A rastras llega la vista,
detrás del albergue de hombres,
una multitud se repliega,
la bota atraviesa raudales.
¿Dónde está la mujer agraviada?,
¿dónde esta el hombre enlutado?,
“Allá”.- mencionaba el niño.-
“En mis muchos sueños de sombra”.
Quédate delante, que yo paso,
quédate a mi lado anhelante.
Refriega las ruedas remarcadas,
en los caminos aún no asfaltados
de los pueblos, pueblos pobres,
como el tuyo y como el mío,
donde solo el sol cubre penurias,
de lluvias, de vientos,
de hojas mugrientas de miseria.
La respuesta al contraste de lo injusto:
Hay dos mundos enlazados
dentro de un callado misterio.
La lucha del oprimido
frente a la soledad del poderoso.
Es un mundo azul y un mundo arcoiris.
El azul vibra de esperanzas,
el de colores exhibe su única belleza,
la oscuridad de no poder amar a ninguno de sus colores.
Hay un inofensivo candil en el mundo azul,
el de arcoiris lucha por alcanzarlo,
en el haz de violáceos y tonos dispersos del desposeído
hay riquezas muchas,
pero sus habitantes sienten un peso,
un talón de Aquiles,
como gemelos pies al compás de un diapasón.
Parecen bajar leves e imberbes
de los fogones del alto mar
hilos de plata,
que en sus cabezas logran reventar,
sin emitir sus huellas.
Algunas veces lograrán asirse para sí,
un rayito del candil,
pero el encanto se pierde entre tantos cromados matices.
Mientras al verdadero ser, cansado de ver,
lo esconden, lo humillan,
aún dentro de los malos subsiste.
La semilla y condición de ser nada.
Los que crían nichos:
La publicidad, la televisión, los diarios,
los que repiten como loros lo que escuchan,
los maestros, los literatos desfibrados,
los malandros ilustrados,
los pintores desquiciados,
los siempre buenos estafadores
de poses, de doctrinas puras,
las religiones, los atlas del norte.
exterminarlos es nacer, no morir.
A quien tomó la luz,
alumbrar a manera de farol un campo abierto.
Es hacer mundos, acabar el nicho radioactivo,
el gris contraste de este mundo.