Fraude y abstención

El tema de la democracia ha sido tratado por el imperio norteamericano y sus organizaciones tuteladas como una vía de intromisión en los asuntos internos de los pueblos, siendo la escuela geopolítica norteamericana y su interés nacional la que verdaderamente determina el parámetro fundamental para evaluar fortalezas y fragilidades de las democracias del hemisferio.

Con respecto al proceso electoral colombiano, hay que estar claros en que Antanas Mockus no representa una opción de gobierno progresista, ya que él también garantiza los intereses del poder imperial dominante y la oligarquía colombiana, en contra de la esperanza de los pobres, paradójico a cualquier intento electoral de avanzar en la construcción de un modelo libertario que avale tanto la regeneración moral, como la redención social de los sempiternos excluidos.

Sin embargo, resulta más cómodo a los grupos de dominación Juan Manuel Santos en la Presidencia de Colombia. Por esta razón, tanto el gris proceso electoral presidencial que presenciamos el pasado domingo como las elecciones parlamentarias del pasado 14 de marzo, no guardan ninguna diferencia con elecciones anteriores, y así queda demostrado que los sistemas electorales de las democracias representativas adolecen de grandes fallas y las votaciones siempre estarán signadas por la baja participación popular y el fraude electoral.

Para tenderle a Santos la alfombra roja que lo llevará al Palacio de Nariño le entregaron la mayoría al Partido de la U (el de Uribe) en los comicios parlamentarios, donde resaltan hechos significativos como la mayoría obtenida en el Congreso nacional con el apoyo de sólo 10% de los electores hábiles para votar, con una sorprendente abstención de 55%. Los resultados oficiales se dieron a conocer cuatro días después, producto de un sinnúmero de fallas técnicas en la transmisión de datos, permitiendo sospechar del empleo de este lapso para ajustar el fraude. Hechos estos que fueron reconocidos en el informe de la misión de observación de la Organización de Estados Americanos con la certeza de que sus criterios no obedecen a posturas de izquierda o socialistas.

La primera vuelta de los comicios presidenciales estuvo copada de irregularidades en las mesas de votación, amenazas y baja participación, siendo necesario resaltar que en todas las mesas hubo más tarjetones que votantes inscritos, lo que a claras luces permite determinar el fraude en ciernes; el Gobierno reconoció que más de 50.000 electores inscritos debieron salir de sus lugares de residencia huyendo por la amenaza de grupos paramilitares, suscitándose este hecho con mayor incidencia donde Santos tenía baja aceptación; emisión de incuantificables votos con cédula de personas desaparecidas o muertas; amenazas en los sectores más depauperados de privarlos de acceso al sistema de educación y salud si no votaban por Santos; ofrecimiento de dinero, alimentos y becas para estudiantes a cambio de votos.

Sin obviar las declaraciones del general Orlando Páez, director de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional, el cual reconoció haber recibido más de 50.000 llamadas de denuncias sobre actos de terrorismo en los centros de votación. Sin duda, esta acción tenía como finalidad ahuyentar a los electores.

La clase política tradicional dominante colombiana sabe que su permanencia en el poder viene estrechamente ligada al estricto control de la participación electoral, por ello no es que fallaron las encuestadoras, lo que faltó fue la participación de los colombianos como demostración de desconfianza en un sistema electoral corrupto que no le garantiza el respeto de su voluntad.

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Pedro Carreño


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