La reciente noticia en el estado Barinas –curiosamente destino de más del noventa por ciento de las visas solicitadas por colombianos en el consulado de Cúcuta- de la captura del cantautor Julián Conrado, difundida visiblemente por la prensa y la televisión colombiana, escasamente asomada en nuestros medios… apenas nos enteramos por Radiobemba o telefonía celular, como si la entrega anterior de Joaquín Pérez Becerra, reseñada visiblemente en este portal de Aporrea, no nos hubiese dejado alguna lección … Causa estupor también la forma en que los medios colombianos destacan esta noticia , y no haya desmentido o corroboración por parte de voceros de nuestro gobierno en aclarar o dejarlo como tal, sabiendo lo carretero que es el necrófilo Santos (ladrón del cadáver de un ecuatoriano para adjudicárselo a Conrado cuando la masacre de Sucumbíos), pero por ahora es uno de nuestros mejores amigos y habrá que creerle también, de que con labores de inteligencia conjuntas, se capturó al Ruiseñor de las FARC y que Chávez ha prometido devolvérselo en menos de lo que canta un gallo, y no precisamente el pataruco del PCV.
Llama poderosamente la atención que en esta Revolución Bolivariana en su praxis de relación política y económica, no con el pueblo colombiano, sino con su oligarquía opresora y santandereana, no da pie con bola, recordemos la captura de Rodrigo Granda en pleno centro de Caracas ante las narices de todos y el indulto bobalicón de los 200 paracos que pretendían asesinar al presidente Chávez cuando lo de la finca Daktari –casi lo que faltó fue condecorarles con la orden José Antonio Páez en primera clase-, y el tupé de Uribe para hacerse el toche y decir que no sabía nada del asunto, como tampoco lo sabía Juan Manuel Santos, su ministro de defensa entonces, y hoy mejor asesorado en imagen, y tardía vocación histriónica, por el culebrero cubano Adyel Quintero Díaz.
Por supuesto todo esto tiene sus antecedentes y es necesario decirlo, al intuir -de no poderse evitar- el triste papel que va a jugar “nuestra” Revolución Bolivariana ante el devenir y esguinces de la veleidosa diosa fortuna: Anastasio Girardot, Ricaurte e incontables colombianos anónimos, al abonar su vida, jalonan el camino de nuestra independencia latinoamericana desde nuestro suelo libertario venezolano; después de consumado el aciago magnicidio de Sucre y más de cien años después el de Gaitán , de aquellas guerrillas campesinas, palabra de moda para la pose mediática-institucional de hoy, apenas nos salva el recuerdo, bajo el gobierno de Pérez Jiménez, la no extradición (lograda su sentencia absolutoria, por el puntofijista Jóvito Villalba y el Canciller de la Dignidad: el Coriano Ignacio Luis Arcaya) de Cheíto Velásquez, asesinado posteriormente por el ejército colombiano al regresar a su patria.
De seguir así, aunque la lista de entrega de Elenos y Farianos haya pasado por debajo de la mesa, terminaremos servilmente haciéndole el juego a la Doctrina de Seguridad Nacional norteamericana en sus dos vertientes y al Plan Colombia con sus sofismas o argumento de narco-terror, y sus falsos positivos por lo cual Santos quiera cobrar sus derechos de autor. En nuestros estados fronterizos , cuando en tiempos de la cuarta república había notable presencia guerrillera y desde Caracas la CGSB, por ambos gobiernos, tenía placet para hacer gestiones de paz, jamás se había visto tanta presencia de paramilitares colombianos y cada vez menos de guerrilleros hoy, según decir de la gente y pobladores del lugar, todo gobierno fue ajeno -si acaso no lo es todavía- de la suerte de la población fronteriza y mucho menos de la tan cacareada soberanía nacional hoy en manos del delito transnacional, colegas de Walid Makled, funcionarios de alto coturno binacional, lacayos del imperialismo gringo y sus transnacionales depredadoras, epígonos de la misma clase política rastrera de logia Paecista y Santandereana, del contrabando de productos de primera necesidad y extracción de combustible .
La misión identidad, con buen propósito e intención de reivindicar a gran número de colombianos y extranjeros, que en nuestro país han arraigado su vida de trabajo y sacrificio junto a hijos y nietos, fracasó estrepitosamente, no exageramos, un 80% de aquellos colombianos aún sigue sin resolver su problema de nacionalidad, a menos que cuente con diez o veinte mil BF -como en sagrados tiempos de adecos y copeyanos- para resolverlo de ipsofacto, pregunte usted a cualquier vecino colombiano que conozca desde hace tiempo en su barrio o en su lugar de trabajo, y le dirá que todavía lo que tiene es el papelito de la reseña de la fulana Misión Identidad, no se requiere ser detective para esto ni ir muy lejos de su casa con los casi cinco o seis millones de colombianos en nuestro territorio.
