andaba de gira; con jóvenes de la Unión Cultural de Barrios, procedentes de Barquisimeto y con un grupo de excursionistas del Ministerio de la Juventud.

Mientras esperaban para abordar, goterones de lluvia golpeaban el follaje. El destino previsto era San Fernando de Atabapo y se zarparía con 45 personas entre pasajeros y tripulantes. El mal tiempo seguía pero no enfrió el ánimo de los viajeros, que se repartían las tareas mientras buscaban acomodo en la falca. Algunos instalaron colchonetas en la parte superior, otros bajaron a guardar el equipaje y los instrumentos.

A las 8 en punto comenzó a rugir el motor de  120 caballos de fuerza empujando a la masa de madera y hierro hacia el centro del cauce… La lluvia seguía cayendo; el viento barinés la arrojaba sobre la falca en cortas y fuertes ráfagas. La corriente en el caño alcanzaba los 60 kilómetros por hora y el ronroneo del motor se perdía entre el ruido del chubasco y las voces de los pasajeros.

En la bodega el agua subía con rapidez. Muchos desconocían el peligro al que se enfrentaban, confiados en la pericia de la tripulación,  seguían absortos en la  contemplación del paisaje. Navegaban por un punto lleno de islotes y declives que producen furiosos remolinos. A lo lejos un grupo de aborígenes de la etnia yekuana se dedicaba a pescar. Mientras Rengifo acomodaba los instrumentos, Carlos Daniel Palacios sintió que la colchoneta se mojaba – Esta vaina como que se está hundiendo – dijo sorprendido.

Las personas que seguían en la bodega salieron despavoridas al ver que el nivel del agua pasaba de un metro. Cuando abrieron la puerta, afuera se dieron cuenta de que  aquello estaba completamente anegado.

En seguida cundió el pánico, todos corrían desconcertados. Los infantes, que parecían más asustados que los pasajeros no fueron capaces de imponer la calma. La gente iba de un lado a otro. El capitán dio la orden tardía de cerrar la compuerta; dos de los tripulantes trataron de hacerlo pero al querer subirla, una de las guayas se rompió empeorando la situación. El agua entraba ahora con más violencia. La proa se hundía aceleradamente, – ¡Atrás, atrás!

¡Vayan todos a la popa! – Ordenaba Navas Spínola en medio de la confusión.

Un grupo corrió a buscar chalecos salvavidas topándose con una desagradable sorpresa: Solo había 5, bajo llave y en mal estado. No se podían usar. Horrorizados  preguntaron al maestre por más chalecos y éste respondió con el mayor desacierto – ¡Que salvavidas del carajo, sálvese quien pueda!-.

La embarcación ya sin rumbo cierto dio un coletazo quedando a merced de la corriente. El agua la embistió con tal fuerza que la desintegró. El crujir de la madera llevó el terror al arrebato. A partir de aquí, ya cada quien trató de buscar la manera de salvarse. 

Los yekuana en una típica muestra de arrojo y desprendimiento, se arrojaron al agua buscando salvar a la mayor cantidad posible de náufragos. Los hombres nadaban, las mujeres acercaban las curiaras al punto del hundimiento. Unos pocos lograron alcanzar la ribera y se aferraron a las raíces que sobresalían de los árboles. En medio del río y entre los restos despedazados, la lucha por la vida seguía.

Más de 20 personas sobrevivieron gracias a los indígenas, algunas murieron estando aún dentro de la chalana, varias se ahogaron camino a la ribera y otras simplemente desaparecieron. Algunos de esos cuerpos serían devueltos por el río, para otros solo sería posible el doloroso recuerdo. En cinco minutos todo había terminado…

Madera no se limitaba a ser un grupo musical, iba más allá de eso, se erigió como un movimiento que sintetizó la profunda experiencia social y cultural de una Parroquia. Y de la recopilación en el entorno próximo, pasaron a escala continental.

Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria.

Desde la Coordinadora Simón Bolívar manifestamos en carta abierta que "La solidaridad es la ternura de los pueblos".

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Coordinadora Simón Bolívar


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