Ha llegado a nuestras manos el Anteproyecto de Ley para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial por quien capitanea la Fundación Red de Arte, la siempre poeta Aracelis García. En torno a la cual venimos proponiendo se transforme en una institución de igual naturaleza que se llame Centro Nacional de Artesanías, ya que existe una razón histórica-práctica: la citada red viene trabajando acuciosa y permanentemente; decidida y de manera militante con las creadoras y creadores de la artesanía. Que no falta la voluntad política; la visión a futuro, inmediato, y el preciso compromiso revolucionario en dar tan revelador salto cualitativo, que significaría alcanzar un logro más, además de los ya obtenidos en materia de legislación artesanal, ahora este en materia de crear la instancia ejecutiva nacional de la política pública artesanal. El asunto compone un reto gerencial, socialmente revolucionario y de lealtad al legado del Comandante Eterno.
Es verdaderamente cierto que se requiere emprender un enorme y arduo trabajo en materia de legislación. Las figuras jurídicas artesanales de las entidades federales, los estados, así como alcanzar la hechura de una legislación artesanal municipal, mediante las ordenanzas de idéntica naturaleza, resultan impostergables e ineludibles. Son 23 los estados y 335 municipios. Una deuda legislativa está presente y expresa con contundente exigencia. La labor es de todos y de cada uno, de cada una. Emprender la legislación cultural de manera participativa y protagónica representa un hito en la historia de la lucha de los artesanos y artesanas.
Por nuestro compromiso estamos dispuestos a emprender el trabajo para alcanzar semejante logro. La Ley de Artesanía del año 1993, aquella recordada norma, creó la Dirección Nacional de Artesanía. Hoy surge como una necesidad legislativa histórica, perentoria, inaplazable crear la rama ejecutiva pública nacional artesanal. Habría que decirlo con el verso del gran, Andrés Eloy Blanco: esta es la lucha ante los hombres malos y las almas buenas. Emprender tan digna e ineludible labor legislativa dignificaría la dimensión cultural de las artesanías; daría un cuerpo jurídico cultural a los estados y municipios, en materia artesanal, a las industrias populares típicas; fortalecería a la gran familia artesanal y brindaría un trato, tal como lo establece la Carta Magna de 1999, especial a las culturas populares. Cumplir con el deber constitucional y superior es también un acto revolucionario.
El Sistema Nacional de Artesanías y Artesanos de Venezuela vendría a ser la forma mediante la cual la institucionalidad reconoce la condición de artesana/o y la producción de artesanías, así como también sus características y origen. Entre sus objetivos están: reconocer a la artesana y al artesano; a la producción de artesanía y su origen; relevar la identidad y calidad; potenciar la comercialización, producción y gestión de la actividad artesanal y fortalecer la organización del sector. Tal dimensión brinda protección y defensa al patrimonio artesanal nacional, de los estados y de las entidades locales, los municipios. Que se alcance el ápice de la gestión pública cultural; que se siga impulsando la revolución cultural al conquistar el Sistema Nacional de Artesanías o el Centro Nacional de Artesanías. También se requieren los Consejos Estadales y Municipales de Artesanías. Esa labor legislativa ha de ser creadora e innovadora; formadora e insurrecta. Ni más ni menos. Entre creadores culturales, artesanos y artesanas, entre militantes de la cultura no puede haber términos medios.
El sector artesanal ha alcanzado logros legislativos sin precedentes en la historia cultural de Venezuela. Entre la postrimería del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI, el sector artesanal ha alcanzado rango superior y fundamental en la Constitución de 1999; han logrado también una Ordenanza, en el 2011 y una ley específica nacional, del 2015. Existe todo un derecho positivo artesanal con el cual la historia de la cultura en Venezuela tendrá que contar. Un ejemplo de lucha incansable, un compromiso histórico y una resuelta conducta creadora. He allí la historia de la lucha por una normativa artesanal digna y trascendente. La historia cultural tendrá que contar con artesanas y artesanos de la República Bolivariana de Venezuela. También en las entidades federales, los estados y en las entidades locales, los municipios, la situación se dibuja de la misma manera. Hay que decirlo: seguid el ejemplo que los creadores y las creadoras artesanales han dado. La artesanía es un legado cultural-histórico; social-humano de dimensiones inconmensurables.
Las finalidades de la norma jurídica artesanal tienen que constituirse en la guía estratégica y cardinal, así como la orientadora precisa; en el norte sugerido: al andar se hace camino; se hace camino al andar. Crear para promover el desarrollo integral de las artesanías; Incentivar y estimular la creación y producción de los productos artesanales; impulsar su legislación específica, a todos los niveles de la nación; propiciar el acceso al sistema financiero, en su más dilatado sentido; establecer las zonas, espacios y lugares de interés artesanal; impulsar la investigación, innovación y el desarrollo tecnológico artesanal, incluir a los artesanos y artesanas a la Misión Sucre, así como a las misiones que requieran; instrumentar la protección y defensa de las artesanías y del patrimonio artesanal; regular la entrada al país de bienes culturales industriales con apariencia artesanal, que promuevan la competencia desleal contra la obra artesanal local y regional; asegurar, también la certificación de origen de la artesanía venezolana; garantizar la protección jurídica-social de los creadores y las creadoras artesanales…Estas y otro montón de finalidades deben ser el norte y meta permanente de la actividad artesanal; debe ser la militancia de artesanos y artesanas; debe ser el compromiso militante con la creación artesanal.
Resulta, verdaderamente cierto que, en la lucha por la cultura, en general, y de manera específica por las artesanías, el cansancio los toma por asalto. Hay derecho a cansarse, pero a claudicar. Luchar, infinitamente, por la actividad artesanal, por la creación artesanal, por el patrimonio artesanal es un deber del militante cultural; es una obligación del revolucionario cultural. Que no exista una pizca de duda ni de incertidumbre. Vacilar es perderse. La lucha por la creación cultural es un deber revolucionario. Necesitamos rebeldes creadores; guerrilleros culturales, urbanos y bucólicos. Los derroteros del triunfo revolucionario cultural y creador nos pertenecen. Avanti, sempre, Avanti, creadores y creadoras artesanales. Proteger y defender a las artesanías, aunque se seáis culpables.