Es este el título, de lo que pudiera considerarse el capítulo 6, del libro de Paulo Freire, intitulado: Acción Cultural para la Libertad, (primera y segunda edición, enero y marzo de 1975. Editorial Tierra Nueva. Buenos Aires). El trabajo para el 2022 anda de cumpleaños, arribará al 47 aniversario de su publicación. A pesar del tiempo los temas de la acción y la revolución cultural tienen demasiada vigencia. El tiempo no agota la temática, su reflexión, su vigencia y su trascendencia ni su importancia histórica-social y cultural-política.
El hecho cultural, en general, y la acción y la revolución cultural, en particular, constituyen temas estratégicos y de largo aliento. Lo que distingue ante todo la acción cultural para la libertad, de la acción cultural para la dominación, es la naturaleza utópica de la primera. La acción cultural para la dominación, basada en mitos, no puede presentarle al pueblo, problemas sobre la realidad, ni tampoco orientarlo en el desenmascaramiento de tal realidad, ya que ambos proyectos implicarían denuncia y anunciación. Por el contrario, en la acción cultural para la libertad, la anunciación de una nueva realidad es el proyecto histórico propuesto para la realización del hombre y la mujer. La acción cultural para la libertad, que caracteriza al movimiento que lucha por la realización de lo anunciado, debe transformarse en revolución cultural permanente. La acción cultural para la libertad se traduce en concientización y en conciencia crítica. La auténtica izquierda debe destruir la conciencia falsa del pueblo, a todos los niveles. (Freire, 1975). Destruir la ideología por una clara conciencia revolucionaria de clase.
La primera parte del libro, Acción Cultural para la Libertad, cuyo autor es Paolo Freire, aborda el pensamiento y lengua en las sociedades dominadas. La segunda trata sobre la práctica educacional como una interpretación del mundo y del hombre. El tercer capítulo aborda el proceso de alfabetización de adultos como un acto de conocimiento. La cuarta parte trata sobre la existencia en y con el mundo. Inmediatamente, la quinta pieza aborda el condicionamiento histórico y los niveles de conciencia. Y finaliza con el tópico que nos convoca: la Acción cultural y la Revolución cultural. El tema es candente y Freire lo ubica en un plano resueltamente político. Llega a afirmar de entrada: Nos parece innecesario decir que los grupos revolucionarios son la contradicción antagónica de la derecha, (Freire, 1975). Son grupos opuestos con nítido y determinante antagonismo. Hay una diferencia entre la praxis de la derecha y la de los grupos revolucionarios, que los define claramente. Los grupos revolucionarios tienen una naturaleza utópica, al contario de la derecha que tiene una imposibilidad congénita de ser utópica. Esta no es una distinción arbitraria, sino que sirve para diferenciar radicalmente los objetivos y las formas de acción llevada a cabo por los grupos revolucionarios y por los grupos de derecha, (Freire, 1975). Existen concepciones sobre la sociedad, la vida, la nación, las relaciones internacionales, la comunidad, la familia, la patria, entre muchas otras, que resultan diferentes, distintas y contrapuestas. Una confrontación está enteramente planteada, e indudablemente, dialéctica.
Paolo Freire alcanza a enumerar las condiciones que los líderes revolucionarios no pueden hacer, entre otras: denunciar la realidad sin conocerla. Si algo ha caracterizado a la izquierda es su estudio permanente de la realidad histórica-social. Quizás, uno de los aportes de Marx y Engels tiene relación con el hecho de partir el análisis desde un contexto social, históricamente determinado. Tampoco pueden los revolucionarios proclamar una nueva realidad sin tener el esquema de un pre-proyecto que, aunque emerja de la denuncia, el análisis, el estudio, la investigación, sólo se hace viable en la praxis. De igual manera, resulta necesario que los camaradas no pueden conocer la realidad sin confiar en el pueblo, así como los hechos objetivos que deben ser la raíz de su conocimiento. Resulta impostergable no denunciar ni proclamar individualmente, así como crear nuevos mitos a través de la denuncia y de la anunciación. Esta debe ser anti-ideológica en la medida en que resulta de un conocimiento científico de la realidad. Aquí parece asomarse el concepto de ideología como falsa conciencia. No pueden los revolucionarios renunciar a la comunicación con el pueblo. La derecha proclama sus propios mitos. La concientización no es un mágico encantamiento para los revolucionarios, sino una dimensión básica de su acción reflexiva. Las auténticas revoluciones se llevan a cabo a fin de liberar al hombre, precisamente porque el hombre conoce su estado de opresión y es consciente de la realidad opresora en la cual existe. La revolución siempre es cultural, si se da en la fase de denuncia de una sociedad opresora y de proclamación de una sociedad justa, o en la fase de la nueva sociedad inaugurada por la revolución. En la nueva sociedad, el proceso revolucionario se vuelve revolución cultural. (Freire, 1975). Resulta urgente continuar abordando el tema, de manera resuelta y crítica. Si la cultura es todo aquello que el ser humano añade a la naturaleza; entonces la cultura es la forma de ser social, el pensar y actuar de una sociedad históricamente determinada. La acción cultural y la revolución cultural son momentos distintos en el proceso revolucionario, el transcurso de la transformación. La acción cultural y la revolución cultural se basan en el conocimiento científico de la realidad, pero en la revolución cultural, la ciencia yo no está al servicio de la dominación. Tanto la acción cultural como la revolución cultural están comprometidas con la concientización. La dialéctica de la sobredeterminación aparece como una necesidad socialmente significativa, histórica, incluso políticamente necesaria. El nacimiento de la nueva cultura se erige sobre el seno de la otrora cultura de la dominación.