De manera que, a partir del año 2003, no nos extraña en nuestras ciudades fronterizas haber visto prosperar en un abrir y cerrar de ojos a ciertos migrantes del hermano país, recién llegados y súbitamente doble cedulados, con tremendas camionetas de lujo, organizados en caravanas desde tempranas horas, haciendo cola en estaciones de servicio para llevarse la gasolina al otro lado de la frontera; todo esto previo al asesinato por sicariato de taxistas renuentes a pagar vacuna, determinan en el presente la proliferación de tantas nuevas líneas de taxistas, la mayoría con acento colombiano, y también el control del negocio de alquileres de celulares, asesinando, y aunque suele pasar desapercibido, en algunos casos, a quienes se oponen a su monopolio de vender minutos; pero por si esto no fuera todo, observen ustedes como en los mercados públicos fueron adquiridos (a punta de billete, posteriormente donado por Uribe, como bono compensatorio por sus servicios prestados en el acuerdo de Santa Fe de Ralito, en las negociaciones de “desmovilizar”a los asesinos de las AUC en los acuerdos de paz firmados por el comisionado Luis Carlos Restrepo) gran cantidad de puestos de venta desde comida y mercancías en general, adecuándolos ostentosamente e instalando sólo personal de origen colombiano en función laboral, sin compensación equilibrada hacia el trabajador venezolano; esto sin contar con la buhonería que reina en todas nuestras ciudades y poblados fronterizos, monopolizados por carteles de mafias que controlan el contrabando y el comercio, la venta de verduras y frutas, la piratería de la música y el video, el micro y el macro negocio de la droga de la manera más descarda que se halla visto, llenando de basura y anarquía nuestras aceras y el hábitat urbano de nuestras poblaciones, sin que ninguna ordenanza municipal se haya hecho valer. Lo más preocupante es saber, por boca de algunos integrantes del Frente Francisco de Miranda, que estuvieron a cargo, de la todavía en deuda, Misión Identidad, “recibir hasta 200 carpetas por orden expresa de un gobernador “cristiano” del estado Táchira, sin tener ningún soporte que les acreditara para tal fin. Prefectos y funcionarios de la más baja ralea hicieron su agosto dándole nacionalidad a los que nunca habían vivido aquí, tema que un documentalista nuestro algún día habrán de recoger. Comercialmente estamos invadidos por los dineros del narcotráfico, a través de la instalación de grandes centros comerciales, que se lavan impunemente en nuestra economía en toda su gradación, amparados por nuestras mismas leyes, mientras predicamos el socialismo a todo pulmón.
Ignoramos dónde está el gallo tapa’o de todo esto, los servicios de inteligencia colombianos parece los tenemos hasta en la sopa, las historias de espías y contraespías trascendieron la literatura y el cine, supuesta y escuetamente están en el escenario cooperante de nuestro país, y todo lo que podamos escribir no bastará para redimir la indignación que produce la entrega de Julián Conrado (prestos y con la misma diligencia con que se entregó en 2001 a Vladimiro Montesinos al Perú), cantor popular, y por supuesto guerrillero, ¡sí, guerillero!, como él mismo lo ha proclamado con alegría, ternura y rabia libertaria en su canto a los cuatro vientos, tal cual, como en La Guerra del Petróleo, irrenunciablemente, también lo cantara Alí… Cantar a los desheredados de la tierra, cantar a los niños que padecen hambre por todos los rincones de su patria, cantar denunciando al imperialismo gringo que el sueño Bolivariano de la patria Grande nos quiere borrar, ese es el delito de Conrado, cantar y cantar como Víctor Jara hasta el final, es un asunto grave que el imperio debe castigar, ser sus cómplices, en verdad es triste papel, pero no dudamos que al compa Julián Conrado, a él no hay que recordarle, como en la carta de despedida a Fidel, que “en una Revolución se triunfa o se muere, si es verdadera”, como le tocó al Che, porque como tantas veces se especuló lo contrario… con la frente en alto, Julián Conrado, no estaba muerto ni andaba de parranda.
Con más reticencia en Colombia que en cualquier otro lugar del mundo, aquella famosa foto del Che eternizada por Korda como ícono más emblemáticos que joven alguno pueda ostentar o lucir como imagen de rebeldía en su camiseta, franela o remera, a riesgo de banalizarlo todo como suele actuar el capitalismo salvaje y el mercado globalizador, súbitamente por los vientos que soplan, amenaza ser una baratija más para socavar sus fundamentos ideológicos, y que la efeméride del próximo 8 de octubre, día del guerrillero heroico, al margen de la jauría mediática y hasta del mismo Sistema Nacional de Medios Públicos nuestro con su Guerrilla Comunicacional a cuestas, apenas sea fecha recordada por viejos camaradas, soñando aún sin despertar, la misma revolución de aquél caído en la higuera… A estas alturas del partido… con tanto bate quebrado, sobran las consignas.