La Inquisición no es ahora una obra bien y cruelmente pensada por la Iglesia. No, ahora no es religiosa sino política e ideológica al mismo tiempo. Los Inquisidores son los que más “defienden” las libertades de pensamiento, de expresión y de juicio: los capitalistas imperialistas. La Inquisición anticientífica es, ahora en manos de los señores imperialistas, antideportiva.
La Inquisición que sentó al científico Galileo en el banquillo de los acusados, simplemente, lo hizo abjurar de sus conocimientos pero no logró que la Tierra dejara de girar alrededor del sol. La Inquisición que hizo que Guillén abjurara de sus opiniones políticas, como renuncia el loco a las palabras que su boca pronuncia, no evitarán que el pueblo estadounidense siga siendo gran aficionado al béisbol pero sí tratar de poner un cordón umbilical para, ojo con esto, demostrar que a través del deporte –especialmente el rentado- también hay que reafirmar las concepciones imperialistas deformantes sobre los hechos y personajes revolucionarios de este tiempo.
Oswaldo Guillén, reconocido beisbolista venezolano y ahora mánager en el béisbol más rentado del planeta, dio unas declaraciones a la prensa donde reconocía su respeto a Fidel Castro. Dicen que manifestó su admiración y amor por el líder de la Revolución Cubana. Los oídos de una parte del mundo anticubano en Florida estallaron por la explosión. “Eso es inaceptable… es una ofensa a la verdad… y una tropelía contra el deporte…”. “Hay que llevarlo al banquillo de los acusados y ser juzgado por la Inquisición político-deportiva”, fue la conclusión de los grandes “defensores” de la democracia y de las libertades de pensamiento, de expresión y de juicio en Estados Unidos. Ley Patriota contra los que osen mezclar política con deporte.
En tiempo de Galileo la Iglesia Católica era la expresión más pujante del planeta, según estudiosos de la materia, desde el punto de vista sociocultural. Galileo quiso que la Iglesia asumiera la exposición de sus conocimientos y lo que él creía eran verdades científicas, que reconociera el copernicanismo y hasta cierto límite lo había logrado. Para la Iglesia la doctrina pitagórica era diametralmente opuesta a las Sagradas Escrituras como para el imperialismo Fidel es totalmente contrario a los principios de la democracia capitalista. La Iglesia determinaba en ese tiempo cuál libro era prohibido y cuál no, cuál no debía leerse y cuál memorizarse.
En la época de la Inquisición la Iglesia tenía sus voceros para dialogar con quienes consideraba estaban lesionando la concepción teológica del mundo. El cardenal Bellarmino fue quien cumplió el papel de informar a Galileo que abandonara a tiempo su idea de compartir los conocimientos de Copérnico. El imperialismo hace uso de poderosos medios de comunicación que se ocupan de dar palo parejo a quienes, cumpliendo función deportiva en Estados Unidos, realicen manifestaciones de afecto por líderes políticos comunistas. Todo imperialismo tiene algún Sagredo que le hace el servicio del “buen juicioso” que busca conciliar las contradicciones más antagónicas de este mundo, aunque existan unos cuantos Simplicio y Salviati. Por encima de todos ellos el imperialismo tendrá un gobernante muy semejante o más radical que un Papa Urbano VIII.
En el caso de Oswaldo Guillén el imperialismo le aplicó casi la misma metodología de juicio y hasta se copió de la Inquisición en la sentencia. No sólo fue obligado a abjurar de su idea de admiración por Fidel Castro, aceptar la prohibición de sus derechos a la libertad de pensamiento, de expresión y de juicio sino, igualmente, a pagar la penitencia político-antideportiva de dirigirse a la opinión pública mundial pidiendo más de mil veces perdón por haber cometido el terrible pecado de haber dicho que admiraba a Fidel. Si Galileo, luego de condenado, dijo: “Sin embargo, se mueve”, refiriéndose a la Tierra, Guillén bien pudo haber dicho sin necesidad de mover los labios, luego de haber lanzado con fuerza una pelota al campo de béisbol, lo siguiente: “Sin embargo, lo admiro”, refiriéndose a Fidel”.
En relación con el caso de Galileo sólo fue en 1992 cuando la Iglesia reconoció su error de haberlo juzgado y condenado pero en relación con Guillén habrá que esperar que la revolución proletaria se produzca en Estados Unidos y se respeten los derechos a la libertad de pensamiento, de expresión y de juicio. Mientras exista la Tierra, Galileo será recordado mucho más por ser obligado a abjurar de sus ideas que por reivindicado por la Iglesia. En el caso de Guillén, mientras exista béisbol, será recordado mucho más por su abjuración que por sus extraordinarias cualidades como deportista y como mánager. Mientras todo eso suceda, la Tierra seguirá girando y Fidel admirado y amado por los muchos aunque los pocos lo odien.