La enseñanza histórica es contundente. Esto de hacer una revolución socialista no es pelar y chupar mandarinas. Y ser revolucionario no es cuestión de poses ni de pasársela citando a Marx, Lenin, Mao, Fidel, el Che o Bolívar. Nada de alharacas con el discurso. Ni aspavientos porque un gobernante haga lo que es su deber. Si de ejemplos se trata, en este tránsito los revolucionarios latinoamericanos reconocen el importante aporte de la Revolución cubana, del proceso venezolano y de manera especial el liderazgo del Presidente Chávez. Sin dejar de lado, ni por un minuto, las aleccionadoras experiencias de Chile, Nicaragua, El Salvador y todas las vividas en el resto de América.
Y como se trata de un proceso, como el periodista Walter Martínez, los acontecimientos hay que verlos “en pleno desarrollo”. Lo que si no es conveniente para los revolucionarios es que algunos hechos, noticias y acontecimientos pasen por debajo de la mesa. Nada de hacerse los locos, por el motivo que sea. Por ignorancia, sumisión, complicidad o por omisión. Total, ya nos daremos cuenta que todos estos hechos repercuten y tienen consecuencias de manera especial en esta etapa histórica de nuestro país, conocida como Revolución Bolivariana. Con mucha razón millones de ojos nos miran con detallada atención.
Para ir al grano. Es cierto que las relaciones con la hermana patria colombiana se convirtieron en un martirio mientras estuvo Alvaro Uribe como presidente y Juan Manuel Santos como Ministro de Defensa. ¡Triste y temible gestión! También es cierto que apenas éste asumió la presidencia cambió el discurso, cuestión que ambos pueblos recibieron con beneplácito.
En este vaivén de las relaciones hay dos referencias de última hora que queremos comentar. Al poderoso Walid Makled, acusado de narcotraficante y asesino, ya la inteligencia norteamericana le sacó toda la información que quería. Lo exprimió, para convertirlo en un bagazo. Su información para la inteligencia venezolana será lo que en el periodismo se llama un caliche. Ya no es del interés del gobierno yanqui y se lo pueden traer a Venezuela cuando quieran. Total, se convertirá en un ventilador y la seguridad deberá evitar otra de las rutinarias “fugas”. Para la oposición será otro líder. Otro “preso político” del régimen.
En el caso del periodista Joaquín Pérez Becerra, directivo de la Agencia de Noticias de la Nueva Colombia (ANNCOL), colombiano nacionalizado sueco y sobreviviente de la masacre contra la extinta Unión Patriótica (UP), me uno a quienes califican de sorprendente y sospechosa su detención e inmediata entrega al gobierno de Colombia. Acaso nuestro gobierno ha querido ser más papista que el papa con esto de entregar a este periodista revolucionario, a quien la “justicia” colombiana señala como terrorista, a cambio de la extradición de un bagazo y caliche, como es el tal Makled. ¿Se trata de congraciarse con el cuento de que no nos van a descarrilar?
Mientras tanto, las bases militares siguen allí, tan pendientes de las FARC-EP como de sus vecinos. A W. Makled lo traerán, y qué? A Pérez Becerra pretenderán callarlo y podrirlo en la cárcel. Ya la solidaridad por su libertad ante su injusta detención recorre el mundo. Nos preguntamos: ¿Cómo queda la Revolución Bolivariana ante el mundo progresista?
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